Capítulo 4 – Pasado presente.
El agente Saúl Ramos se encontraba en comisaría, en el interior de su despacho. La estancia no era más que un pequeño cubículo sin ventanas que compartía con su compañero Bartolomé. Era muy temprano, se encontraba revisando unos informes, cuando su teléfono móvil le distrajo de sus labores. La llamada entrante la efectuaba un 'número desconocido'.
-Si, dígame. —No fluctuó a la hora de contestar.
<-Hola Saúl.>
- ¿Por qué me llamas aquí...? Le dije que no era buena idea. —Saúl reconoció la voz al instante, era una voz grave e intensa.
<-Ha llegado una información a mis oídos. Alguien ha hablado con uno de mis hombres, y, ¿sabes lo que le han contado...?>
Saúl permaneció en silencio.
<Le han dicho que Javier sigue vivo.>
Saúl no supo que decir, un denso nudo se formó en su garganta al escuchar la información.
-Es complicado... —Se esforzó para poder responder.
<- ¿Complicado? —Enunció de manera retórica. — Quiero que esta tarde te pases por mi local. >
-No sé si es buena idea, nuestra relación debe ser discreta. — Saúl trató de mantener la serenidad.
<- ¿Te ha parecido que es una sugerencia?>
-No, señor... —Disminuyó el volumen de su voz.
<-Luego nos vemos. Así podrás explicarme bien que ostias ha pasado.>
-Por supuesto, señor... —Respondió con congoja.
<-Bien. —Comentó el locutor antes de finalizar la llamada.>
Ulises se despertó en la cama de Laura. La noche anterior había culminado con dos placenteros encuentros sexuales entre ambos. Ulises amaneció alborozado, no podía pensar en nada más que en Laura. Una sonrisa bobalicona lo delataba, ocupando su semblante e iluminando du rostro.
Tras permanecer un tiempo extra tumbado en la cama, se decidió a levantarse. Al alzarse vio una nota colocada en la mesita de noche, junto al collar.
«Uli anoche fue estupendo, he ido al trabajo, nos vemos para comer, un beso enorme.»
Los gatos se asomaron al oír sus pasos.
-Buenos días. —Enunció agachándose y acariciando a ambos felinos.
Ulises siguió su camino, primero paró en el aseo para orinar y lavarse la cara. Después fue hasta la cocina. Se preparó un sándwich con mantequilla y embutido, y relleno un vaso con zumo de naranja de la nevera. Con el desayuno entre las manos recorrió el pasillo hasta el salón.
Depositó sus enseres sobre la mesa pequeña frente al sofá. Usó el mando a distancia y encendió la televisión. A pesar de enchufarla, no prestaba atención a la programación, en este momento solo podía pensar en Laura. En sus labios, en su suave piel, en su mirada y en su sonrisa. Su semblante se resplandecía con tan solo pensar en la noche anterior. Fue comiendo con tranquilidad, hasta apurar el último trago de su jugo. Después de un rato pensativo, meditando sobre a que dedicar su mañana, decidió ir de visita al hospital para ver a Jacinto. Le carcomían las ganas de contarle lo que había ocurrido con Laura. Sentía la necesidad de compartir con alguien más todo lo que procesaba en ese momento.
No se demoró por mas tiempo, fue hasta su cuarto y se cambió de ropa. Agarró del mueble: las llaves, el móvil y la cartera. Después salió por el pasillo, los gatos le acompañaron hasta el recibidor.
-Hasta luego Jon, hasta luego Aría. —Se despidió abriendo y cerrando la puerta con cuidado para que ninguno saliese fuera.
Con celeridad recorrió el pequeño camino que separaba la casa de Laura del hospital. Accedió por el enorme vestíbulo, directo al ascensor. Subió en ella hasta la cuarta planta. Cuando las puertas se abrieron, ahí estaba Laura. Con una coleta anudando su pelo, guantes de látex en sus manos y una bata blanca por encima de su ropa de calle. Iba junto a una auxiliar de enfermería, una de sus compañeras en la planta. Laura lo miró fijamente, ruborizada. Cuando terminaron la cópula apenas hablaron, ambos se durmieron por el agotamiento.
-Buenos días. —Afirmó Ulises con tono afectuoso.
-Buenas Ulises. ¿Vienes a ver a Jacinto?
-Si, me apetecía hablar con el un rato. —Manifestó sus intenciones.
-Yo voy a la sexta planta, tengo que recoger muestras. Y.…, a ver que le cuentas a Jacinto. —Laura guiñó su ojo con descaro.
Ulises no respondió, solo se quedo embobado rememorando, deseoso de volver a tener a Laura entre sus brazos.
-Anda va, ve. —Laura y su acompañante subieron al ascensor.
Ulises regresó de su ensimismamiento y salió del ascensor.
-Hasta luego.
-Chao. —Mencionó mientras las puertas se volvían a cerrar.
Dentro del ascensor la compañera de Laura no pudo evitar comentar el encuentro.
- ¡Que callado te lo tenías, eh!
Laura no necesitó responder, la sonrisa en su rostro contestó por sí sola.
Ulises se detuvo frente a la puerta de la habitación 224. Tocó dos veces consecutivas y paso al interior.
Jacinto seguía tumbado en la cama, apenas eran algo más de las diez de la mañana.
- ¡Buenos días, chico! ¿Cómo es qué has venido tan pronto? —Le sorprendió la visita.
-No tenia nada que hacer, y he pensado en venir a verte.
Para Jacinto no pasó desapercibida la fulgurante e inamovible sonrisa que Ulises portaba.
-A mi no me engañas... —Le sonrió con picaresca.— Cuéntame, ¿qué tal ayer? —Huroneó sugerente Jacinto.
-Pues... Pues... —Ulises estaba tan nervioso que no sabia por donde empezar.
-Venga, adelante. ¿Le gustó el regalo?
-Le encantó. Fue mágico, no sé como describirlo. —Sus ojos brillaban al hablar.
-Chico, se más conciso.
-Cuando le di el regalo me besó. —Expuso con timidez. — Y después...
- ¡¿Qué?! —Jacinto estaba intrigado e impresionado.
-Ya sabes... —Afirmó Ulises a la par qué levantaba simultáneamente sus cejas.
- ¡Que bribón! —Le miró con audacia.
-Todo fue gracias a ti. —Declaró con suma gratitud.
-No digas tonterías chico, el detalle nació en ti. Y me alegro de que te fuera tan bien.
-Buff... Es que, ahora mismo, no sé ni como sentirme, estoy en una nube.
-'Carpe diem'.
- ¿Carpe qué...?
-Que disfrutes el momento.
-Pues sí.
-Y dime, ¿cómo te sientes al pensar en Laura?
-Yo... —Ulises se detuvo reflexivo unos segundos. — Feliz. —Contestó sin oscilar lo más mínimo.
-Entonces, no puedes pedir más. —Jacinto le miró con regocijo, apreciaba algo similar en Ulises, a lo que él mismo sentía cuando evocaba el recuerdo de su difunta esposa.
