Melissa

Seis días

Un lunes muy particular para Joan, que culminaba con su llegada a esa casa tan poco común. 

Melissa lo llevó hasta la habitación, y casualmente estaba junto a la suya. 

La cara de aquel niño denotaba aún muchas dudas y algo de desconfianza, pero la forma de ser de la joven le inspiraba seguridad, por lo que poco a poco lo hizo sentir más a gusto. Aun así no dejaba de pensar en aquella figura oscura. 

La primera noche en la casa fue tranquila, Joan durmió muy bien al son del sonido de la lluvia.

Al siguiente día, el sol había salido y aunque hacía frio afuera, en el interior de la casa estaba cálido. Como a las 9:30 de la mañana, mientras estaba entre sueños, escuchó como si hubiesen tocado a la puerta con tres golpes. Eso lo hizo pensar que tal vez era la dueña de casa quien lo despertaba para desayunar. Se levantó, se vistió y fue al baño a lavarse la cara y los dientes, luego bajó por las escaleras, mientras escuchaba algunos ruidos como de platos y cubiertos que venían al parecer desde la cocina. Se dirigió hacia la sala comedor con algo de timidez, mientras inspeccionaba con la mirada cada rincón de la casa.

Cuando abrió la puerta de la sala pudo ver que en la mesa estaban sentados tres jóvenes, una niña y la señora que parecía ser la dueña. 

Dijo “Buenos días”, y nadie le respondió, pensó que tal vez no estarían de buen humor. Al ver un lugar vacío, decidió tomar asiento, pero en la mesa no había nada y cuando se sentó, de inmediato todos se levantaron y se retiraron sin decir una palabra, aunque la señora al pasar frente a él, se detuvo y giró su cabeza para mirarlo fijamente.  

Joan tragó saliva mientras sentía un escalofrío recorrer su cuerpo y la mirada de la mujer se hacía cada vez más preocupante, era como si estuviera intentando entrar en su cabeza. Pero Melissa le sujetó sorpresivamente el hombro diciéndole… 

- ¡Hey! ¿Qué haces? – 

Ella siempre estaba sonriente, como si nada le preocupara.

El niño le explicó que estaba en la mesa porque así decía en los horarios de la puerta de la sala, pero que pensó que tal vez llegó tarde. Melissa le preguntó porque pensaba eso y él le dijo que al sentarse todos se fueron y que además en la mesa no había nada. Tal vez la señora se había enfadado con él. Melissa miró a los alrededores y con una mínima expresión dijo…

- Hmm Ya veo… ¡Bueno no te preocupes, yo te haré el desayuno! Me he encargado de hacer las compras para toda la semana, así que dime que quieres, hay huevos, pan y embutidos…-

Melissa y el niño comenzaron a hacerse muy buenos amigos, ella le contó su historia y Joan también lo hizo. Y estuvieron juntos todo el día hablando y riendo.

Joan pensaba que Melissa no se llevaba bien con el resto de los habitantes de la casa ni mucho menos con la dueña, porque prácticamente ni hablaba de ellos, era como si ella pensara que estaba sola allí. 

Cuando Melissa lo dejaba solo, el niño comenzaba a escuchar ciertos ruidos llamativos en la casa, como pasos, risas y hasta llantos. Pero no le preocupaba ya que era la vida personal de los que vivían con él.

Pasada las 7 de la tarde la casa volvía a tornarse oscura y silenciosa, seguro era debido al frío, sumado también al receso escolar, que lo demás se encerraban en sus habitaciones.

Nadie que viviera allí era muy social, excepto Melissa, ella era totalmente distinta y se notaba que le gustaba cuidar de Joan como si fuese su hermano menor.

Ella le regalaba muchas cosas deliciosas y refrescos para que el coma en su habitación, y evitar tener que bajar a la cocina por las noches si le pillaba el hambre. El baño por suerte estaba muy cerca de ambos cuartos.

Eran las 3 de la madrugada del día miércoles, cuando Joan escuchó un fuerte ruido proveniente de afuera de su cuarto, eso lo despertó e hizo que se sentara en su cama mirando hacia la puerta. 

El niño pensó que algo malo estaría pasándole a alguno de los chicos. Se levantó de su cama y fue hacia la puerta, de repente pudo oír un grito desesperado y como si alguien pasara corriendo por el pasillo. Eso lo asustó mucho y aun así la curiosidad lo llevó a salir de su cuarto. 

Una voz solloza pidiendo ayuda viene desde abajo, todo está muy oscuro y no encuentra perillas para encender las luces en las paredes, que ahora si se ven algo más viejas y dañadas de lo habitual.

Desciende por las escaleras despacio y con cuidado sujetándose de la barandilla, mientras escucha el llanto de un joven que vive con él. La vista se va acostumbrando a la oscuridad y puede distinguir figuras a pesar de la falta de luz.

El chico sigue la voz y a lo lejos distingue a la persona que emite la plegaria. Le pregunta que le sucede, pero este solo repite y repite - ¡Ayúdame, ven! – Joan confundido vuelve a preguntar desde los últimos escalones, que es lo que quiere que haga. El extraño joven tiene la cabeza gacha mientras habla, sigue repitiendo la misma frase pero su llanto comienza a convertirse en risas mientras va irguiendo la cabeza hasta que deja de llorar y mirándolo dice…

-¡Tú vendrás con nosotros!-

Inmediatamente luego de decir eso, el joven desconocido da un grito fuerte de desesperación y es arrastrado hacia atrás en medio de la oscuridad, mientras se escucha nuevamente aquel zumbido aterrador. Pero este se detiene al escucharse… 



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En el texto hay: demonios, miedo terror y suspenso

Editado: 17.12.2020

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