Memorias de una mente frágil

Serenata en la corte

24 de mayo de 2017


Aquellos pasillos son canales de clero día.

Negra risilla de convento, lágrima de monje en esta piel de blanco hueso.

No encajan los pedazos que en mi alma avenían; siento pesar la condena de aquel primer beso.

¿Por qué me cruce ante sus ojos? Sabía que inventaría una corte para sepultar mis letanías.

Este mar está sembrado de herejías.

Dos minutos han de ser suficientes para hundirme hasta el pescuezo.

 

¿Es esto lo que en realidad quería? ¿Es esta mentira la que me ahogó hasta el embeleso?

 

Huelga en mi alma la mañana sin regreso; a mi iris de la blanca luz privo.


Quema en mis belfos la estampa de aquel ósculo leso: es mi óbito el recuerdo que en su nombre vivo.

¿No es acaso suficiente el arrepentimiento que profeso?

Aún creo en el ángel que salve del juzgado al pasajero delictivo.

¿Ser humana, señor juez, agrava la pena? ¿Decir estar confundida es acaso un paliativo?

Mi estómago se retuerce ante la imagen de este cuarto allanado: el cuadro que ya no habito.

Todos lo saben; las pupilas de la bestia persiguen mis delitos.

Van a enterrarme en cuanto el juez haga tronar los dedos.

Para alguien "enferma" como yo ningún crimen estará prescrito.

Incluso si me escondo tras el discurso de las normas complacientes, incluso si entierro para siempre mi cabeza en el cielo.

Allí seguirá reverberando el ciego roce del sol sobre mis mientes y mi conciencia anhelará dormir sobre el hielo.

¿Es tan malo querer dormir cuando no se precisa un sueño?

Mas, no se preocupen ustedes, honorable jurado: no será la primera vez que aboga por mí el silencio.

No será la última vez que esté en la lista parda de la inquisición.

Pues, tengo un corazón que late, que la sigue ciego, incordio.

Amo su injusticia y me aferro a la fe que cultiva el culpable de obtener la redención.

 

¿Por qué la seguí tan lejos del sendero? ¿Qué funesta locura impulsó mis zancadas?


Es tarde, ya muy alta la madrugada y no quiero volver a ver el sol.

 

《¡Silencio en la corte, silencio a todo defensor!

 

El eco de tu conciencia ha de ser usado para hacer tu pena mayor》

 

No se equivoque, correcto fiscal: aquel negro discurso no es más que un invento de su imaginación.


Ría y sonría, pero no le daré la razón.

 

《Si confiesas voy a librarte, ¿has entendido, miserable?》


Pero, ¿como se puede redimir alguien libre?

¿Van a arrancarme la humanidad de los huesos? ¿Van a gritarme hasta que no quiera escuchar?

Díganme en voz alta la sentencia que he de cumplir.

¿Me van a estacar en su cárcel o atar a los pies de su altar?

Tengo miedo, pero no he de huir: no hay lugar para el pecador que ama pecar.

¿Esa frase a sido suya, señor juez, o solo ha germinado de tanto divagar?

No puede haber una distancia tan grande entre lo que usted presume y lo que yo temo.

Debe ser que en alguna sima pe(n)samos igual.

¿Es mi turno, entonces, de pasar a declarar?

Mi mano derecha está atada, pero eso no me impedirá jurar:

 

《Juro omitir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad》


¿No me ha dicho mi captor que tenía derecho a callar?


Mi boca seguirá abotonada hasta el final del pasillo, tras el estrado, entre las paredes de la celda que vaticino.

Cualquiera sea el sitio forjaré un nido y alzaré un puerta contra el viento que puja.

 

¿Qué ha sido ese crujido? 


Se aproxima la quema de brujas:


Esos labios filosos me harán arder ante cientos de ojos, para que mienta y me deshaga.

Para que en esa enaltecida hoguera se desate el concepto de que nací como un fallo.

Y me hablarán de ella, terrible crueldad.

¿Es así como descoserán el sitio pérfido de mis costillas?

Mi corazón delatará lo que he guardado entre mis dientes apretados.

Esa bomba caliente no podrá permanecer silente por más que la resguarde.

Si la nombran, si la proyectan en la sala de deliberaciones, sabrán que mi delito no merece otro castigo que el que arriesgo.

Amo a un congénere, solo a otro ser humano.

¿Por qué nadie en esta sala es capaz de entenderlo?

La adoro, contra toda acusación, contra toda ley humana.

No torceré los labios hacia ninguna frase de culpa, no suplicaré perdón.

Lamento decepcionar al jurado, pero ese es el fin de mi declaración.

¿Sería usted, señor juez, tan amable de dictar el veredicto de rigor?

Melisa, otra patética trobadora.



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En el texto hay: locura, poesia, humanidad

Editado: 14.04.2019

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