En los siguientes minutos, Jacinto estaba mustio y apagado, Ulises lo percibió y no sabía cual podía ser el motivo. Tras continuar con el mutismo durante unos minutos, Jacinto quebrantó el silencio.
-Sabes, chico... Lo he pensado y podíamos salir otro día juntos por ahí.
-Me parece bien. ¿Ha pasado algo para ese cambio de opinión?
-Ayer por la mañana me sentí vivo. Disfruté saliendo del hospital, y no sé que más decir... —Expuso retraído.
-Igual es hora de tomar decisiones amigo. ¿Por qué pasar tu tiempo aquí encerrado?
-Puede que tengas razón. —Afirmó cabizbajo.
-Si no recuerdo mal, me dijiste que querías viajar a la playa. ¿No crees qué podría ser el momento?
-'Sabe dios'. —Jacinto se limitó a usar una expresión.
-Mmm... —Ulises gruñó por la negativa de su amigo. — No te entiendo.
-¿Qué hay qué entender? —Interpeló irascible.
-Puedo entender que estuvieras un tiempo aquí, pero no comprendo porque sigues aquí. —Sin intención elevo su tono de voz.
-Ya te lo dije... Nadie me espera ahí fuera.
-Esto no depende de los demás, depende de ti.
-No tengo nada mejor que hacer. —Refutó Jacinto airado.
-Eso no es cierto. Ayer disfrutaste cuando salimos. ¿Por qué no seguir? Salir más, disfrutar de la vida.
-Grr. —Jacinto emano un gruñido
-Sabes que tengo razón. 'Carpe no se qué' como me has dicho a mí, disfruta el momento.
-Ya lo hago. —Comentó con seriedad.
-Eso es lo dices, ¿pero de verdad lo piensas?
- ¡¿Se puede saber quién eres tú para opinar sobre mi vida?! —Exclamó Jacinto con crispación.
-Tu amigo... —Murmuró Ulises entre dientes.
-Quiero que te vayas. —Afirmó sin vacilar.
-Pero Jacinto...
- ¡Vete! ¡Quiero estar sólo! —Concluyó con ira.
- ¿Estás seguro?
-Lárgate Ulises. —Replicó con soberbia.
Tras pasar unos segundos conmocionado por la reacción de Jacinto, Ulises le obedeció y abandonó la habitación. Se detuvo frente a la puerta. No sabía si debía volver a entrar, pero su enfado para con Jacinto le hizo partir sin mirar atrás.
En el interior de la '224' Jacinto se semi incorporaba sobre su cama. No pudo evitar derramar algunas lágrimas. En su interior sabía que las palabras de Ulises eran muy ciertas, pero desgraciadamente, se había acostumbrado a la comodidad de no tener que pensar en el mañana. Con ello lograba no tener que preocuparse por nada, no obstante, también estaba desperdiciando el poco y valioso tiempo que todavía poseía.
Ulises abandonó con celeridad el centro hospitalario. Estaba profundamente molesto tras la discusión con su amigo. Él tan solo pretendía ayudar a Jacinto, en ningún momento había pretendido importunarlo.
Subió a casa con presteza, los felinos le recibieron a su llegada. Pero debido a su malestar esta vez no hubo carantoñas ni comentarios hacía los ellos. Fue directo al comedor y se acomodó en el sofá. Le resultaba difícil entender como su día había pasado del mas puro beneplácito hasta esta insatisfactoria tesitura.
Intentó dejar tras de sí las zozobras por Jacinto, puso la televisión y se acomodó en el sillón.
-Uli... Uli despierta. Son ya las tres.
Ulises abrió los ojos y la cara de Laura fue lo primero que diviso.
- ¿Qué pasa?
-Te has quedado dormido. Es hora de comer.
-Claro. —Estiró su cuerpo. — ¿Qué tal tu mañana?
-Bien, lo de siempre. Al acabar he pasado por el supermercado y en una tienda de comida para llevar. A, y sabes, una compañera me ha interrogado sobre ti.
- ¿Y eso? —Ulises solo prestó atención al último comentario.
-A las personas les encanta cotillear, ya te acostumbraras. ¿Qué tal tú? Cuando he pasado por la habitación de Jacinto ya no estabas.
-Bueno... Hemos tenido una pequeña discusión.
- ¿Y eso por qué?
-Se ha tomado a mal algo que le he dicho.
-Vaya, lo siento cielo. Seguro que hacéis las paces pronto. —Mencionó con austeridad.
- ¿Y tú de qué has hablado con tu compañera?
-Quería saber si había algo entre tú y yo.
- ¿Y qué le has dicho? —Preguntó con total interés.
-Que es algo complicado.
- ¿Por qué lo es?
Laura le dedicó una sonrisa dulce tras ver su reacción.
- ¿Yo te gusto? Porque tú a mi si. — Ulises se expresó con total franqueza.
-Tú a mí también, bobo.
-Entonces, es algo sencillo.
-Me gusta tu entusiasmo. —Mencionó con humor.
-Pero... ¿Somos pareja?
-No pongamos etiquetas a lo que tenemos. Vamos a dejar que fluya, ¿vale?
-Vale. —Asintió decaído.
-Anda levanta.
Ulises obedeció, Laura se aproximó a él y le beso con dulzura. Después del beso Ulises la estrecho entre sus brazos, Laura le devolvió con ternura el abrazo.
- ¿Comemos? —Interpeló al separarse de Ulises.
-Claro, voy a poner la mesa.
-Hoy he comprado paella.
- ¿Paella?
-Ya te lo comenté el otro día, es la receta típica de la comunidad Valenciana, esta muy buena.
-Si lo has elegido tú, será porque esta buena.
-Gracias. Además, esta en concreto, la hace un conocido mío que es de allí, así que es una paella 'original'.
-Genial.
Ulises salió del comedor para ir a la cocina.
- ¡Trae vasos! —Exclamó para que Ulises le escuchase.
Laura cogió una bolsa donde estaba el arroz y la apoyó sobre la mesa más pequeña. Destapó los envases y les agrego limón, además de sacar una botella de litro de refresco. Ulises no demoró su regreso.
- ¿Es normal que sea amarillo? —Espetó Ulises al ver el color del arroz.
-Claro. —No pudo evitar una carcajada. — Es así por el colorante.
- ¿Y por qué hay que poner colorante al arroz?
-Vaya... No me lo había planteado nunca. —Comento acompañando su frase de una risita. — Lo importante es que está bueno.
-Eso no te lo puedo discutir todavía.
-Pruébalo anda.
-Mmm... —Se llevo una cucharada a la boca. — Esta bueno, sabe mejor de lo que esperaba.
Laura rellenó los dos vasos con el refresco. Ulises miró extrañado el aspecto que tenía.
- ¿Pasa algo?
-Es naranja y con burbujas. —Comentó observando el interior del vaso. — ¿Es zumo?
