Tercera semana, primer día, lunes.
Claro que no les contaré mi aburrido y desagradable fin de semana, así que tranquilos, nada no interesante se escribirá en lo que tengo pensado es una historia de amor.
En cambio vayamos a ese día lunes de la tercera semana de mi calendario para salir por fin de la escuela.
Era una mañana fría, literalmente, y una Clara con cara enojada me arrastró a un baño, desgraciadamente o … no sé, pero Clara me arrastró apenas llegué a las puertas de la escuela.
Cerró el cubículo en donde nos llevó y me aprisionó, deben imaginarse ya mi cara de nervios combinada con miedo, ya saben la cobarde que era.
Clara me miró entrecerrando los ojos.
-¿Conoces a Ashley? - se acercó peligrosamente a mí, la desgraciada era demasiado peligrosa como hermosa. Y creo que aun no entendía que no me gustaba que me miraran de cerca, al menos en la mañana la base me tapaba más los granos y gracias a Dios ese día andaba con pocos granos, la tristeza tal vez por fin sirvió de algo e hizo que mi cara se despejara.
-¿Cómo sabes que la conozco? - pregunté bajando un poco la cabeza para que mi pelo tapara mi horrorosa cara.
-¡No hagas eso! - exclamó sin gritar, empujó mis hombros pegandome a la pared haciendo que tirara mi cabeza para atrás y chocara - por cosas de la gran física - con la muralla.
Solté un ¡auch! antes de escuchar a Clara soltar unas risitas, me quedé embobada viendo su hermoso rostro, se dio cuenta y sonrió de lado pícara, acercándose como un león a su presa - por fin puedo escribir esa frase, inserte cara de emoción con pequeños aplausos - hasta que su cuerpo se pegó al mío, sus manos viajaron a mi cintura y su aliento chocó en mi boca, debo decir que en otro momento eso era desagradable, pero el aliento de Clara siempre olía a menta, era agradable.
Me puse nerviosa al instante llevando mis manos a sus hombros.
-Clara - rogué para algo, ¿para que se alejara o para que se acercara? No sé, pero sentía tantas ganas de volver a tocar su suave rostro.
-Solo dejate llevar - y tal como dicen los libros, estampó sus labios contra los míos sin dejarme ninguna oportunidad de negarme, y les prometo que intenté negarme a sentir sus suaves labios pero no pude contra las ganas y el inmenso deseo que tenía de volver a tener todo el cuerpo de Clara pegado al mío, y sus labios moviéndose lentamente.
Clara de nuevo me estaba besando y esta vez usó su lengua para pasarla por mi labio inferior y luego morderlo, se sintió…, inserte suspiro, se sintió increíblemente bien sentir sus dientes mordiendo y luego chupando mi labio, tuve que apretar las piernas y aferrarme a los hombros de Clara, ella siguió haciendo maravilla con mis labios hasta que tome el ritmo e intenté besarla bien, sentí de repente su lengua metiéndose en mi boca, mis manos se dirigieron a su cabello, se enredaron en esas hermosas hebras que tenía, tan suaves como todo en ella, menos en su carácter, pero mientras te están dando el beso de tu vida no piensas en esos pequeños detalles, claro, por supuesto.
Y podría seguir detallando todo el tiempo que seguimos ahí, cada vez que nos separabamos para tomar un poco de aire y cada vez que sentía las caricias en mi cintura y cada vez que fuera de todo deseo o pasión que sentía en ese momento por la chica pegada a mí, sentí cariño, alguien me estaba demostrando un acto de cariño, y no importó que fuera una chica, que fuera Clara, que fuera una mujer igual a mi, ella me tenía entre sus brazos, sujetándome, tal vez ella lo hacia solo por sus deseos carnales, pero yo la intensa, lo sentí tan fuerte que me hubiera quedado ahí besándola toda la vida, sintiéndome querida en los brazos de alguien, de Clara.
Aun cuando nos separamos no solté su cabello, quería tenerla cerca, sentí su frente en la mía, su respiración agitada al compás con la mía, su nariz acariciando la mía, sus labios rozando los míos semiabiertos, y como no pueden faltar las lagrimas en mi vida, lloré, en silencio, pero las lágrimas cayeron, y abracé a Clara, escondí mi cabeza en el hueco de su cuello, sus brazos cruzaron todo mi torso, quise nunca separarme de ella.
El timbre me hizo soltar un poco mi amarré en ella y cuando me quise dar cuenta de la situación, arranqué como la cobarde que era, dejándola de nuevo en el baño tirada. Con mi cuerpo temblando, lágrimas cayendo de mis ojos y todo el desastre que siempre era, entré al salón de clases, me senté y respire, nadie se daría cuenta que había llorado, cerré mis ojos limpiandolos con las mangas de mi poleron, cuando los abrí me tiré hacia atrás con la silla haciéndola chillar, frente a mí se encontraba Almendra mirándome preocupada.
-¿Estas bien? - preguntó y respondí como siempre lo hacía.
-Sí, estoy bien.
Mi vida era un desastre, yo era un desastre y no dejaría que nadie entrara a mi desastre, pero que equivocada estaba, inserte cara riéndose de uno mismo, esta historia en un comienzo dije que era de una persona en especial, y sé que la extrañan, pero no empezaria mi historia contando desde este día y resumiendo todo lo anterior, pero fue ese dia en especial en que una persona pelirroja de ojos verdes y pecas que odio me esperó fuera de la escuela, caminó conmigo y cuando fui a preguntar algo, esa persona sin escrúpulos ni irse por las ramas, lo soltó.
-Te he estado viendo.
Quedé quieta y sorprendida, no lo esperaba, es que mi vida no era de color rosa, era de un color verde pantano que espanta a cualquiera, pero ahí estaba Alex, diciéndome que me había visto.
-¿Y? - pregunté en un suspiro, Alex me sonrió, el aire tiró para atrás su cabello, admiré todo su rostro, un rostro perfecto, sin acné y por sus mejillas y nariz esas pecas que aunque no me gustaban, hacían ver a esa persona especial, tan Alex.
-Eres diferente.
-Ajá - mi pecho se oprimió, de nuevo esa sensación que siento cada vez que estoy en casa, no saber qué decir.