Rebeca siguió a Andrew hasta su departamento. Sentía como se adentraba con cada paso, que se acercaba a la puerta del infierno. Porque sin duda estar ahí, sería peligroso, pero era demasiado tentador ver que tanto podía soportar quemarse. Y eso era preferible a ser sorprendida una vez más por su nueva hater personal.
El abrió la puerta y dejo la maleta improvisada de Rebeca cerca del sofá. Ella observo todo en silencio analizando cada movimiento de Ken. Ahora estaría viviendo en su casa, con sus reglas. El lugar estaba ordenado, limpio, en comparación a las cajas esparcidas la primera vez que estuvo ahí. Sus mejillas se encendieron al recordar su primera noche juntos. Andrew la miro con una ceja alzada. Descubriendo el sucio recuerdo que paso por su mente. La mejor maldita noche de su vida.
Pero él fue más sensato que ella e ignoro el breve destello de deseo que se posó en los ojos de Rebeca. Ella había lidiado con demasiadas cosas en ese tiempo. Lo mejor para ambos era descansar. Además de que ella no lo había buscado después de su encuentro en la lavandería. El creyó que después de ese día, algo comenzaría entre los dos. Pero cuando ella no se acercó más a él, entendió la indirecta. No estaba interesada. Pero aun podía recordar el calor de su cuerpo con el suyo, lo que lo orillo a buscarla esa noche. Y bueno su noche si tuvo acción después de todo, no la que había imaginado, pero al menos ahora tenia a esa preciosa mujer en su departamento. Y estaba convencido de que no permitiría que la lastimaran, mucho menos por culpa suya.
—Tengo una habitación extra puedes dormir ahí, preparare algo para cenar, ponte cómoda.
Lo vio marcharse a la cocina, ella tomo asiento en el sofá. Asimilando de golpe como su vida había cambiado en tan poco tiempo. Su novio de años la dejo por su prima, ahora tendrían un hijo. Ella había terminado teniendo una noche sin compromiso con su nuevo vecino el cual resulto tener una exnovia psicópata, que actualmente la perseguía con intención de lastimarla. ¿Alguna cosa más que el universo tuviese para ella? Porque estaba lista para tomarlo. Ya nada la sorprendería.
—Siento interrumpir tu meditación, pero la cena esta lista.
Comento Andrew con ligera diversión al verla sentada en su sofá como indio y con sus manos unidas. Si era meditación, eso la ayudaba a tranquilizar su estrés. Y justo ahora se sentía demasiado estresada. Aunque había otras actividades más divertidas que la desestresaban, a claro una de ellas la puso en esa situación.
Ella lo miro con fiereza, retándolo a continuar con sus chistes. El solo levanto las manos en señal de paz y tomo su mano con la suya.
—Vamos, el estofado se enfría.
Su tacto envió escalofríos por todo el cuerpo de Rebeca. Su mano era cálida, a diferencia de las suyas que siempre estaban frías por el clima de su oficina. Ignoro la agitación en su vientre manteniendo el contacto. Hasta que estuvo en la barra de la cocina. Frente a un plato humeante estofado y papa asada con tocino. Su estómago gruño con anhelo, de inmediato tomo asiento en el taburete alto. Llevando su primer bocado. Suspiro con satisfacción. Sabia deliciosa, o quizá solo era el hecho de que solía cenar a las 9, y eran alrededor de la 1 de la madrugada. Cuando dejo su plato sin una sola migaja, miro a Andrew. Él comía lento, pero estaba por terminar su ultimo bocado.
—Gracias por tu ayuda, Andrew. No sé qué me habría sucedido de no ser por ti.
—No hay nada que agradecer, ¿estas bien?
—Fuera de todo lo que sucedió este día, creo que sí, lo estoy.
—Entiendo… Cualquier cosa, en cualquier momento del día, háblame estaré ahí de inmediato.
—No es necesario, con dejarme quedar aquí es más que suficiente, gracias.
Observaba mi rostro pensativo, más no dijo nada.
Me indico que lo siguiera. Claro, me mostraría donde estaba la habitación. Como si jamas hubiera dormido aquí antes. Siendo sincera no recordaba el recorrido completo del pasillo de entrada al cuarto. Las paredes eran blancas, con un par de cuadros en ellas, hermosos campos verdes daban color pintoresco a su departamento y sobre la mesa de la sala fotografías de su infancia relucían dándole un toque cálido, un pequeño Andrew sonriendo sobre un hermoso caballo con su sombrero de cowboy me causo ternura. Al lado de esa fotografía estaba una versión de Andrew en sus dieciocho junto a su amigo de la otra noche, sus rostros joviales y alegres, frente a esas fotografías había una de una mujer hermosa, cabello castaño claro, tez bronceada con una gran sonrisa.
—¿Esa es tu madre? Es hermosa.
Él se detuvo en seco y miro donde mis ojos. Lanzo un suspiro y asintió.
—Lo era, falleció hace algunos años.
Un nudo pesado se aprenso en mi estómago, esto era demasiado personal e íntimo, jamas debí inmiscuirme en su privacidad.
—Lo lamento, yo no tenía idea…
—No importa, fue difícil en su momento, podría decir que lo supere.
Sus ojos perdieron el brillo de diversión que solía tener siempre. Pude ver la tormenta pasar en sus azules ojos mas no permitió que las emociones lo controlaran. Se giro indicándome continuar con el recorrido.
Mi boca quería soltar otra disculpa o alguna palabra para reconfortar ese dolor que paso como flash en su mirada, sin embargo, no dije nada.