-Es ‘fanta de naranja’.
Ulises no dudó y la probó.
-Ea, esta bien también, es..., refrescante.
-Si esto te gusta, espérate a ver todo lo que he comprado en el 'super'. Vas a flipar con la cena.
- ¿Qué has traído?
-Hamburguesas, queso, lechuga, pan de hamburguesa, y muchas más cosas.
-Como me cuidas. —Sonrió.
- ¿Quieres qué ponga "nuestra" serie para comer?
-Claro.
Ulises comía y no quitaba su vista de la pantalla, el capítulo estaba muy interesante.
-No morirá, ¿no? —Preguntó con inquietud.
-Ahora lo sabrás.
- ¡No puede ser! —Declaró a ver como decapitaban a su personaje favorito. — ¡¿Y el capítulo acaba así!? Vaya tela.
-En esta serie la justicia es relativa.
-Ya veo ya... —No podía ocultar su desagradable sorpresa.
-Oye, esta tarde he pensado que podíamos salir. —Comentó Laura atrayendo la atención de Ulises.
-Claro, ¿qué te apetece hacer?
-Hace unos días te hable del cine, ¿te apetece que vayamos a ver una película?
-Suena estupendo.
-Podemos ir en dos horas, a la sesión de la seis.
-Bien, así me da tiempo a ducharme.
-Perfecto Uli.
- ¿Da tiempo a ver otro capítulo?
-Si, además, nos queda el último de la temporada.
-Pues dale. —Ulises estaba extasiado.
El silencio imperó, Ulises ni tan siquiera parpadeaba, no apartaba la mirada de la pantalla, únicamente prestaba atención a la televisión. Laura disfrutaba más viéndole a él, que con el programa, le encantaba observar sus expresiones y gestos. Tras aproximadamente una hora, el capítulo concluyó, con un trepidante final.
-¿Hay más episodios...? Sí, ¿no?
-Si, mucho más.
- ¡Genial!
-Pero ahora tenemos que prepararnos para irnos. —Laura comprobó la hora en su teléfono.
-Claro, voy a la ducha.
-Perfecto, yo voy a vestirme.
Ambos se levantaron con simultaneidad. Dejaron atrás el salón y se separaron en el pasillo, Ulises fue al aseo y Laura hacía su cuarto.
Ulises se desnudó y fue interactuando con el pasador hasta dar con la temperatura óptima para el agua. Procedió con premura, apenas duró diez minutos bajo el agua. Una vez se había aclarado, agarró un albornoz y una toalla. La toalla la usó para secarse el cabello, cara y barba. Con el albornoz cubrió su cuerpo. Cuando ya estaba seco salió del baño y se trasladó hasta su habitación. Se puso los vaqueros, una camiseta interior, y una camisa fina encima. Cuando emergió del cuarto se encontró a Laura de frente, ya que ella también salía de su habitación. Ella portaba una blusa azul turquesa, con un elegante escote, y unos vaqueros cortos. Se había pintado a ralla en los ojos, y llevaba su media melena suelta. Además, Laura decidió estrenar su nuevo collar y los pendientes a juego.
-Estás preciosa... —Comentó estupefacto ante la hermosura de Laura.
-Gracias. —Respondió coqueta.— ¿Nos vamos?
-Claro, detrás de ti. —Estiró su brazo con la palma de la mano extendida como connotación.
Laura recorrió el pasillo hasta el comedor, y salió una vez había agarrado su bolso de la estantería. Todo ello, ante la atenta mirada de Ulises, que no podía apartar su mirada de ella.
Laura avanzó hasta la puerta, Ulises salió primero, Laura cerró la puerta con suavidad y con la llave en la hendidura activó el cerrojo extra. Bajaron por las escaleras y dejaron atrás el edificio.
-El coche está para allá. —Laura le indicó el camino a Ulises.
Caminaron dos calles hasta el vehículo, un automóvil marca 'Audi C3', negro y de tres puertas.
-La verdad, no me imaginaba como seria tu coche.
-Ya, no es que lo use mucho. Vivo cerca del trabajo, y también ten en cuenta que es muy difícil encontrar aparcamiento en el centro. Tenemos la suerte de que en el cine tienen un parking inmenso.
-Qué bien.
Laura desbloqueó las puertas con el mando inalámbrico y subieron al automóvil.
-Ponte el cinturón. —Laura lo señaló y lo abrochó mientras Ulises la observaba.
-Voy. —Imitó el procedimiento hasta escuchar el clic.
Laura arrancó y se incorporó al tráfico. Entretanto, Ulises miraba con curiosidad a través de la ventanilla.
-Si quieres dale al botón de la derecha, y bájala.
-Genial. —Expresó apretando el interruptor.
-Bueno, ¿qué te apetece que veamos? ¿Qué tipo de película?
-¿Qué te apetece a ti?
-Uli, no tienes que elegir siempre lo mismo que yo, ni consultármelo todo, tú tienes voz y voto. Y me gusta saber tu opinión.
-Bueno... Mmm... Pues cuando lleguemos miro las opciones y te digo.
-Estupendo. —Le sonrió.
Laura seguía el camino, centrada en la carretera, Ulises proseguía observando el entorno y las personas que lo abarrotaban.
-¿Es difícil conducir? —Interpeló mientras se fijaba en los movimientos de Laura.
-Al principio lo es, pero con el tiempo te acostumbras.
-Algún día me gustaría conducir.
-Si quieres, puedes. Solo tendríamos que buscar una autoescuela para que te enseñen.
-Seria genial. —Esbozó una sonrisa gratificante. —Aunque no sé si yo podré aprender.
-Uli, con esfuerzo y determinación, todo es posible.
-¿Seguro? —Mencionó con cierta incredulidad.
-Por supuesto. Que sepas que yo el primer año estudiando medicina suspendí muchas de las asignaturas.
-¿Y cómo lo hiciste para aprobar?
-En lugar de deprimirme y rendirme, multipliqué mi esfuerzo y puse el doble de ganas. Y mira, al final conseguí mi objetivo, y me especialicé en neurología.
-Hay algo que siempre he querido preguntarte.
-Pues adelante.
-¿Por qué te hiciste médica?
-Uff, es una larga historia. —Declaró mientras aminoraba la velocidad debido el intenso tráfico.
-Tenemos tiempo.
-Bueno, si quieres saberlo, todo empezó cuando tenía diez o once años, no recuerdo la edad exacta. Vivíamos en una casa a las afueras. Teníamos unos grandes ventanales. Un día, un pequeño pájaro, chocó bruscamente contra el cristal.
Ulises escuchaba con atención el alegato de Laura.
