Rodrigo
-¿Estás bien?
El sonido que produjo el choque de su celular al caer al suelo junto con la pregunta de Aira lo hicieron volver en sí. A pesar de que sabía que su reacción no era la indicada, no pudo evitar actuar de esa manera. Gotas de sudor caían por sus sienes a la vez que un ligero temblor todavía quedaba en sus manos...
-¿Qué pasó? ¿Se murió alguien? -preguntó la muchacha.
-No, na... da... de... eso... -respondió el joven mientras recogía el teléfono y se lo guardaba rápido en su bolsillo.
-Estás pálido -añadió Aira-. ¿Qué es lo que me ibas a decir? ¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió?
-¡Nada!
-Pero... Rodrigo...
-Voy al baño, ya vengo -añadió cortante para luego irse, dejando a la joven con más preguntas que respuestas.
Durante su trayecto a los servicios higiénicos, Rodrigo observó a todas partes del local. Las personas iban y venían en un típico domingo por la tarde. La parte del local de los pedidos de hamburguess empezaba a atiborrarse de gente y a él le pareció que ya no era el ideal para continuar su encuentro con Aira. Nadie parecía reparar en él, a excepción de su amigo Fabián, quien lo observaba atento desde su puesto de trabajo. O al menos eso parecía...
-Hey, Fabián -dijo el joven mientras se acercaba hacia su amigo-. ¿Tienes un minuto? -le indicó con un movimiento de cabeza para que lo acompañara.
-Claro -respondió el aludido y siguió a su amigo hacia los baños de los hombres.
Ya en los servicios higiénicos, una voz masculina desesperada se escuchaba en su interior:
-¿Estás seguro de que nadie más sabe que iba a encontrarme aquí con Aira? -preguntó Rodrigo mientras se rascaba nerviosamente la cabeza.
-No que yo sepa. ¿Por qué lo preguntas?
-No le contaste a alguien más, ¿no? -dijo Rodrigo desesperado para luego apoyarse en uno de los lavaderos.
-¡Claro que no! No soy un bocón...
-¿Y ninguno de los chicos del trabajo grupal me iba a seguir luego de reunirnos?
-¡Espera! No entiendo nada... ¿Quién te seguiría? ¿De qué hablas?
Rodrigo no respondió. Abrió el caño del agua para lavarse la cara. Luego de hacerlo y levantar su rostro, se observó atentamente en el espejo. En él se apreciaba a sí mismo, a sus veintitrés años, a un joven que ansiaba recomponer su vida, a la chica que quería y a su triste pasado... aún a pesar de que pudiese tener obstáculos que se le interpusieran en el camino...
-Rodri, ¿me vas a decir qué mierda pasa?
-Eres el único al que le he contado lo de Aira -respondió el aludido, dándose vuelta para observar a Fabián.
-Oh, qué honor...
-Y si es así, no sé cómo diablos... ¡cómo diablos! -indicó el joven apretando con fuerza uno de sus puños para luego golpear una de las puertas de los baños.
-Oye. ¡Espera, brother! ¿Qué te pasa? -indicó Fabián tratando de calmar a su amigo-. Que me van a despedir si...
Después de breves instantes, en los que Rodrigo por fin se calmó, sacó su teléfono. Digitó un par de teclas para luego añadir:
-Mira esto... -dijo de forma triste y entregó su celular a Fabián. Este al leer lo que tenía frente a sí abrió sus ojos como plato.
-Conch...
-¿Lo ves?
-Pero, ¿cómo puede ser?
-No lo sé -añadió Rodrigo mascullando con rabia, ira e indignación. Tanta era la mezcla de sensaciones negativas que el ardor que experimentaba en su interior pugnaba por salir como un volcán en erupción-. No lo sé...
-Pucha, compadre. Sea lo que sea, yo no le he dicho a nadie lo de tu cita, ¿sí? Recién mañana pensaba contarle a uno de mis amigos que POR FIN habías salido con una chica. ¡Y vaya chica!
-¿Vaya chica? ¿Qué quieres decir? -preguntó Rodrigo dándole la espalda y dirigiéndose a orinar.
-¿No te has dado cuenta de que ella tiene... ? Bueno, tú sabes... es evidente, ¿no?
-¿Eh? -preguntó el aludido con una mueca.