Al entrar en el departamento, su madre se percató de que solo había dos habitaciones.
—¿Seguro de que puedo quedarme unos días aquí? —preguntó, mirando alrededor con curiosidad.
—Por supuesto, señora —respondió Andrew con amabilidad.
—No te preocupes, te llevo a mi habitación, mamá —dijo Rebeca, guiándola hacia la habitación principal.
Su madre observó cómo la habitación parecía casi vacía. Durante ese mes de romance furtivo con Andrew, Rebeca había trasladado casi todo su armario y artículos de aseo al cuarto de Ken.
—Hija, ¿ese hombre afuera es solamente tu vecino? —preguntó su madre con una ceja levantada, notando la presencia constante de Andrew.
El rostro de Rebeca pasó por todos los colores, desde el blanco fantasma hasta el rojo fuego. Era hora de contar una verdad... a medias.
—En realidad, somos novios —confesó Rebeca, sintiendo un nudo en la garganta al compartirlo con su madre. De alguna manera, decirlo en voz alta lo hacía más real.
—¿En serio? Vaya, me alegro por ti. Es muy guapo y amable. Creí que después de lo que sucedió con tu exnovio... —su madre dejó la frase en el aire, negándose a recordarle el trago amargo de su ruptura anterior a su hija.
—Lo sé, pero bueno, supongo que así es el destino —respondió Rebeca evasivamente, sin entrar en detalles sobre su relación con Andrew. Podía ver el brillo de la curiosidad en los ojos de su madre, así que intervino con otras preguntas para cambiar de tema.
—Y ¿a qué se debe tu visita sorpresa? —preguntó Rebeca, tratando de desviar la conversación.
—Pues tu padre salió por un viaje de negocios. Estará fuera dos semanas, así que no deseaba estar sola tanto tiempo —explicó su madre.
—Claro, me encanta tenerte aquí conmigo. Te extrañaba mucho —respondió Rebeca con sinceridad, abrazando a su madre con ternura.
Andrew tocó la puerta, anunciando que la cena estaba lista. Ambas mujeres salieron de la habitación con sonrisas cómplices. La madre de Rebeca era un encanto, pero tenía esa habilidad innata para intimidar a los hombres.
—Gracias, Andrew. Todo se ve delicioso. Expresó Meredith con una sonrisa mientras admiraba la mesa puesta.
—Se cocinar algunas cosas, espero que sea de su agrado, señora. Respondió Andrew con modestia, sintiéndose un poco nervioso bajo la mirada de la madre de Rebeca.
—Puedes llamarme Meredith, por favor. Me comentó mi hija que están en una relación... Meredith dejó las palabras en el aire, observando la reacción de Andrew con interés.
Andrew se atragantó con su bebida, sorprendido por la manera directa en que Meredith abordó el tema. No esperaba que Rebeca lo presentara de manera oficial con su madre, sobre todo después de que lo catalogara como "un vecino muy amable".
Aunque se sentía un poco incómodo por la situación, Andrew decidió abordar el tema con “honestidad”.
—Sí, Meredith. Rebeca y yo estamos juntos. Admitió, tratando de mantener la compostura a pesar de los nervios. —Es un placer conocerla formalmente y compartir esta cena juntos.
Meredith sonrió con aprobación ante las palabras de Andrew, mientras que Rebeca le dedicaba una mirada de agradecimiento por seguir con el teatro, incluso frente a su madre. Sería demasiado vergonzoso para ella admitir que su relación era falsa, y, además, no quería preocupar a su madre con el problema de su acosadora.
La cena transcurrió en un ambiente más relajado, con conversaciones animadas y risas compartidas. Meredith no dejaba de compartir momentos bochornosos de la infancia de Rebeca, como cuando se cayó de la cama al creerse "la súper chica", o cuando, a los catorce años, se escapó de casa para ir al hotel de su cantante favorito y conseguir su autógrafo, terminando siendo escoltada por la seguridad y llamando a su madre para rescatarla.
Si ella solía ser intensa con las cosas que le gustaban. ¿de que servía hacer algo a medias? Era mejor todo o nada. Pero sin darse cuenta había terminado en un punto medio con Andrew.
Los días con su madre en casa, resultaron perfectos, Ken había pasado la prueba. Él no se quedaba atrás, se comportaba atento y respetoso con Meredith. Y secretamente, adoraba la comida de su suegra temporal. Le recordaban a la comida de su madre. Ya veía de donde había aprendido Rebeca sus habilidades culinarias. Cuando la semana termino, Meredith se fue contenta prometiendo volver a visitarlos esta vez junto a su esposo. Cuando regresaron de la estación de autobuses se sentían más aliviados. Porque fingir ser una pareja era agotador.
—Creo que todo resulto mejor de lo esperado.
—Ni me lo digas, el primer día creí que nos descubriría.
—¿Bien vamos a casa? Creo que tu madre dejo listo el desayuno.
—Si lo hizo.
Tomando su mano caminaron juntos al elevador. Pero no esperaba encontrarse a otro miembro de su familia. La maldita de su prima, Sabrina.
—¿Realmente eres tú Rebeca? ¿supongo que él es tu nuevo novio?
Menciono la pelirroja con una llama de envidia.
Rebeca omitió sus preguntas, y le cuestiono.