-El pobre se rompió un ala, y quedó gravemente herido. Mi padre me decía que moriría, que no me encariñara con él. Pero me negué a aceptarlo. Lo metí en casa y mi madre me ayudo a vendarle el ala. Al principio dejó de comer, y de beber, y estaba cada vez mas débil. Yo no podía permitir que muriera, algo dentro de mi se negaba a aceptarlo. Jugaba con él, le acariciaba, hasta cazaba insectos en el jardín y los trituraba para darle de comer. Poco a poco, mejoró, su ala sanó y recuperó la vitalidad. Cada día lograba mover el ala un poco más, hasta que un día, semanas después, consiguió volar por mi habitación. Cantaba de felicidad, revoloteaba por toda la casa. Fue algo mágico, nunca se me olvidará lo feliz que me sentía por haberle curado. Otros lo hubieran desahuciado, pero yo sabía que todavía tenía mucho que vivir.
-¿Qué pasó con él?
-Un día tuve que abrir las ventanas y dejarle ir.
-Vaya... Lo siento.
-No hay nada que sentir. Él ya estaba sano y debía seguir su viaje. Que no estuviera conmigo no borraba los buenos momentos juntos. Y, ayudarlo, me pareció lo mas reconfortante que había sentido nunca. En ese momento me di cuenta que a eso era a lo que quería dedicar mi vida, a hacer con las personas lo que hice con aquél pájaro.
-¿Le pusiste nombre?
-Si, en casa lo llamábamos 'Piolín'.
-Es una historia muy bonita.
-Gracias Uli. —Apartó su mirada de la carretera para dedicarle una sonrisa.— Mira es ahí. —Comentó señalando con el dedo índice.
Ulises no respondió, se mantuvo en silencio, seguía reflexionando sobre la historia que Laura le acaba de contar. En cierto modo él veía semejanzas entre si mismo y el ave.
-Tenemos suerte, como estamos entre semana no hay tanta gente.
Laura aparcó el coche de frente en un hueco vacío entre otros vehículos.
-¿Todo bien? —Preguntó al ver que Ulises permanecía absorto.
-Claro, vamos. —Afirmó abriendo la puerta.
Laura y él salieron del vehículo, y ella bloqueó las puertas.
Ulises se asombró al ver las inmediaciones del recinto. Era una construcción muy extensa, repleta de locales, en su mayoría restaurantes, tabernas y cafeterías. Muchos colores vivos y movimiento por todos lados.
-Es increíble.
-Si, 'Cinepolis' es mi cine favorito, aunque es un poco caro.
-No me lo imaginaba así. —Ulises no esperaba que fuese un emplazamiento tan colosal.
-Por esas escaleras llegamos a las taquillas.
Ulises continuaba oteando el lugar mientras seguía a Laura.
-Es ahí. Antes de sacar las entradas vamos a mirar la cartelera.
Laura agarró a Ulises de la mano para guiarlo frente a unas pantallas donde aparecían los horarios, salas y sesiones disponibles. Ulises se sintió dichoso porque Laura hubiese entrelazado la mano con la suya.
-¿Ves alguna qué te llame la atención? —Inclinó su cabeza hacía Ulises.
-¿Esa de ahí de que va? —Señaló con su mano un cartel colgado en el techo .
-Esa va sobre el primer viaje a la Luna. Es de los astronautas del 'Apolo 11' y su viaje al satélite.
-Suena muy interesante, ¿vemos esa?
-Claro, no se hable más. Espera aquí, voy a por las entradas.
Laura se aproximó a las taquillas y adquirió los dos boletos.
-¿Vamos entrando?
-Claro.
-Es por allí.
Caminaron hasta uno de los accesos, las salas de proyección se dividían entre dos corredores: a un lado, desde la 1 a la 12, y al otro de la 13 a la 24. El filme que ellos iban a ver se proyectaba en la sala 22. Laura entrego los 'tickets' a la empleada que estaba detrás de un mostrador junto al recibidor.
-Sala veintidós, fila dieciocho, asientos seis y siete. —Comentó la trabajadora retirando la parte desplegable de la entrada.
-Gracias. —Respondió por cortesía.
Después de avanzar unos metros, se encontraban en un pasillo repleto de diferentes tentempiés, aperitivos y refrigerios.
-Vamos a comprar palomitas. —Comentó abriendo una vitrina de cristal y sacando un cubo.— ¿Qué quieres de beber?
Ulises centró su visión en las neveras.
-Coca cola
-Buena elección.
Ulises agarró dos botella de plástico de medio litro. Una vez tenían cuanto querían fueron hasta la caja. Laura pagó con tarjeta las consumiciones y avanzaron hasta la sala.
-¿Tienes qué ir al baño, Uli?
-No, estoy bien.
-Perfecto, sígueme.
Laura iba en cabeza, escoltando a Ulises hasta el interior de la sala veintidós. La estancia era inmensa, con una pantalla cuatro metros de largo y doce de ancho. Tenía una capacidad total para 365 localidades, repartidas homogéneamente en filas escalonadas.
Laura subía los peldaños, mientras Ulises la seguía desde atrás. En total subieron dieciocho filas, hasta alcanzar sus asientos.
-Son cómodos. —Comentó Ulises al tomar asiento.
Las luces seguían encendidas cuando el proyector comenzó con la retransmisión. Antes de iniciar la película, se emitían diversos anuncios de conocidas marcas.
-No me imaginaba que en los cines pusieran anuncios.
-Pues por desgracia así es. —Expuso con humor Laura.
La publicidad y los diferentes trailers de futuros estrenos se sucedieron uno tras otro. Después de mas de un cuarto de hora se vislumbró la cuenta atrás, que informaba del inicio del filme, en ese momento las luces se apagaron completamente.
-Pongo las palomitas en el medio, y así podemos llegar bien los dos. —Susurró Laura en voz baja.
Ulises asintió.
La película duro dos horas y cuarto, las palomitas apenas tres cuartos de hora. Durante la película Ulises posó con delicadeza su mano sobre la de Laura. Cuando la película finalizó y asomaron los títulos de crédito, las luces se encendieron.
-¿Qué te ha parecido? —Laura quiso conocer su parecer.
-Me ha gustado mucho. No imaginaba todo lo que tuvo que pasar hasta que lograron pisar la Luna.
Laura se alzó de su asiento, Ulises la imitó al instante. Comenzaron a bajar los peldaños para salir de la sala.
-Ha estado muy entretenida.
-Me pregunto cómo se tuvieron que sentir.
-¿Qué quieres decir?
-Estar ahí arriba, tan solos, tan lejos de todo lo conocido. Ser los primeros en tocar la Luna, ver la tierra desde la distancia. —Ulises estaba fascinado.
-Suena emocionante. —Expuso Laura con cierta admiración.
Laura y Ulises tiraron los envases vacíos en una papelera ubicada frente a la salida.
-¿Tú querrías ir a la Luna? —Preguntó Ulises centrando su mirada en Laura, mientras emergían al exterior.
-Pues... —Se pausó pensativa.— Si. De tener la oportunidad, creo que lo haría. ¿Y tú?
-Yo creo que no.
-¿Por qué no? —Interpeló Laura intrigada.
-Me gusta ver a otra personas, pero no estar ahí. Me sentiría muy desprotegido sabiendo que un trozo de metal es lo único que me separa de la más pura nada.
