Capítulo 6: Un no Muerto
El resto de la tarde en casa de mi madre fue muy tenso aun con la presencia de mi abuela que hiso su mejor esfuerzo por suavizar la situación. Cada domingo es peor la convivencia entre mi hermana y yo. Y eso que solo nos vemos una vez a la semana. Me siento tan incómoda cada vez que voy a casa, desde el instante en que entro que desearía salir corriendo de allí. Como si ya no perteneciera a ese hogar. Estoy feliz de haber visto a mi abuela, había pasado ya algunos meses desde la última vez que nos vimos, pero también me alegra que el sol comenzara a ocultarse, porque eso significo el fin de la visita.
Mantengo la vista en la carretera. La avenida esta desolada, por ser domingo hay muy poca circulación de vehículos además que son pasadas las seis de la tarde.
Mi teléfono no ha parado de sonar desde hace tres horas. Lorenzo está un poco molesto porque lo he dejado plantado, se suponía que nos veríamos en la tarde. Pero la abuela se encargó de que me quedara el mayor tiempo posible en casa. Ya me he disculpado con él, pero aun así ha llenado mi bandeja de mensajes. El último que envió era de una Simone enojada y celosa diciendo que me mantuviera alejada de su apreciado novio.
No le conteste, ella siempre es así.
Bajo la mirada unos segundos para poner un poco de música, y son solo eso unos segundos y siento el impacto. Pierdo el control del auto. Me aferro al volante pero los recuerdos del accidente me asaltan. Me encuentro en el asiento de copiloto, mi abuela va manejando y de un segundo a otro estábamos dando vueltas dentro del auto. Pestañeo para regresar a la realidad. El corazón se me ha subido a la garganta impidiéndome respirar con normalidad. Intento mantener el auto en un solo carril. Con las manos temblorosas consigo estacionarme a un lado de la carretera.
Respiro por la boca mientras intento tranquilizarme. Lo que sea que me haya llevado por delante a abollado la trompa de auto. Veo por el retrovisor y me doy cuenta de que hay una persona tendida en una posición muy extraña en el carril lento de la avenida.
Hay Dios he atropellado a una persona.
Me golpeó la cabeza contra el volante. Miro de nuevo por el retrovisor, y sigue allí.
Claro tonta lo has atropellado. Me reclamo mentalmente. Abro la puerta y al poner un pie fuera me mareo. Cierro los ojos y espero a que se me pase. No conseguiré ayudar a nadie si me desmayo mientas camino.
Abro los ojos, y salgo del auto. Me tiemblan las piernas. Parece ser un hombre de unos treinta y tantos años, esta descalzo, vestido con un jean y una camisa de cuadros. Solo faltas cinco pasos y estaré lo suficientemente cerca para buscar su pulso. Dos pasos y me percato de que su aura es muy diferente a las que he visto. Es como un remolino de energía, dos fuerzas que se impactan. Me pongo de cuclillas y busco el pulso en su cuello. Una brisa levanta una capa de polvo y con ello un olor a carne podrida. Apenas y puedo sentir su pulso. Deslizo mis dedos hasta su rostro para mover su cabello y poder ver su rostro. Pero él se levanta de un solo golpe sacando un grito desgarrador de mi garganta. No he atropellado a una persona viva, él es un no muerto. De allí ese fétido olor, y claro su extraña aura. Pongo distancia de inmediato, en los años en que me he dedicado a comunicarme con los muertos nunca había tenido en frente a un no muerto. He oído hablar de ellos, muchos imploran ser devueltos a sus tumbas con las ansiadas de descansar; otros se aferran a la vida y para eso necesitan alimentarse. Él es uno de esos, puedo percibir el hambre en su mirada. Retrocedo despacio, sin apartar la mirada de él. Lo veo levantarse con un poco de dificultad mas no dolor.
Lo que se conoce de los no muerto, es que son descoordinados, lentos pero una cosa que he aprendido siendo una médium es que es mejor no confiarse de lo que digan los demás. Él no parece estar descoordinado todo lo contrario sabe muy bien lo que quiere, esta hambriento y soy la presa. Espero que sea lento y torpe, porque si no es así no alcanzare llegar al auto.
Doy tres pasos hacia atrás, su sonrisa se ensancha de una forma macabra. Da dos pasos lentos, como si estuviera probando la estabilidad de sus piernas. Y luego simplemente corre tras de mí. Mis piernas hacen lo propio pero la distancia para llegar al auto parece ser interminable. Miro sobre mi hombro y compruebo con mis propios ojos, que los brujos dedicados a la nigromancia son unos mentirosos, los no muertos son muy rápidos. Me acorrala contra el auto, sus manos se siente muy rígidas sobre mis brazos. Forcejeo para liberarme y salpicaduras de sangre cubren mi rostro.
Respiro con la boca con los ojos cerrados, mientras siento que esas rígidas manos se resbalan de mi piel y escucho el golpe de algo caer contra el suelo. Abro los ojos aterrorizada por lo que me pueda encontrar, pero siento como el alma me vuelve al cuerpo cuando veo al no muerto a mis pies con una daga clavada en su cabeza, la punta sobresale entre sus cejas.
—¿Te encuentras bien? —Alzo la mirada para buscar el dueño de la voz. Espero que quien lo haya matado no sea un fantasma. Y no lo es, es un atractivo hombre con unos profundos ojos color índigo. Lleva una daga entre sus dedos, lista para ser lanzada. ¿De dónde habrá salido?, bueno eso no importa. Acabo con el no muerto y estoy muy agradecida. Yo nunca he tenido la necesidad de aprender a defenderme, es decir, trato con muertos ellos te traviesan y en algunas ocasiones consiguen noquearte pero son muy escasos quienes lo consiguen.
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Editado: 15.07.2018