Memorias de Xanardul I: La escogidas

13. Tenemos que hablar

No supo como sentirse cuando la vio llegar. Una parte de Abish sentía que la detestaba a pesar de conocerla apenas un poco, y de verdad que no quería verla en la Academia, mucho menos en su clase. Pero otra parte de ella sabía que algo había pasado entre ambas, que algo o alguien les había hablado a la vez. No era una tontería, no era su imaginación. Era real y odiaba eso. Estaban ligadas, y no le gustaba sentirse ligada a una bruja.

Aurea entró a la Academia con el uniforme de su escuela, aunque esa vez las miradas no fueron desdeñosas como la primera vez. Apenas cruzaron las miradas, ella entró al vestidor y minutos después salió lista con su ropa deportiva. Abish avanzó hasta ella, los alumnos del curso ya iban llegando y tenían apenas unos minutos antes de empezar. Cuando sus miradas se cruzaron le pareció notar que había temor en sus ojos, pero una vez cerca la bruja se cruzó de brazos y la miró desafiante.

—Volviste —le dijo despacio Abish. No pretendió sonar tosca, pero Aurea lo tomó así.

—Pues claro, ¿acaso creíste que ibas a poder conmigo? Te equivocaste de persona para joder, niña de papá.— Abish frunció el ceño. Esa idiota estaba con ganas de molestar.

—Cierra la boca, no es para eso que estoy aquí.

—¿Qué pasó? ¿Papi no te hizo caso en echar a la bruja de la academia? Ay, pobre de ti —se burló la estúpida. En serio que quería comportarse bien con ella ahora que tenían un asunto pendiente, pero con esa actitud de mierda lo único que quería era romperle la cara.

—Si vas a estar en mi maldita clase te vas comportar, deja de hacerte la lista que no te queda. Y ya basta, no empieces a desesperarme o la pasarás mal otra vez.

—¿Me estás amenazando? ¿Es eso? —preguntó molesta la bruja.

—Tómalo como quieras. Y ahora busca una posición que ya vamos a empezar.

—Claro que sí, lo más lejos posible de ti.— Aurea dio unos pasos para alejarse y Abish no fue capaz de decirle nada unos segundos. Aunque ambas eran conscientes de lo que pasaba, las dos parecían empeñadas en cubrir aquello con hostilidad. ¿Por qué? No lo entendía. La cazadora sentía un nudo en la garganta en ese momento. No era orgullo, no le importaría poner en su sitio a esa bruja estúpida las veces que sea necesario. Había algo que la frenaba, sabía que era y lo iba a admitir secretamente. Tenía miedo.

—Aurea —dijo de pronto para detenerla. La bruja se giró y una vez más notó eso extraño en su mirada. Ella también tenía miedo—. Tenemos que hablar —le dijo con la voz temblorosa. Y Aurea la miró sin decir nada un instante, pero aún así le pareció que estaba nerviosa.

—Lo sé —respondió despacio, apenas la escuchó—. Terminando la clase —agregó. Abish solo asintió, de todas maneras no iban a poder hablar nada en ese momento.

La clase empezó sin contratiempos esa vez. Aurea se fue al lado de Samantha, esas dos habían congeniado muy bien. En realidad, las dos eran bastante inútiles para el combate cuerpo a cuerpo. Sam todo lo tomaba a la broma, Aurea no se esforzaba lo suficiente. Los demás alumnos iban bien, y Abish tenía que poner especial atención en ellas. Al menos intentó no ensañarse otra vez con Aurea, ya tenía claro que por más que la ponga a hacer todos los ejercicios del mundo esa bruja antipática no se iba a rendir. La clase acabó al fin, Abish no tardó ni un minuto más y despidió a todos los alumnos rápido. La única que se quedó cerca fue Samantha, pero no había problema pues la chica se puso sus audífonos y adiós mundo.

En un rincón de la sala de entrenamiento, Aurea se secaba el sudor. Había cogido su morral y otras cosas que había llevado, parecía lista para irse. Así que antes que la bruja huyera, Abish caminó decidida a ella y le cerró el paso. Tenían que hablar y no podía postergar más tiempo aquello.

—¿Estás lista? —le preguntó la cazadora y la bruja asintió—. ¿Y bien?

—Te diré exactamente lo que pasa, no hay tiempo para irme con rodeos. El Dán nos habló y nos marcó, somos sus escogidas —contestó ella. Rápido y sin rodeos, tal como prometió.

—¿Qué cosa? —preguntó ella aún sin procesar lo que acababa de escuchar.

—No te hagas la sorda. El Dán dice que somos sus escogidas, es así y punto.

—¿El Dán?

—Ashh... qué tedioso hablar de estas cosas con gente ignorante —le dijo Aurea con desdén.

—Modérate, bruja, yo no te estoy insultando así que te controlas y dejas de actuar como estúpida. Claro que sé que es el Dán —contestó ella molesta. Si Aurea le volvía a salir con eso la iba a coger del cuello y la haría desembuchar todo a la fuerza.

—¿Ah si? ¿Y qué es el Dán?

—Es un espíritu ancestral, es el que marcó a las brujas legendarias.

—¡Ay qué lindo! Has estado leyendo libros para niñas, qué básica tu explicación —se burló la bruja. Iba a golpearla en cualquier momento—. En fin, hiciste tu tarea al menos. Si, el Dán es un espíritu ancestral y nos ha marcado. Ahora somos sus escogidas.




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