-Eso es cierto, pero la emoción y la adrenalina que se tienen que sentir, ¿qué? . Debe ser una experiencia única e incomparable. —Declaró con apasionamiento.
-Ya has visto en la película, tuvieron que entrenar muchísimo, y el miedo a que algo saliera mal.
-Eso es cierto, pero mira el final. Como dice Neil Armstrong, un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad.
-No me convences. —Ulises se rio.
-Pues nada, cuando vaya a la Luna, tendré que ir sin ti. —Bromeó jocosa.
Laura sacó la llave del coche y abrió las puertas. Con una sincronización casi exacta, accedieron cada uno por su puerta.
-¿Qué es lo más arriesgado que has hecho? —Ulises sonrió interés.
-Vaya pregunta... —Se detuvo para arrancar el motor.— Pues, a ver que piense.
-Seguro que algo se te ha venido a la mente cuando te he preguntado. ¿Qué ha sido lo primero que has pensado? —Prosiguió fisgoneando Ulises.
-Si te lo cuento, ¿guardarás el secreto?
-Sabes que sí. —Ulises exudaba convicción.
Laura salió del parking, y tras un desvío, se incorporó al tráfico.
-En el hospital hice una eutanasia a un paciente moribundo... Solo ha pasado una vez, pero me marco de por vida. —La expresión de su rostro cambio por completo.
-Disculpa mi ignorancia, pero no se si tengo claro el significado de la palabra 'eutanasia'.
-Es realizar una muerte asistida, matar a alguien que sufre antes de que lo mate la enfermedad.
-Entiendo... —Se pausó.— ¿Y esa persona estaba muy enferma?
-Se estaba muriendo, no había tratamiento posible y cada día que pasaba padecía más y más. Me lo estuvo pidiendo día tras día, entre quejidos y sollozos, hasta que un día acepté hacerlo.
-Creo que hiciste lo correcto... — Ulises expuso su opinión con total sinceridad.
-Quiero pensar que así fue...
La conversación menguó durante el trayecto de vuelta. Ulises estaba inquieto, pensaba que quizá había importunado a Laura con sus preguntas, y por ello escogió mantenerse en silencio.
-Sabes... Yo no recuerdo que es lo peor que hice antes del accidente. Pero, sí sé lo peor que he hecho después.
-¿Qué? —Preguntó con intriga.
-Mentirte.
-¿Y eso? ¿Cuándo me has mentido?
-Cuando te dije que había pasado la mañana en casa, y fui a por el collar. Lo cierto es que todo fue gracias a Jacinto, nada hubiese sido posible sin él. Y lo oculté para que estuvieras orgullosa de mí.
-Que bobo... —No pudo evitar esbozar una sonrisa.— Ya lo sabía. Soy su médica, y ese día, misteriosamente, no estaba a la hora de su visita diaria. Fue fácil deducirlo.
-Si es que, siendo tan lista, no sé como pensé que podría engañarte.
-¿Cómo surgió la idea? —Se interesó por conocer la historia.
-Quería regalarte algo por lo bien que te comportas conmigo. Como no tenía dinero decidí pedirle un préstamo. Pero Jacinto es una gran persona, y además de correr con los gastos, se ofreció acompañarme. El resto ya lo conoces.
-¿Dónde lo comprasteis?
-En un centro comercial, fuimos en autobús. Y lo pasamos muy bien.
-Me gusta que salieras por ahí, creo que salir puede favorecerte y quizá hasta te ayude a recordar algo.
Ulises realizó una mueca con sus labios, que no pasó desapercibida por Laura.
-¿He dicho algo malo?
-No, es solo que, no sé si quiero recordar...
-¿Uli por qué dices eso? —Interpeló confundida.
-Me gusta como estoy ahora.
-Pero... —Laura se sorprendió de la respuesta.— ¿No te gustaría saber de dónde vienes?
-El pasado no me interesa, es el presente y el futuro en lo que quiero centrarme.
-Ya, en parte, te entiendo. —Empezó a conducir en bucle en busca de un aparcamiento cerca de casa.— A mí también hay cosas que me gustaría no recordar, decisiones malas que borrar. Pero también creo que todos esos momentos han influido en quien, y como soy, tanto malos como buenos.
-Ya. Pero ahora tengo la posibilidad de cometer nuevos errores y nuevos aciertos, crear nuevos recuerdos. Y, la verdad, no quiero que conocer mi pasado nuble mi futuro.
-Que profundo. —Detuvo el vehículo tras otro que estaba abandonando un estacionamiento.— Comprendo perfectamente lo que quieres decir, empezar de nuevo implica no pensar en el pasado.
-Exacto.
Laura aparcó de frente, encajando el auto en el hueco, a la primera, y con una ejecución impecable.
-Sabes Ulises, yo también estoy contenta con como va todo. —Laura se acercó a Ulises y le plantó un dulce beso en los labios. —Anda, vamos.
Salieron del coche, y caminaron de la mano hasta el portal. Pasaron, subieron en es ascensor y se plantaron frente a la puerta. Los gatos maullaron antes incluso de que Laura dirigiese la llave a la hendidura.
Abrió ligeramente y pasaron con cuidado de que ninguno de los felinos saliera. Tras acariciar a los gatos, pasaron el recibidor y entraron al salón. Laura apoyó su bolso en la mesa mas grande y se descalzó. Ulises tomó asiento en el sofá.
-Voy a ponerme cómoda y empiezo con la cena, no tardaré mucho.
-Genial, avísame si necesitas ayuda o quieres que ponga la mesa.
-Claro. —Mencionó antes de dejar el comedor.
Ulises encendió el televisor. El canal que divisó estaba emitiendo un programa de citas donde desconocidos eran emparejados por la producción del programa. Cuando llevaba tan solo cinco minutos divisando el concurso en el televisor su teléfono móvil comenzó a sonar y vibrar. El nombre de contacto que apareció en la pantalla era el de Jacinto. Deslizó su dedo por el dispositivo para contestar.
-Hola. —Mencionó con seriedad.
«-Hola chico... Yo... Lo siento. No he estado fino contigo. —Declaró con templanza.»
-Tranquilo, no pasa nada.
«-No tenía que haberte dicho que te fueras. —Jacinto intentaba paliar su comportamiento para con Ulises.»
-Lo pasado, pasado está. —Enunció Ulises desenfadado.
«-Entonces..., ¿nos vemos mañana?»
-Claro, pasaré a verte.
«-¿Me harías un favor?»
-Por supuesto, dime.
«-Hay una tienda a un par de calles de aquí. Tienen unas empanadillas de tortilla y queso que están buenísimas. ¿Podías comprar dos y venir a verme por la mañana? Si te va bien. —Se reflejaba su interés en el tono de voz.»
-Claro, sin problemas.
«-Te envío la ubicación por mensaje. Esta muy cerca, pero si tienes algún problema para llegar, llámame.»
-Perfecto.
