Melodía Oscura

Introducción

El invierno cobija al bosque haciéndolo lucir sin tesón, el arrabal corre su mismo hado y sus calles sin brío están. Las gotas de lluvia caen con fuerza, empapan mi rostro y se mezclan con la sangre en mis labios manchando mi blusa blanca. Paso una mano por mi rostro, en un inútil intento por secarlo y hacer mi vista menos borrosa, sigo caminando en busca de un lugar que pueda resguardarme de la intensa tormenta.

 

Un solo edificio está iluminado, en el, pocas personas se encuentran dispersas en lo que parecen habitaciones; y en la planta baja, un pequeño y discreto bar todavía está abierto. Apresurada, me adentro al lugar y de inmediato los presentes posan su mirada en mí, de no ser por el miedo y las inmensas ganas de vomitar, repararía en mi apariencia y me echaría a correr lejos, pero ya no me quedan fuerzas; me gustaría descansar.

 

El hombre tras la mesa me observa con horror, al igual que todos a mi alrededor. Las suelas de mis botas rechinan sobre el piso descuidado de madera, el agua de mis ropas y la sangre de mi brazo manchan todo a mi paso. Soy consciente de mi mejilla inflamada y mi ojo morado, mi cabello es pesado y pegajoso por la sangre ajena derramada en él.

 

—¿Quién es? —alcanzo a oír y puedo sentir los acelerados latidos de su corazón.

 

—No lo se, nunca la he visto por aquí —responde alguien más.

 

Cuando llego hasta el hombre, quien supongo es el dueño del lugar, me desplomo en el suelo haciendo un ruido seco. Una mujer de mediana edad se apresura en llegar hasta mí. Me toma de un brazo y sin problema me levanta, me sienta en una de las sillas y alguien más trae un botiquín y se apresura a curarme las heridas del rostro.

 

—¿Qué fue lo que te sucedió? —pregunta la mujer despojándome de mi capa de viaje—, por cierto, soy Cassie.

 

Desgarra por completo una parte de mi blusa, dejando desnudo mi hombro derecho, y con gasas empapadas en desinfectante, limpia la herida sangrante haciendo arder la zona.

 

—Todos murieron..., devoraron a cada uno —murmuro ahogando un quejido por el ardor en la comisura de mi boca y en mi hombro.

 

—¿Qué los devoró?, ¿de dónde vienes? —dice el hombre tras la barra.

 

—No es qué, sino quienes —respondo, mirándolo. —Death Valley —concluyo luego de unos minutos de silencio.

 

Cassie y la otra persona detienen sus movimientos, dejan de trabajar sobre mis heridas y se miran fijamente.

 

—¿Acaso no es ese un pueblo abandonado? —dice alguien tras de mí.

 

—Exacto —murmuro— está abandonado por los humanos, pero otros seres lo habitan.

 

—Está loca —dice alguien.

 

El salón se llena de murmullos, nadie parece creerme. Todos están ciegos ante la verdad, y la verdad, siempre va más allá de lo que creemos.

 

—Yo sí te creo —habla con tranquilidad un hombre ceñudo—. Ese lugar está lleno de seres que no saben lo que es la compasión, el temor, ni el amor. —Agrega levantando la vista hacia mí—. Allí la noche es eterna, ningún alma está a salvo. Ellos saben todo de ti, tus miedos, tus secretos y cada pensamiento.

 

Todos lo escuchan en silencio y el sonido de su voz hace eco en la habitación. Cassie vuelve a concentrarse en mi herida y la otra persona —en quien no he reparado aún—, llama mi atención al momento en que empieza a revisar mi capa. Mi mano izquierda vuela veloz para arrebatársela; es un chico blanco, castaño y de ojos azules. Su sonrisa socarrona y descarada me irrita, me gustaría arrancarle la cabeza.

 

Mareada por tanta amabilidad y muy sedienta por haber perdido tanta sangre, trato de incorporarme en mis pies, sin poder cumplir con mi objetivo. Por el esfuerzo, regurgito grandes cantidades del líquido espeso y rojizo, sintiendo el sabor metálico de mi propia sangre en la boca. Algunas personas deciden irse del lugar, asqueadas por lo sucedido.

 

—¡Cielo santo! —exclama el dueño del local con repulsión—. ¡Randy! Limpia eso ahora.

 

El aludido asiente frenéticamente y sale disparado, para volver luego con cubetas y un repasador. Se deshace rápidamente de toda la sangre y se marcha.

 

—Cuéntanos, ¿qué fue lo que pasó, cariño? —insiste de manera dulce Cassie, y me centro en la gente que quedó deseosa de conocer lo que ha ocurrido.




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