Andrew es abogado, tiene la misma edad que yo, veinticinco. Y por su sonrisa de la fábrica de muñecos Ken, estoy segura de que es un mujeriego de pies a cabeza. Todo lo que había estado evitando en mi vida. Pero también lucia como el hombre de mis fantasías. Así que perder oportunidad con un bombón como el, era algo que jamás me perdonaría.
Su camioneta lujosa pero no extravagante era una suv en color azul eléctrico. Elegante y cautivadora como su dueño. El abrió mi puerta y sujeto mi cintura elevándome lo suficiente para subir en el automóvil.
Sonriendo con expectación murmuro en voz ronca
—¿Tu casa o la mía dulzura?
No deseaba lidiar con la incomodidad del día siguiente así que respondí
—Tu casa.
De esa manera saldría huyendo a primera hora del día sin dar explicaciones.
Rumbo a su departamento, sonaba en la radio la canción Getaway car de Taylor Swift.
—Si gustas puedes cambiar la música. Murmuro mirándome de reojo al ver que me quedaba fija en la radio.
—No, está bien, me gusta Taylor.
Es asintió y continúo conduciendo. Después de unos segundos rio a carcajada limpia.
—¿Me quedo salsa de tomate en la cara?
Cuestione al escuchar su risa, al salir de la disco, pasamos por unas hamburguesas, quizás aun tenía la evidencia del delito al romper mi dieta en mi rostro. El negó con la cabeza y me miro divertido.
—No es eso, es solo que mi ex estaba obsesionada con Taylor Swift y conmigo...
—Vaya... ¿Es enserio? Si aun mantienes contacto con ella tal vez yo no debería estar aquí...
Murmure avergonzada, al pensar que podría estar traicionando a otra mujer, asi como mi prima lo hizo conmigo.
—No, jamás volvería con ella.
—Entonces no terminaron en buenos términos, es normal, mi ex fue un completo patán.
Dije forzando una sonrisa como si ese tema ya no me lastimara.
—En absoluto, la relación nunca fue para largo, ella lo sabía desde que comenzamos a salir. Pero se obsesiono conmigo, cuando termine con ella, salió de mi casa y destrozo mi coche.
Lo mire incrédula al pensar que una persona no era capaz de tanto.
—No solo eso, incendio mi casa cuando estaba lidiando con el seguro del auto. Ella casi me mata, por suerte no estaba ahí.
—¿Estas haciéndome una broma? ¿Dónde están las cámaras? ¿Es el programa de invita a salir a una chica al azar y regalarle la peor noche?
—Desearía estar bromeando, pero no, fue completamente real. Ahora solo me limito a pasarlo bien con chicas hermosas, como tu dulzura.
—Es un alivio, en verdad creí que estábamos grabando un programa y me humillarías en televisión nacional.
—¿Quién fue el idiota que se atrevió a lastimarte preciosa?
—Mi ex, al parecer la palabra fidelidad o lealtad no formaban parte de su vocabulario cuando se metió debajo de las faldas de mi prima.
Dije con ironía, la música continúo sonando por lo bajo y me limite a mirar por la ventana evadiendo profundizar en el tema, mientras Andrew conducía concentrado en el camino, con su mano libre sujeto la mía reconfortándome por mi anterior confesión, lo estaba logrando masajeando con la yema de sus dedos la palma de mi mano llenándome de calidez.
Las calles se me hacían familiares, fue hasta que entro en el estacionamiento del edificio que lo note y cuando el auto se detuvo, me lamente mentalmente al darme cuenta de que su edificio era el mismo que el mío. La idea de dormir con el me dejo de parecer atractiva.
—Buenas noches.
Dijo sonriendo con picardía Nora, la hija de Sebastián, el dueño del edificio. Por supuesto que me conocía, solíamos reunirnos los domingos en mi departamento para ver películas y chismear un poco sobre nuestros vecinos.
Subimos por el ascensor hasta el último piso, tres pisos encima del mío, eso explicaba porque no tenía ni idea de que semejante hombre vivía a unos metros de mí.
—Puede que este algo desordenado, recién me mude hace dos semanas.
—Lo entiendo, no te preocupes.
La idea de confesar que vivía en este mismo sitio me tentó, pero me abstuve del comentario. Ken no necesitaba esa información, porque no planeaba buscarlo después de esta noche.
Sintiéndome incomoda por el silencio y teniendo el elevador solo para nosotros, me atreví a besarlo. El alcohol que continuaba en mi sangre me liberaba dejándome llevar por el calor del lugar y de mi cuerpo.
Tomo mi cintura con sus manos y recargo mi cuerpo contra la esquina metálica. Mis manos se posicionaron en sus amplios hombros y poco a poco descendí hasta conseguir desabotonar su camisa, sintiendo la dureza de su trabajado cuerpo.
Un gemido salió de mi boca al sentir sus juguetonas manos en mi trasero. Cuando las puertas se abrieron, rodee con mis piernas su cintura y el me llevo a cuestas a su departamento, sin importarme si había alguien en el pasillo que presenciara el espectáculo que montábamos.