«-Pues mañana nos vemos.»
-Hasta mañana.
«-Hasta mañana chico.»
Ulises colgó la llamada.
Laura regresó al comedor con la cena.
-¿Quién era?
-Jacinto. Hemos quedado mañana por la mañana.
-Ah genial, sabía que todo se iba a arreglaría entre vosotros. —Declaró Laura apoyando los platos en la mesa pequeña.
-Menuda pinta más buena tiene. Y como huele. —Manifestó mientras devoraba el plato con los ojos.
-Llevan: la hamburguesa, bacón, lechuga, mayonesa, cebolla crujiente y queso.
-Como me cuidas. —Enunció dedicandole una amplia sonrisa.
-Todo hecho a la plancha. ¿Puedes traer el plato de patatas fritas, agua fría y el kétchup de la nevera?
-Claro. —Ulises se levantó y fue raudo hasta la cocina.
Regresó con rapidez, transportando entre sus manos todo lo demandado por Laura. Ulises se tomó asiento con suma celeridad, estaba deseando probar las hamburguesas de Laura.
-Que aproveche, Uli.
-Igualmente. —Comentó agarrando su hamburguesa y dando un extenso bocado.— Mmm... —Saboreó los diferentes sabores que se agolpaban en su paladar.— Madre mía... ¡Están buenísimas!
-Gracias. —Afirmó satisfecha por su reacción.
Ulises no volvió a compartir vocablo hasta terminar su cena.
-Uff, estaban estupendas.
Laura bostezó de manera enérgica.
-¿Estás cansada?
-Si, la verdad es que sí.
-Yo ahora con la tripa llena empiezo a tener modorra.
-Pues en breves a la cama.
Ulises movía la pierna derecha de arriba abajo, exhibiendo su nerviosismo.
- ¿Por qué tanto movimiento , qué pasa?
-Yo... —Se sonrojó fruto de su timidez.— Me preguntaba, si vamos a dormir juntos hoy...
-¿Tú quieres? —Le preguntó con jarana.
-Por supuesto. —Aseveró sin preámbulos ni titubeos.
-Pues por mí, bien. —Le guiñó el ojo con descaro.
-¿Seguro? No quiero que lo hagas por obligación —Ulises no pretendía incomodar a Laura.
-Para nada, si te lo digo, es porque a mí también me apetece.
-Perfecto. —Ulises no pudo evitar que su semblante reflejase una sonrisa placentera y bobalicona.
-¿Recogemos y nos vamos a la cama? Y también tenemos que cambiar la arena y el agua de los gatos y ponerles comida.
-Claro.—Ulises se alzó para retirar los platos y los demás enseres.
Ulises se despertó y al otear advirtió que Laura ya no estaba. En su lugar, era Aria quién dormía plácidamente a su lado. Ulises miró hacía la mesita de noche, pensó que quizá Laura le había dejado alguna nota, pero no fue así.
Tras un cuarto de hora holgazaneando, se levantó de la cama. Pasó por al aseo, para después ir a la cocina y prepararse un vaso de leche con cacao.
Se lo bebió tranquilamente, sentado en el sofá del salón.
Ulises accedió al 'chat' que tenia con Jacinto y miró la ubicación del comercio que le mando el día anterior. Estaba a menos de un kilómetro, era casi en línea recta, sólo tenía que tomar dos desvíos consecutivos a la derecha para llegar.
Ulises decidió no demorarse y fue ha vestirse para salir cuanto antes. Después de cerrar con llave la puerta de casa, bajo por las escaleras y salió del edificio.
En la calle lucia un sol radiante, la temperatura era elevada y apenas había rastro de humedad. Había mucho movimiento, pero no tanto como por las tardes y noches. Ulises había revisado con detenimiento el trayecto en la pantalla de su móvil, hasta casi memorizar el camino. Fue andando sin prisa, observando su alrededor. Disfrutaba sumamente con los paseos, tantas personas, tantos pequeños detalles a destacar entre los viandantes. Aunque desconocía el motivo, siempre le relajaba la presencia de los transeúntes a su alrededor.
No tardó en alcanzar la calle donde estaba el comercio que Jacinto había descrito.
Cuando estaba llegando a la puerta del local se detuvo en seco. Se sentía observado, como si algo inexplicable perturbase su calma interna. Oteó por la avenida, y advirtió que en la calle paralela dos hombres lo miraban con insistencia.
Uno de ellos era sumamente alto, con la piel pálida y un cabello oscuro que solo acentuaba más su tono de piel. El otro era de estatura mucho más baja, con la cabeza rapada y una frondosa barba. Ambos llevaban gafas de sol, y el más prominente portaba una gorra gris.
Ulises no apartó su mirada de ellos hasta entrar en el establecimiento.
-Buenos días. —Le saludó el empleado tras el mostrador.
-Buenos días. Me han hablado de unas estupendas empanadillas de tortilla con queso.
-Comprendo ¿Le pongo una? —Sonrió ante el comentario explicativo de Ulises.
-Dos, por favor.
Mientras el dependiente las envolvía en papel, Ulises divisaba la gran variedad de bollería que había tras mostrador traslucido.
-¿De qué son estas de aquí? —Interpeló Ulises al ver una piezas rellenas.
-Huevo, jamón york, queso y sobrasada.
-Pues ponme dos de esas también.
-Por supuesto.
El empleado las cubrió con papel, e introdujo toda la comanda en una bolsa de plástico con el logo del comercio.
-Son 4'90€.
-Claro. —Ulises introdujo su mano en el bolsillo para sacar la cartera.— Aquí tiene, que tenga buen día. —Abonó la cuenta con un billete de cinco euros.
-Igualmente.
Cuando salió del establecimiento, los dos hombres proseguían plantados en la calle paralela y continuaban mirando fijamente a Ulises, el cual se sentía incomodo con la perseverante actitud de ambos. Un repentino escalofrío recorrió su espalda, en ese momento recordó las palabras del hombre con el que se cruzó en el centro comercial días antes.
Con nerviosismo, decidió acelerar su marcha, en ese momento todavía pensaba que podía tratarse de una casualidad. No obstante, al voltear la cabeza observó que aquellos dos tipos habían comenzado a seguirle.
Ulises, presa del histerismo, aceleró más, y al girarse, observó que los hombres le emulaban.
Ulises actuó por impulso y decidió callejear, desviándose por calles secundarias, esperando dar esquinazo a aquellos dos hombres o confundirlos y que tomasen otra dirección. Desgraciadamente, su plan no surgió efecto y cada vez estaban más, y más cerca. Al ver que estaba apunto de alcanzarle, la congoja de Ulises aumentó, su corazón latía frenéticamente en su pecho, tanto que podía sentirlo. Mientras avanzaba, se giraba intermitentemente, y cada vez que lo hacía, los tenía más próximos.
