Nota de la autora
Este capítulo contiene algunos párrafos de escenas dirigidas a un público lector de más de 18 años. Se recomienda discreción.
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La proximidad del verano se asomaba por la habitación, elevando la temperatura de cada uno de los rincones de ella. Las telas de las cortinas entreabiertas dejaban ver tenuemente a los habitantes en aquélla. Los rayos del sol, que podían filtrarse a través de los doseles, se cernían sobre aquellos cuerpos desnudos. Estos danzaban a la par sobre aquellas sábanas, no pudiendo precisarse en dónde comenzaban las telas de estas y en dónde la piel de aquellas personas.
Un joven de pelo negro estaba ejerciendo el control en esos instantes, en una posición que no le era cómoda. No obstante, era la más preferible para esa ocasión. Ansioso como se encontraba, estaba tratando de mantener la cordura y hasta ahora lo estaba consiguiendo. Pero no sabía por cuánto tiempo.
Adoraba con tanta desesperación a la chica que se hallaba bajo suyo. El sólo observarla, el sólo tocarla y el sólo poseerla le hacía alcanzar el éxtasis a límites insospechados, deleitándose de las más sublimes de las ambrosías que alguna vez hubiera imaginado. No obstante, en algunas ocasiones la duración de aquellos manjares no había tenido la duración adecuada, para frustración de él y de quien lo acompañara.
Finalmente, cuando sus ansias por mantener por mayor tiempo el deleite de esa ambrosía lo traicionaron, se separó de su compañera. La desazón que lo carcomía no podía compararse con la culpa que sentía al ver la cara de frustración de la joven, y lo que a continuación escuchó de ella:
-¿Otra vez? -Luego de regular su respiración, añadió-. ¿Esto es todo?
-Lo... Lo siento -respondió el joven casi arrastrando las palabras.
-¿Cómo es posible, Rodrigo?
-Bueno... Yo... No sé qué decir...
-Antes no te ocurría, ¿por qué últimamente sí?
Él pasó saliva y se le quedó mirando. No sabía qué responder. Sólo tenía la certeza de que, con el transcurrir del tiempo, el sentimiento que lo unía a ella le provocaba una nueva serie de sensaciones imposibles de procesar. Anhelos insuficientes por concretar... Emociones imposibles por contener... Etapas todavía prontas por quemar...
Al ver la falta de respuesta de su enamorado, ella hizo una mueca. Luego se puso una polera grande y se levantó de la cama con dirección al baño. Él quiso tomarla del brazo antes de que se dirigiera a su destino. Pero, el gesto de desdén que le hizo junto al ninguneo que recibió al darle la espalda, provocaron que en su interior algo se rompiera, distribuyendo a cada fibra de su ser una sensación de fría distancia...
-¿Noe?
-¿Qué? - contestó la chica quien todavía se hallaba aseando en la otra habitación.
-¿Qué vas a hacer cuando terminemos la secundaria?
-Pues lo que ya te conté. Mis papás dicen que pueden pagarme los estudios en Alemania. Sólo debo dar el examen de convalidación del idioma en febrero, y si todo va bien, pues en unos meses estaré viajando para estudiar allá. O quizá pueda ir a Italia o a París...
-Ya veo -pronunció el chico mientras se contemplaba los brazos y los pies. Estos le temblaban-. ¿Y por qué...? ¿Por qué..? -Hizo una pausa-. ¿Por qué no te quedas aquí en Perú estudiando? Hay muy buenas universidades también...
La chica asomó la cabeza en el umbral.
-¿Aquí en Perú? -El asintió con la cabeza-. Ni cagando. ¿Estás de broma, no?
Rodrigo no supo qué contestarle. Ella regresó al baño a seguir con lo suyo.
Quiso pronunciar con palabras lo que por tanto tiempo estaba experimentado. Mas, cuando quiso hacerlo, el ardor que sentía en su garganta junto con la sudoración que invadía todo su cuerpo se lo imposibilitaron.
Hacía un mes atrás se había enterado de la noticia. Noelia Schemankevitz, su enamorada, le había dicho muy suelta de huesos que al terminar el colegio había decidido que estudiaría Diseño de Modas en Europa. Él, al darse cuenta de lo que esa distancia significaría para ambos, le había dicho que podía estudiar en cualquier academia de su país. No obstante, por más que en las últimas semanas se había esforzado en investigar sobre la reputación de las escuelas locales de su diseño, tomándose el trabajo de ir a cada una de ellas en la ciudad, así como darle prospectos e informarle de los requisitos y costos de aquéllas, ella pareció no tomarle importancia. Quería salir del Perú a cómo dé lugar y "dejar este horrible país para siempre", según sus palabras textuales.