Memorias Externas

III

Un hombre de 97 años ingresa a mi oficina en una silla de ruedas, acompañado de una enfermera bastante joven. Tiene un respirador conectado y aparenta estar muerto en vida. Me mira fijamente a los ojos y siento que me analiza solo con mirarme. Me levanto de mi asiento y me dirijo a saludarlo.

    –Buenos días, Sr. Andrade.

    –Buenos días, doctor –me dice, con una voz desgastada.

    –Por favor, no me llame así.

    Miro a la enfermera y le pregunto:

    –¿Cuál es su nombre?

    –Claudia. He venido a acompañar al Sr. Andrade durante las sesiones.

    –¿Algo que deba saber?

    –Usted no se preocupe de él, yo me encargaré de que se tome sus medicamentos y de que haga sus necesidades.

    –Excelente.

    Ella me queda mirando por un rato. Es una mujer de baja estatura y un tanto corpulenta. Su mirada es penetrante y posee un atisbo de indecencia. Su cabello es corto y rojizo, creando un flequillo que le tapa el ojo izquierdo. Sus facciones no son para nada agradables y aparenta estar muy cansada de tanto cuidar a un viejo que está a semanas de morder el polvo.

    Me siento y comienzo a hojear la ficha médica de Manolo Andrade.

    –Sr. Andrade –digo–, dice aquí que usted tiene cáncer al pulmón y a la próstata.

    –¿Hay algún problema con eso? –me dice, sonriendo–. Ya sé que me voy a morir.

    –Me gustaría conversar un poco con usted antes de comenzar.

    –¿De qué quiere hablar?

    –Cuénteme un poco de su vida.

    –¿Por dónde comienzo? –me dice, suspirando y riendo–. Nací un 14 de Julio de 1934, en la ciudad de Concepción. Tengo un hijo de 54 años y una hija de 39. Ambos son geniales. Él es músico y toca en la orquesta filarmónica de Frankfurt. Mi hija es profesora de literatura en la Universidad del Desarrollo.

    –¿Por qué quiere atenderse con Remember Inc. y Asociados?

    –Yo ya viví mi vida y estoy bastante orgulloso de lo que he logrado. Viajé, conocí, experimenté, probé cosas nuevas, y creo que ahora, en mis últimos momentos, es tiempo de recordar aquellos días de mi juventud, donde nada parecía tener un final.

    –¿Ya firmó la ficha de inscripción y la activación del MBR 2.4?

    –Sí.

    –Bueno. Es mi trabajo instruirle un poco en lo que consiste el tratamiento. Remember Inc. se encarga principalmente de otorgarles felicidad a las personas. Esta máquina –señalo el MBR 2.4– es la última versión del MBR. Su principal función es hacer que el cliente reviva de forma idéntica los recuerdos de su pasado. En este departamento, el de recopilación y reestructuración de recuerdos basados en sensaciones, nos encargamos de hacerlo sentir las mismas emociones que sintió al momento del recuerdo. El MBR 2.4 no almacena información, por lo que apenas el recuerdo termina, es borrado instantáneamente de la base de datos. De esta forma, mantenemos la privacidad del cliente. Yo, como profesional, soy la única persona que puede ver sus memorias, pero no puedo hablar de ellas con nadie.

    –Claro.

    –Teniendo todo esto en mente, ¿desea comenzar?

    –Por supuesto.

    Retiro unos papeles de mi portafolio y se los entrego.

    –Firme aquí –le digo.

    –¿Qué es esto? –me pregunta.

    –Aquí usted me está autorizando a tratarlo y a ser yo quien observe y analice sus recuerdos, para de esta forma trabajar con ellos e ir hilándolos, y así crear una mejor experiencia para usted.

    –Excelente. Me encanta su profesionalismo.

    –¿Está listo?

    –Más que listo. Guíeme.

    –Usualmente, el paciente debe recostarse en la camilla, pero en su caso, será mejor que permanezca sentado.



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Editado: 28.02.2018

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