El pánico se adueñó de Ulises. En un arrebato, presa de la angustia, comenzó a correr lo más rápido que pudo. Los dos individuos le imitaron y esprintaron tras él. El más alto de sus perseguidores era muy veloz y terminó por alcanzarle, sin mediar palabra le embistió desde atrás y lo derribó. Ambos se precipitaron al suelo. Ulises pudo poner sus manos antes de la caída, evitando lesiones en el impacto. No obstante, la bolsa con la comida salió despedida por los aires.
Las personas que pasaban por los alrededores ignoraron lo sucedido, la mayoría esquivaban o cambiaban de calle cuando veían la situación, algunos incluso se permitían grabar con su 'Smartphone' desde una distancia prudente, como si no fuera con ellos lo que sucedía.
-¿Pensabas que podías huir de nosotros? —Afirmó el hombre sin pelo aproximándose hasta ellos.
-¡¿Qué queréis?! —Exclamó con desasosiego.
-No te hagas el tonto, Javier. —Declaró el más alto alzándose del suelo.
-¡¡¡Os equivocáis de persona!!! —Gritó con contundencia.
-Deja de hacer el idiota.
-Vas a venir con nosotros. —Comentó el más bajo apretando con brusquedad el brazo derecho de Ulises.
-¡Suéltame!
-¡Cállate ya! —Exclamó el más alto golpeando con su puño la cara de Ulises y precipitándolo de nuevo al suelo.
-Levanta y déjate de tonterías. —El más bajo le agarró nuevamente del brazo y tiró de el con brusquedad.
Esta vez Ulises aprovechó la inercia de su peso para tirarlo sobre la acera.
-Mala idea.
El más alto se aproximó y se aferró a la camiseta de Ulises. Ulises respondió por instinto con un fuerte cabezazo, su frente impacto con la nariz de aquel tipo. Ahora, que ambos asaltantes estaban distraído, Ulises aprovechó el momento de confusión para escapar lo más rápido que pudo.
-¿Estás bien?
-Ese cabrón me ha roto la tocha.
-¡Calla y vamos, qué se escapa!
De nuevo, los dos sujetos comenzaron a perseguirle, pero esta vez, Ulises les llevaba una ventaja considerable.
-¡De prisa empanao’, ha girado a la derecha!
Los dos hombres fueron por la misma dirección que había tomado Ulises, pero no lo encontraron, era como si se hubiese volatilizado mágicamente.
-Donde coño ha ido. —Afirmó con frustración.
-Sigamos, no podemos dejar que se vaya.
-¡No podrás huir, tarde o temprano te cogeremos! —Exclamó furioso el hombre robusto de inmensa barba.
-¡Vamos! —Expuso retirando con su mano la sangre que emanaba de su nariz.
Ambos prosiguieron su carrera en busca de Ulises.
Después de unos minutos, la tapa de uno de los contenedores de la calle se elevó brevemente, Ulises se había escondido en el interior. Con precaución, comprobó si todavía rondaban fuera aquellos hombres. Ante la negativa, salió lo más rápido posible del contenedor y abandonó la zona con gran premura.
Jacinto miraba desconcertado su reloj de bolsillo, le parecía extraño que Ulises no se hubiera presentado todavía.
De pronto, su móvil comenzó a sonar. Jacinto se estiró y lo agarró. Al ver que se trataba de Ulises, deslizó su dedo por la pantalla para aceptar la llamada.
-Ey, chico, ¿dónde andas?
«-Jacinto, te necesito... —La voz de Ulises era trémula y se percibía su exaltación.»
-¿Qué pasa? —Preguntó con inquietud.
Ulises estaba sentado en un banco de una concurrida avenida. Había estado tanto tiempo huyendo que se había alejado y no reconocía nada del entorno. Al principio no sabía que hacer, si llamar a la policía o ir directamente a una comisaría. Pero estaba tan tenso y nervioso que únicamente se le ocurrió llamar a Jacinto. También meditó llamar a Laura, pero no lo hizo, puesto que no quería asustarla.
Un taxi se detuvo enfrente suya y Jacinto salió del interior.
-¡¿Qué ha pasado, chico?! —Comentó aproximándose y observando el estado desdeñado de su amigo.
-Es una larga historia...
Jacinto tomó asiento junto a Ulises, que le explicó detalladamente lo acontecido en el centro comercial, y la agresión que acaba de sufrir. Jacinto no sabía que decir, tan solo escuchaba con pasmo el alegato de su amigo.
-Y... ¿Qué quieres hacer ahora?
-Quería que tu me aconsejaras. —Expuso tenaz Ulises.
-Yo... No sé que decir..., igual deberías llamar a la policía.
-Tienes razón. Llamaré y preguntaré por él policía que me visitó en el hospital. Es quién mejor conoce la historia, y él único que me creerá.
-Estupendo, hazlo.
-Voy.
Ulises sacó su teléfono móvil del bolsillo y lo desbloqueó. Sin titubeos llamó al número de la policía nacional.
-Buenos días. ¿Qué sucede? —Respondió la llamada una mujer.
-Hola. ¿Puede pasarme con el agente Saúl Ramos?
-Deme un segundo para buscar por el nombre. —Se pausó durante casi un minuto.— Verá, por motivos de seguridad, sólo puedo poner a su disposición el número de la comisaría donde trabaja. Usted puede llamar y comprobar si se encuentra allí, o dejar un recado para él.
-Bien, dígame el número por favor. —Ulises seguía tiritando por el desasosiego.
Jacinto que escuchaba con atención las palabras de Ulises, extrajo su teléfono para apuntar.
-El número es 913-765-8811.
-913-765-8811.—Repitió con lentitud para que Jacinto apuntase los dígitos.
-¿Desea algo más?
-No, muchas gracias. Adiós.
Ulises interrumpió la llamada, y escribió el número en su dispositivo copiándolo directamente de la pantalla del móvil de Jacinto. Con celeridad y fervor realizó otra llamada al número especificado.
Esta vez tardaron bastante en responder.
-Hola, dígame.
-Disculpe, ¿está el agente Saúl Ramos de servicio?
-Si. ¿Le paso la llamada a su despacho?
-Si, por favor.
Después de unos segundos sin respuesta, Saúl recibió la llamada en su cubículo.
«-Hola, dígame.»
-Soy Ulises, el paciente de la 207, ¿me recuerda?
«-Claro... —No sabia que decir, era una de las raras ocasiones en las que se quedaba en blanco.»
-Quería informarle de una agresión. Me han asaltado en la calle. —Ulises era conciso en sus palabras.
«-¿Podría identificar a los asaltantes?»
-Si, los reconocería.
«-¿¡Donde estás ahora!? —Sin pretenderlo Saúl elevó su tono de voz broncamente.»
-Tranquilo, yo estoy bien.
«-Pero, ¿donde estás...? —Repitió la pregunta, esta vez controlando su frenesí.»
-¿Por qué quieres saberlo? —Ulises se mostró reacio y reservado a compartir su ubicación.
«-Para tomarte declaración cuanto antes. —El agente justificó su comportamiento.»
