Memorias Sangrientas

CAPÍTULO 7

— ¡Buenos días, niña!

La cotidiana voz matutina de Meredith ingresando ruidosamente en mi habitación resuena vagamente en mis oídos, como si me llegara desde un páramo lejano.

Respondí con un quejido de molestia sin abrir los ojos.

— ¡Vamos, niña! ¡Despierta de una vez!

— Aún es temprano... —respondí con desgano.

— ¿Temprano? ¡Si el sol ya salió!

El sonido de las cortinas anticipó la brillante luz de la mañana, ingresa impiadosa e ilumina la penumbrosa habitación, con un brillo tan intenso que parecía pretender cegarme.

— ¿Ahh, lo ves? ¡Es una hermosa mañana!

— Una agobiante mañana... —mascullé mientras me cubría los ojos con el dorso de la mano.

Los pasos apremiados de Meredith y el sonido de su faldón deslizándose ágilmente de un lado a otro por la habitación eran la rutina de casa mañana. No perdía ni un segundo, mientras llenaba la vasija con agua fresca para mi aseo, ya tenía lista mi bata de algodón blanco listo y dispuesto, y comenzaba a decidir mi atuendo para el día.

— ¿Descansaste a gusto, niña?

— No muy bien... me siento muy cansada... —respondí apenas consciente hundiendo mi rostro sobre la almohada —... además había alguien en mi habitación anoche.

— Por favor, niña, qué absurdo — suelta con fastidio ­—cierro la puerta con llave cada noche y la ventana tiene seguro. Es imposible que hubiera alguien aquí; lo soñaste, no me sorprendería, últimamente solo sueñas tonterías.

— Pero yo lo oí nana... oí un crujido... y sentí unas manos sujetándome...estaban heladas, tanto como el hielo...— seguí narrando con voz somnolienta, parecía que con cada palabra el recuerdo terminaba por perderse en mi memoria —...el frío me incomodaba, pero no podía oponerme... sentí el tacto de unos dedos deslizándose por mi rostro, acariciándome y enredándose en mi cabello...hasta tomarme por la espalda... la crudeza se acrecentó... el frio invernal asedió cada parte de mi ser. Entonces, lo sentí sobre mí... jadeando sobre mi rostro...

— ¡Niña, por favor! ­— me corta abruptamente escandalizada ­­— ¡Una señorita jamás debería describir actos tan indecorosos!

Su alarido me fuerza a reaccionar, entreabro los ojos, topándome con su rostro irascible.

— Es suficiente, no quiero oír más necedades. Ahora deja las excusas y levántate de una vez, tenemos importantes diligencias el día de hoy. Para empezar, iremos con la modista para que te confeccione vestidos nuevos.

— No... por favor, nana — replico mientras profiero un hondo bostezo acurrucándome entre las sabanas —¿No podríamos ir mañana?

Mi cuerpo se siente pesado, aletargado, sumido en un limbo de ensoñación, tan extenuado que parece rehusar obedecerme.

— De ninguna manera, niña, con dificultad obtuve autorización de tu padre para tal gasto, y de ninguna manera me arriesgare a que cambie de opinión.

— Pero, nana...

— Nada de peros, hoy no pienso tolerar ningún capricho tuyo, niña. En todo caso, debes actuar obediente y penitente para disculpar el irresponsable comportamiento que perpetraste ayer —replica alisando con fuerza su faldón, como gesto de severidad —Y no consideres el que no le contara a tu padre como una indulgencia de mi parte; solo lo hice porque si se entera, enfurecería y rehusaría comprarte los vestidos, y solo yo se la urgencia con la que los requieres. Más ahora que establecerás relación con importantes familias como los Heartlen y los Orforg...

Escucho su voz tornarse en un eco, cada vez más lejano.

— ¡Niña! ¡No vuelvas a dormirte! ¡Vamos levántate de una vez! — vocifera al percatarse que volvía a quedarme dormida; logrando sobresaltarme con su grito.

— Por favor, no, nana, no me siento muy bien... — digo arrastrando las palabras mientras me aferro al lecho con obstinación.

— ¡Tonterías, niña! — demando mientras me quitaba las cobijas de un tirón — vamos, levántate de una vez, no tenemos tiempo que perder, preparare tu atuendo.

Ante su intransigencia y con un supremo esfuerzo, logré incorporarme hasta sentarme a la orilla de la cama. Permanecí inmóvil unos instantes, mis extremidades se sienten sumamente pesadas, sentía tanto agotamiento que me parecía impensable abandonar el lecho.

Nuevamente intento exprésale a Meredith mi malestar, pero me manda a callar y solo me urge apresurar el paso.

Solté un suspiro de resignación, no tenía más opción que obedecer. Quizás mojarme la cara me ayudaría a sobrellevar ese extraño malestar.

Puse un pie en el suelo para incorporarme, pero ni bien me aparte de la cama, la visión se me tornó borrosa, todo dio vueltas a mí alrededor, fuerzas exiguas me abandonaron, y un segundo después sentí mi cuerpo golpeando el suelo.

 

— ...se ve muy desmejorada... está sumamente pálida, su piel esta helada y pese a ello está sudando frio... dice una voz ronca y severa, completamente desconocida — ¿Ha manifestado muestras de cansancio, los últimos días?

— No, doctor, ayer mi niña estaba perfectamente, además ella siempre ha sido muy sana, nunca se enferma doctor — expresaba otra voz, su tono denotaba angustia y preocupación, reconozco a quien le pertenece, era Meredith.

Sus voces llegaban a mí como en un sueño, no podía abrir los ojos, pero los escuchaba con claridad.

— Podría pensar que es un resfrió, ya que menciona que se expuso ayer en la tormenta, pero en ese caso los síntomas serian otros; no tiene la garganta irritada, tampoco se ven indicios de catarro, dígame ¿la señorita se alimenta bien? ¿come frutas, verduras? ¿Bebe leche?

— ¡Claro que sí, doctor! ¡Yo siempre procuro su alimentación!

— Bueno, entonces también debo descartarla, la "debilidad" se da debido a una pobre alimentación y como usted dijo la señorita se alimenta bien; además esta se produce gradualmente.



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En el texto hay: vampiros, romance, ficción histórica

Editado: 22.01.2024

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