Medio Corazón

Capítulo 13

Una vez en la casa de Andrew, Rebeca comenzó a sentirse más segura. La tensión que había cargado en sus hombros empezó a desvanecerse, aunque la incertidumbre seguía corriendo dentro de ella. La exnovia de Andrew aún estaba libre, dispuesta a tomar cualquier oportunidad para lastimarla. Decidió que la mejor forma de olvidar ese amargo momento era con una enorme porción de helado y un par de películas animadas.

No habían pasado ni quince minutos cuando la puerta del departamento se abrió con un ruido seco. Alarmada, Rebeca volteó a sus espaldas, pero se tranquilizó al encontrarse con la mirada preocupada de Andrew.

—¿Por qué llegaste antes? —lo cuestionó confundida.

Andrew no respondió de inmediato. Con grandes zancadas llegó hasta ella y la envolvió entre sus reconfortantes brazos.

—¿Estás bien? El comandante me notificó de lo sucedido en el estacionamiento. Lamento no haber estado ahí, yo...

—No te preocupes, Andrew. No puedes evitar esto, no hasta que ella esté detenida. No es tu culpa.

Rebeca intentó quitarle peso al sentimiento de culpabilidad que brillaba en los ojos acuosos de Andrew. Él negó efusivamente con la cabeza.

—Claro que lo es. Debí saber que una orden de restricción no funcionaría con ella. No actúes como si no estuvieses asustada. La última vez que lo soportaste sola, ella entró en tu departamento. Estoy aquí para ti, para cuidarte.

Murmuró estas palabras mientras tomaba su rostro entre sus firmes manos. Sin poder controlarlo más, los ojos de Rebeca se llenaron de lágrimas. Las palabras de Andrew, mezcladas con el terror que ella sentía cada día al estar sola en sitios públicos, estaban agotando toda su energía. El miedo la consumía.

—Gracias —musitó en un hilo de voz, dejándose envolver en sus cálidos brazos.

Aunque en ese momento la consolaba y le dedicaba una mirada llena de promesas. Ella era plenamente consciente de que nada de eso era para siempre. Aun así, su corazón se aceleró, no podía distinguir si el temblor de su cuerpo venia del llanto o del escalofrío que las manos firmes de Andrew provocaban al recorrer su espalda con delicadeza. Pero acepto las promesas, dejando su llanto de lado y se inclinó sobre sus labios. Su beso fue lento y tímido al inicio, sintiendo las mariposas de ansiedad revolotear por su estómago y cada parte de su cuerpo. Tomo confianza suficiente y aferro sus manos a su cuello, convirtiendo su inocente beso en algo más apasionado.

Por la mañana, no deseaba salir de la comodidad que el cuerpo de Andrew le proporcionaba. Él despertó minutos después, atrapando la traviesa mano de Rebeca que jugaba con uno de sus tatuajes. Tenía unos cuantos en sitios poco visibles.

—¿Te diviertes? —murmuró con su ronca voz.

Ella lo miró con una sonrisa lánguida, asintiendo.

—Hasta que despiertas. Tenemos justo cuarenta minutos para llegar al brunch de mi familia.

Dijo ella intentando soltarse de sus brazos para correr a la ducha.

—Solo necesito diez —murmuró, besando su cuello y negándose a soltarla.

—¿Y qué pasa con los otros treinta minutos?

—Si tienes curiosidad, vayamos a la ducha, cariño.

Rebeca saltó de la cama y corrió a la ducha, escapando de las cosquillas que Andrew intentaba provocarle. Era demasiado... sensible.

Su divertida mañana prosiguió, aunque ninguno de los dos deseaba ir a ese brunch.

La locación era la casa de su tío Cristian, el padre de Sabrina. Cuando sus padres emigraron de Filipinas, los hermanos decidieron hacer lo mismo años después al ver que tenían una buena vida en Estados Unidos. El estacionamiento estaba lleno de autos extravagantes, pero aun así la camioneta de Andrew sobresalía del resto. Aparcó el auto y, como siempre, abrió su puerta extendiendo su mano en un gesto de caballerosidad. Iban con atuendos coordinados, la camiseta celeste junto a los pantalones oscuros de Andrew hacía juego con el vestido veraniego en tonos azules que llevaba Rebeca.

Con sus manos entrelazadas caminaron hacia la entrada. Un hombre de traje los recibió, guiándolos al patio trasero de la casa, que estaba decorado con rosas blancas. Y claro, toda su familia reunida, junto a algunos parientes de Aaron. Ese idiota había dejado su bebida en el aire en cuanto la vio entrar. Sí, observa todo lo que decidiste dejar, imbécil. Tragando el nudo en su garganta, forzó una sonrisa y caminó en su dirección; debía aparentar, así que sería su mejor actuación.

Sabrina le sonrió ampliamente, pegada al cuerpo de Aaron como una sanguijuela.

—¡Prima! Me alegro tanto de que hayan logrado venir —comentó en voz elevada para que toda la familia la escuchara.

—Claro, no me perdería por nada la celebración de tu compromiso —hubiese añadido “con mi ex”, pero hoy en día él me daba igual. ¿Cómo fue posible que me haya enamorado de ese idiota? ¿Cómo permití que me engañara y rompiera mi corazón? ¿Cómo es que fui tan estúpida?

Mi corazón se aceleró, podía sentir el ardor en mis ojos que amenazaban con derramar mis lágrimas contenidas. Él ya no me importaba; deseaba llorar por el rencor del daño que dejé que provocara en mí. Él nunca me mereció. Andrew dio un apretón a mi mano, notando mi agitación interna. Como un ancla que me mantenía firme ante la tormenta, me aferré a él, dejando que me acercara con su brazo hacia su cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.