-Da igual, los recuerdo bien, podemos vernos otro día y lo aclaramos.
«-¿Alguno de los dos hombres te dijo algo fuera de lo común?»
-¿Que quieres decir con 'fuera de lo común'? ¿Algo cómo que?
«-¿Te conocían? —Preguntó tajante Saúl.»
-No lo sé... Pero yo a ellos no. —Se pausó pensativo.— ¿Y cómo sabes que han sido dos hombres?
«-Tú lo acabas de decir. —Intentó enmendar su gazapo.»
-Eso no es verdad... He hablado en plural, pero no he especificado nada. —Su semblante cambio por completo.
«-¡¿Pero dónde estás ahora?! —Manifestó intentando obtener desesperado la localización de Ulises.»
Ulises colgó el teléfono de inmediato. Aparte del error de Saúl, algo no le daba buena sensación en su conversión con él, y siguiendo su instinto interrumpió la llamada.
Jacinto le observaba confuso, sólo había escuchado la parte de Ulises.
-¿Qué pasa chico? —Interpeló intrigado el anciano.
-Creo... Creo que ellos sabían quien me ha atacado.
-¿Qué quieres decir? No te entiendo.
-Lo digo literal. El policía estaba muy raro, y únicamente le interesaba saber donde estaba yo... Y parecía saber como había sido todo antes de que yo se lo contase.
-Eso es raro, lo reconozco. Pero igual era solo por hablar contigo.
-¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Exclamó trastornado, golpeando el banco donde estaba con ambas manos.
-¡Tranquilo Ulises! ¡¿Qué pasa?! —A Jacinto le estaba costando procesar tanta información.
-¡Saben donde vivo! ¡Laura se lo dijo!
-Pero, tampoco estás seguro de qué es lo que pasa... —Intentó tranquilizar a su amigo.
-¡Joder! El hombre del centro comercial me advirtió. Lo dijo: 'tienes que irte tío, te van a encontrar'.
-¿Dijo algo más?
-Me dijo que me largara de aquí...
-Vaya...
Jacinto no supo como consolar a Ulises, el cual comenzó a llorar debido a la impotencia que sentía. Ulises metió la cabeza entre sus piernas y se tapó con los brazos. No sabía que hacer, estaba preocupado por sí mismo, pero sobretodo por Laura.
-¿Y si le hacemos caso? ¿Y si nos vamos?
-¿¡Dónde vamos a ir!? —Elevó la voz con vehemencia.
-Me debes un viaje a la playa, ¿recuerdas?
-¿¡Qué dices!? ¡Cómo vamos a irnos!
-Yo tengo mucho dinero, podíamos sacar dos billetes de tren e irnos un tiempo. Hasta que todo se calme.
-Pero, ¿y Laura? —Una vez más exhibió su inquietud por su amada.
-Si estás con ella podría volver a pasar... Incluso podrían atacaros a los dos. Si te vas, ella estará a salvo... —Comentó tratando de ser comedido.
-Eso... Eso es muy posible. —Ulises no supo como replicar a la afirmación.
-Cuando llegue el momento vuelves a por ella. Piensa que no sería un adiós, sería un hasta pronto.
-Yo... —Ulises no estaba convencido de la idea, pero no sabía que más hacer.— Puede que sea lo mejor. Me moriría si le hacen algo a ella.
-Entonces, ¿eso es un sí?
-Supongo que sí, lo es. —Comentó cabizbajo. — Pero, ¿así sin más? ¿Nos vamos y ya está? —Ulises seguía dudando.
Jacinto sacó su reloj de bolsillo para ver que hora era.
-Chico... Todavía es temprano, puedes ir a casa: dejar las llaves, coger ropa y dejar algún tipo de mensaje para Laura.
-Eso estaría bien...
-Pero no puedes poner lo que ha pasado, si nos vamos es mejor que no sepa el porqué.
-Buff...—Suspiró— No me creo que me esté pasando esto...
-Tienes que ser rápido, subir y bajar, yo te esperare con un taxi abajo. Si el policía sabe que vives allí podría presentarse.
-Ya... Seré rápido.
-Antes de hacer nada, ¿estás seguro de lo que vas a hacer? —Comentó Jacinto posando su mano en el hombro de Ulises.
-Si... Supongo que es lo mejor, cuando pasé un tiempo y se olviden de mí, volveré con ella.
-Pues entonces vámonos ya. Antes de que se haga mas tarde.
Jacinto tuvo fortuna, y logró parar el primer taxi desocupado que vio pasar. Ulises se mantuvo en silencio desde que subió al automóvil, hasta el portal de su hogar.
-Tienes que ser rápido chico.
-Si... —Ulises era la viva imagen de la tristeza.
Jacinto aguardó en el taxi, asomando la cabeza por la ventana, por si veía algo inusual.
Ulises subió por las escaleras con celeridad, no quería perder tiempo esperando el ascensor. Los gatos le recibieron al llegar, pero tuvo que esquivarlos y recorrer el pasillo hasta su habitación.
Agarró cuanto pudo y lo guardó en la misma bolsa de plástico con la que transportó sus posesiones desde el hospital. Fue hasta el comedor y dejó su teléfono móvil y las llaves de casa en la mesa pequeña. Miró el cuarto con la incertidumbre y la congoja de no saber cuando lo volvería a ver. Los gatos se frotaron con sus piernas y aprovechó para despedirse de ellos.
Divisó un bolígrafo y un papel en la estantería, y no pudo evitar escribir una nota para Laura, no quería que pensase que se había ido por ella.
«Laura:
Debo irme, sé que ahora no lo entenderás, pero es por una buena razón. No me voy por placer, si no por deber. No querría estar en ningún otro sitio que a tu lado, pero como 'Ulises en su odisea', todavía tengo que resolver algunos problemas antes de poder ser feliz con mi amada. El pasado ha llamado a mi puerta, y tengo que resolverlo.
Volver, volveré, , puedes estar segura, porque lo único que tengo claro, son los sentimientos que proceso por ti. Sé que es mucho pedir, pero necesito que me esperes. Prometo no tardar tanto como el protagonista del libro, pero no puedo darte una fecha, porque sería prometerte algo sin saber si puedo cumplirlo, y sabes que jamás haría eso contigo.
Te quiero, Ulises. »
Ulises acarició a Aria una vez más y fue raudo hasta el recibidor. Tras salir de su hogar, bajó las escaleras con velocidad. En el portal se encontró con una vecina, Encarna.
-Buenas joven ¿qué tal? —Preguntó cortésmente la mujer.
Ulises no respondió, avanzó sin mirar atrás, directo al taxi donde le esperaba Jacinto.
-Has tardado mucho, empezaba a ponerme nervioso...
-Si, perdona. —Ulises seguía con la mirada perdida.
-¿Dónde vamos? —Preguntó el conductor girándose hacia sus pasajeros.
-A la estación de tren, donde el ave. —Respondió Jacinto.
-Perfecto. —Comentó el taxista reincorporándose a la carretera.
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