El príncipe vampiro Nathaniel Seymur solía tomar decisiones sin detenerse a pensar en las posibles catastróficas consecuencias, actuaba con rapidez y precisión. No era la clase de vampiro que meditaba cada acción, no podía decirse que fuera un estratega, a él se le ocurrían cosas y las ejecutaba apenas se diera la oportunidad. Así de simple y mortal.
A Nate le gustaba improvisar sobre la marcha, se sentía orgulloso de ser un excelente actor, estaba seguro que ninguno de sus hermanos hubiera sido capaz de mantenerse en el mismo papel sin arruinarlo. Él llevaba un par de años siendo amigo de Abish y los cazadores, entraba a la Academia de vez en cuando incluso. Tenía informes de primera mano gracias a su cercanía con la hija del líder de los cazadores, se enteraba de todo lo necesario para que los planes de Ethelbert salieran siempre a la perfección. Un buen actor como él sabe que hay que acomodarse a lo que se venga, y esa noche sí que estaba llena de sorpresas.
Una de las sorpresas era la presencia de Noah ahí. Se molestó y lo disimuló bien, Kazimir no había informado que existiera en el mercado negro una fórmula tan potente para esconder la naturaleza de un licántropo. Considerando la categoría y pureza de Noah, debió sentir su aroma característico desde que entró al bar, pero se llevó la sorpresa cuando estuvieron frente a frente. Y claro que Noah lo había reconocido, pero al lobo ese le convenía disimular un rato más. Diría, por el apretón de manos excesivamente fuerte que le dio, que a Noah no le hizo nada de gracia verlo. Es más, Nate estaba seguro que quizá ser descubierto por un Seymur no estuvo en sus planes.
Ahora sus prioridades habían cambiado, se dedicaría a vigilar a Noah y encontraría el momento para arreglárselas con él. Aún tenía algo pendiente por hacer, algo que tuvo en mente todo el día. Eso era matar a la Asarlaí llamada Aurea.
Cuando Candem le contó que llevaría al bar a su nueva chica, la bruja esa, Nate por poco salta en un pie. Perfecto, no podía haber ocasión ideal para deshacerse de ella. Su hermano Ethel ordenó que todos sus siervos vampiros las protegieran, pero él encontró la forma de evadir el vínculo de sangre. Con los años Nate había aprendido a sacarle la vuelta a las órdenes de Ethelbert, y esa vez no sería diferente. Ya se lo agradecerían luego, él haría lo correcto al sacar a esa bruja del camino. El mundo estaba mejor sin las Asarlaí y su maldita luz, él no se iba a quedar sentado esperando que la chica entrenara su poder y luego los cace uno a uno.
Matar a Aurea sería fácil, la tonta parecía ponerse en bandeja de plata. En algo Kazimir tuvo razón, la bruja no era la más lista de todas. Era joven, imprudente, inmadura también. Un blanco perfecto. Puede que sea hábil en la magia y en otros asuntos, pero en ese momento estaba cometiendo un error clásico para cualquier chica de su edad que no sabe medirse. Podía hacerlo pasar por un accidente, ni siquiera tendría que morderla o enfrentarse a ella. En un momento estaría muy ebria para mantenerse en pie, entonces aprovecharía para acabar con ella.
—¿Entonces llevan saliendo como un mes? —preguntó Sarenne a Aurea. A su lado, Noah se mantenía en silencio mientras bebía. Los demás ya habían tomado lo suficiente para estar animados, se habían emocionado un poco con el alcohol y ya se notaba. Aurea hasta había dejado de apartar a Candem, ahora simplemente se dejaba besar y tocar, pero seguía coqueteando con Alistair discretamente. Una lástima, el tipo era genial y se merecía pasarla bien con la rubia, pero quizá la mate antes que siquiera la toque.
—No... menos, en realidad no salíamos porque yo estaba castigada en la escuela —contestó la rubia.
—Hablábamos por cartas —agregó Candem—. Y ahora que es libre, al fin podemos estar juntos.
—Felicidades... supongo —le dijo la bibliotecaria, aunque esa última palabra la soltó más despacio. Para muchos ahí era obvio que Aurea no era la más entusiasta de esa relación.
—Si, claro. Felicidades —dijo Alicia. Ella era otra que no lucía animada, o quizá incómoda era mejor palabra. Podía ser por la edad de todos, las más jóvenes eran Aurea y Sybil, y aún así eran mayores que ella. Probablemente Alicia sentía que no encajaba ahí, y menos cuando la molestaban. Era una chica atractiva, tenía unos bonitos ojos, a él le atraía un poco incluso. Ojalá tuviera siquiera unos diez años más, nunca tan abusivo.
—Gracias —contestó Aurea. Todos cogieron sus copas para brindar, y una vez más el tipo se acercó. Nate se había dado cuenta, la primera vez pasó cerca a Alicia y fingió que le tocaba el trasero por accidente, hasta se disculpó y se fue rápido. La segunda quiso sacarla a bailar y ella se negó. Otra vez volvía al ataque, e intuía que no iba a acabar bien. Ya Abish puso mala cara, la cazadora andaba vigilando a su aprendiz desde que entraron, seguro que acababa golpeando al tipo por atrevido.
—¿Bailas, muñeca? —preguntó el hombre, incluso jaló a Alicia del brazo un poco. La cazadora se saltó y lo miró molesta. Abish casi se pone de pie para intervenir, pero entonces alguien más habló.
—No, ¿acaso no entiendes? Ya déjala en paz, ve a correrte una paja o algo, a ver si así se te van las ganas y dejas de ser tan patético.— Esa fue Sybil, la bruja Bruanne amiga de Aurea. Cosa peligrosa, a nadie le gustaba enojar a una Bruanne, ya hasta se sentía cierto calor en el ambiente y no precisamente porque el local estuviera lleno. El tipo se quedó pasmado durante unos segundos, luego frunció el ceño molesto.
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Editado: 18.01.2024