Memorias de Otoño

Manos de Oro

En tus brazos envuelves la luz mortal. Nivea y letal, te encuentras entre el crepúsculo y la llamarada intensa del carmesí primaveral.

Mi voz es nula, soy un solitario, un heredero de los pecados que la luna destruyó. De tus manos se extienden frutos, alimentos que me mantienen con vida; de tu traje pulcro rojizo se extienden rosas, flores hermosas que alegran mi paisaje.

Soy la noche oscura, que fecunda espinas evitando ser un súbito del miedo. Ciudades pálidas son presas de la agonía, exclamando el prefacio de clamor, esperando tu llegada. Tienes el poder de eliminar la oscuridad y procrear la naturaleza, la ciudad se alimenta de tu bondad sempiterna.

Eterna y hipnótica dama, soy tu esclavo unilateral, mi corazón es un negro intenso y tus manos doradas son mi sanación; confianza pura, creación divina, secuencias simbólicas. La alegría palpita en este campo de rosas; bella dama de piel clara, seré tu sombra eterna.




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