Memorias de Xanardul I: La escogidas

2. Abish

Empezaron a llamarla "La plaga". No importaba que las tres brujas legendarias lograran vencer a Annevona, las huellas de la maldad que había dejado en Xanardul eran terribles. Aquellas criaturas llamadas vampiros podían multiplicarse formando hordas de esos terribles seres ansiosos de sangre y muerte. Ni hablar de los otros, los licántropos. Habían tomado los bosques para ellos, era difícil que alguien pudiera pasar y sobrevivir.

Con las brujas ocupadas en liberar a las suyas y llevar la magia a todas partes del mundo para destruir a los espíritus malignos, era poco lo que se podía hacer por la humanidad, ellos estaban a merced de las criaturas de Annevona. Los humanos morían cada día como alimento, o pasaban a formar parte de las filas de estos despiadados vampiros.

¿Qué se podía hacer entonces? Eso tenía que parar, y la decisión la tomó la magnífica Inxi. La mentalista más grande de la historia decidió dedicarse a los humanos, a pesar de que Aliena y Aziza quisieron detenerla. Enojada por esto, Inxi les habló firme y dejó claro su propósito.

—Yo las amo porque son mis hermanas, porque me liberaron, porque luchamos juntas, y porque gracias a ustedes descubrí lo que soy en verdad. Pero antes de ser bruja fui guerrera, y es eso lo que voy a hacer ahora. No abandonaré nuestra lucha, pero no puedo dejar desamparados a los humanos sufriendo las consecuencias del mal de Annevona. Iré con ellos, los entrenaré, los formaré y les enseñaré como matar a estas criaturas, así podrán protegerse de ahora en adelante. Serán cazadores, y cuidarán a toda la humanidad...

Memorias de Xanardul, Amphelise de Thacir

De cómo nació la orden de los cazadores. Página 250.

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Le llegó la noticia temprano, pero no estuvo muy interesada en ir a echar un vistazo. Después de todo no sería ni la primera ni la última vez que llegaran jovencitos a la Academia de cazadores "Inxi Briathar", y de verdad que ella no tenía deseos de escoger nuevos aprendices, suficiente con los que ya tenía a su cargo.

"Inxi". Era irónico que la academia lleve el nombre de una bruja legendaria, a su parecer, la única de las tres que valió la pena. Conocía poco de la historia de las brujas, pero le bastaba saber que Inxi fue la única que se dedicó a la humanidad, que ella entrenó a los primeros cazadores de vampiros y veló por los humanos hasta el último de sus días. Las brujas la conocían como Inxi la mentalista, ellos como Inxi la guerrera.

Aunque Abish sabía que en el patio principal se estaban haciendo las pruebas para admitir a los nuevos aprendices de cazadores, desde su taller no podía enterarse de nada. Un ruido ensordecedor llenaba todo el lugar, la música sonaba a todo volumen. A muchos podía molestarles, pero ella se concentraba mejor así. Las chispas salían de la máquina de soldar mientras ella cantaba tranquila, completamente concentrada en su trabajo.

Se detuvo un momento, esas uniones para la nueva carroza de su padre estaban quedando de lujo. Se quitó la máscara para soldar, necesidad respirar un poco. Su frente y cuello estaban cubiertos de sudor, así que tomó un paño que encontró por ahí y se secó. Quizá debería abrir la puerta para que el taller se ventile un poco, estaba ahí desde la noche anterior. A veces cuando la visitaban "los genios de la construcción", como les decía ella, no salía del taller para nada hasta que terminaba lo que sea que se le ocurriera.

Fue cuando iba camino a la ventana que notó estaban tocando la puerta, por la ventanilla logró distinguir el rostro de Alicia, una de sus aprendices. Lo primero que hizo fue bajar el volumen de su música, al fin pudo escuchar los golpes en la puerta y hasta la voz de la joven pidiéndole que abriera. Caminó esquivando las piezas de acero y aluminio que habían distribuidas en el piso, como estaba a medio trabajar tenía varias cosas regadas por ahí, ya luego se dedicaría a arreglarlas. Cuando al fin llegó a la puerta pudo respirar aire puro, ahí adentro estaba todo muy denso pero con la costumbre apenas si se daba cuenta.

—¿Pasa algo? —le preguntó a la chica. Alicia tenía dieciocho años, llegó ahí a los quince. Abish recordaba bien a la joven de ojos verdes y cabellos castaños, pero principalmente recordaba su mirada tímida. Como muchos cazadores, Alicia era una huérfana que perdió a sus padres por un ataque de vampiros y que salió del orfanato en busca de una oportunidad para vengarse. Abish tenía veintidós años en ese entonces, y era la primera vez que la dejaban escoger aprendices. Tomó a Alicia para su equipo sin dudarlo, los otros líderes cazadores como Nigel ni la miraron. La vieron débil, pero a Abish no le pareció así. Ahora sabía que Alicia era fuerte, que a pesar de su apariencia era bastante letal.

—Nada grave —contestó—. Solo que ya acaba el día de selección, y pues...

—Ah, eso. No me importa mucho, de momento no voy a tomar otro aprendiz. Quiero concentrarme en Arnold y en ti, necesitan patrullar más seguido. Como sea, ¿eso es todo? Ando algo ocupada, Alicia, no tengo tiempo para nada ahora mismo.




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