Memorias Sangrientas

CAPÍTULO 1

Lunes, 11 de abril de 1853

— ¡Me duele!

— Resiste.

Trago saliva mientras respiro con dificultad aferrándome con fuerza al borde de la poltrona.

— Por favor basta...

— Tranquila.

Me muevo tratando de apartarme, pero me sujeta de la cadera y me obliga regresar.

— ¡Ahhh!

— Resiste es solo un poco más.

Me duele, se siente cada vez más y más apretó, ¿cuánto más puede esto llegar a doler? No estoy segura de poder seguir resistiendo por mucho más tiempo.

— ¡Ahhh!!!

— Deja de quejarte, ya casi termino.

— ¡Ya no resisto! – reclamo.

— ¡Te digo que casi termino!

— ¡No! ¡Sácalo de una vez! ¡ya no resisto, me haces daño!

— Deja de quejarte, además es culpa tuya no estar acostumbrada a esto, si lo hiciéramos todos los días como es debido sería más fácil tanto para ti como para mí – respondió de forma tajante.

Su voz autoritaria me enoja, claro es fácil decirme que resista cuando soy yo quien está sufriendo. Es justo por este motivo que escapo de esta situación a diario.

Lo hace una vez más, ahora la presión es tan fuerte que me es imposible contener un quejido.

— ¡Basta! ¡Sácame este artefacto de tortura!

— ¡¿Artefacto de tortura?!¡Deja de ser tan dramática! ¡Es solo un corsee!

— ¡Pues para mí es un artefacto de tortura! – suelto con indignación.

— ¡No exageres niña! no eres la única mujer que utiliza corsé — dice a modo de reprimenda mientras seguía tirando de las cuerdas tan fuerte como le era posible — Por Dios, ¿porque siempre tienes que hacer tanto drama por pequeñeces como estas? – añade con claro fastidio.

— ¡¿Drama?! – impugno mostrándome ofendida — ¡Pero si me dejas aire, nana! además yo...

Jala las cuerdas con toda su fuerza, logrando de nuevo quitarme el aire por unos segundos. Con mano firme termina de ajustar el corsee.

— ¡Listo! ¿Ves que es más fácil con disposición?

— Sumisión diría yo...— mascullo mientras deslizo mis manos por mi cintura.

— Basta de berrinches niña, debes lucir perfecta, hoy es un día importante, ¡Al fin, nos vamos a Asbeck! – suelta con un sonoro chirrido.

Es incapaz de esconder la excitación en su voz.

— Bien ahora hay que elegirte un vestido, debemos procurar destacar tu figura lo más posible.

Levanto una ceja y le dirijo una mirada de contrariedad, ¿a qué formas se refería? era tan delgada que su comentario parecía más burla que otra cosa.

Con paso firme se dirige al guardarropa y abre sus puertas de par en par mientras comienza a examinar los escasos vestidos que hay en su interior.

— ¡Vamos niña comienza a probártelos!

— Pero...

— ¡Rápido! – ordena – primero este, ¡No! ¡Mejor este! Uhmm, anoche guarde los mejores en la maleta, estos están muy desgastados.

Durante veinte minutos me pruebo un vestido tras otro, debido a su indecisión me pruebo un mismo vestido más de tres veces.

— Este otro también se te ve bien...no, el otro...uhmm mejor pruébatelo.

— Nana...— dije con pesadez.

— Nada de gimoteos niña – ordeno.

Doy un resoplido de molestia apartando un rebelde mechón de cabello que había caído sobre mi rostro.

— ¡Resoplar no es de señoritas! Deja de replicar y póntelo de una vez – me regaña adoptando su típica pose de reprimenda con las manos en la cintura y arrugando la nariz haciendo más notorias las arrugas que hacían profundos surcos en su rostro, lo cual junto a sus cabellos grisáceos parecían acrecentar los cincuenta y tantos años que ya carga sobre sus espaldas.

Esta mujer de expresión severa que es capaz de hacerme cambiar veinte veces los mismos seis vestidos hasta quedar satisfecha es mi es mi nana de toda la vida, Meredith Clover, quien parece lista para soltarme uno de sus típicos sermones, y francamente es lo último que quiero en este momento así que obedezco sin replicar. Lamentablemente termina soltándolo de todos modos.

— Por favor niña ¡toma esto enserio! Tienes que comenzar a comportarte, Asbeck es un poblado muy importante, finalmente ingresaras a círculos con personas distinguidas, así que debes ser más cuidadosa con tu apariencia y tus modales, ya no podrás usar esos vestidos ligeros, andar descalza o seguir con esas salvajes prácticas que te enseño tu abuelo – sacude la cabeza con desagrado - Ahora debes actuar apropiadamente como toda una señorita, y cumplir pertinentemente las expectativas que tu padre tiene sobre ti.

Suelto un suspiro de hastió, y aprieto los labios, tratando de controlarme para evitar soltar algún comentario "Impropio" sobre mi señor padre, quien cuando tenía solo cinco años nos envió a ambas a una alejada hacienda con una anciana pareja de conocidos suyos, olvidando completamente mi existencia durante los últimos doce años de mi vida.

Nunca supe el porqué de sus razones ni entonces ni ahora, pero no importo demasiado, su presencia nunca me hizo falta, tuve una infancia muy feliz. Esa amable pareja eran muy considerados y atentos con nosotras. No tuvieron hijos, así que me cuidaban y consentían como si fuera su hija, al mismo tiempo yo llegue a tomarles mucho cariño.

Fui muy dichosa, lamentablemente esa no era mi realidad, y aunque los adoraba con el alma los abuelos no eran mi legítima familia, porque yo tenía un padre, y aunque no fue a verme ni una solo vez en todos esos años, ni me envió una sola carta, tenía derechos sobre mí y un día decidió hacerlos valer.

Sucedió hace apenas dos días, apareció súbitamente un completo desconocido quien llamándose mi padre nos informó que Meredith y yo volveríamos a vivir con él de forma permanente, dejándome completamente consternada ante tal drástica decisión.

Yo no lo conocía, o al menos no lo recordaba pero los abuelos y Meredith si, por lo que no había más que decir, era mi padre, y no tuvimos más elección que obedecer y comenzar a preparar nuestras maletas para nuestro próximo traslado.



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En el texto hay: vampiros, romance, ficción histórica

Editado: 22.01.2024

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