Melancolía nocturna: retorno a la inocencia
Quiere la lluvia de negras gotas
Atravesar voluntades rotas,
Se hace escuchar, hace morir las notas
Al piano melancólico que llora
Bajo candelabros, hace hablar teclas que se presionan solas
Para salvarte y aliviarte.
Una garganta entusiasmada
Por el don de las musas rezaba:
“Compones para mí una tierna sinfonía:
Un acompañamiento de violín
Y de madrugada fría,
Acabará el motín,
Comenzará una triste alegría.
El viento se llevará tu aliento,
Pero quedará el orgullo,
Volverá a su elemento
Ese ojo acuoso tuyo.
Ese ojo acuoso tuyo...”
Y bajo el acoso de un maleficio,
Sueña la flor arrancada
Que será enmendado su sacrificio
Con los pasos de una lluvia embelesada.
“¿Y por qué los ríos
No son como tú?
Constantes, nunca mueren ante la visión de un mar vacío
¿Y por qué la lluvia no es como tú?
Un eterno reverdecer de luz,
Vida inagotable y dicha en hastío,
¿Y por qué yo amo los ríos y las lluvias, ríos de lluvias y lluvias de río?
¿Por qué amo todo en verdad?
¿Por qué estoy sola y no siento soledad?
¿Por qué lloro y no es de desgracia reacia?
¿Por qué suspiro por algo que no he perdido?
Tantas preguntas y un sólo instante para contestar.
Te escucho bajo pasos de lluvia llegar...”
Nadie entierra un deseo
Si no desea que germine,
Nadie guarda sus paseos
Como tesoro que termine.
Es el agua que te ahoga,
Es el cuello bajo la soga:
El temor trocado en placer,
Es lluvia que no cesa de caer.
Quiere la lluvia sus pequeñas semillas:
Ante sus ojos resisten las hojas,
No importa en qué persistan:
Su destino es renacer.