Los tres emprendimos camino hacia nuestro salón de clases con el maestro Wilson, un hombre demasiado agradable cuando alguien le cae bien y muy mal humorado cuando de alumnos problemáticos se trata, siempre es así. Tomamos lugar cerca de las ventanas donde quedaban lugares vacíos, nos aseguramos de quedar la una junto a la otra y Asher delante de nosotras dedicándonos algunas sonrisas mientras esperábamos a que el maestro llegara.
Claire llego a la ciudad durante el primer año de primaria, era una niña con una enorme sonrisa que se veía a kilómetros, era hermosa por donde le viera. Los niños de la clase la evitaban siempre por su alocado cabello y su tez morena, en cambio yo la ame de inmediato, tenía esa chispa que se asemejaba a la mía. era la chica más divertida y sincera del mundo, ella era mi otra mitad y cuando acepto ser mi amiga fui la persona más feliz del mundo, recuerdo haber salido de clases y correr a los brazos de mi madre, estaba tan emocionada que apenas si podía hablar. La amo y la verdad no imagino mi vida sin ella a mi lado. Con Asher llevamos un par de años de amistad, desde que llegamos a preparatoria, nos conocimos por casualidad en un juego de la escuela, solo se sentó a nuestro lado y comenzó a charlar de lo tonto que era ver a un montón de sudorosos chicos corriendo tras un balón y a un montón de chicas gritando por esos chicos sudorosos, Asher se ganó nuestra confianza de inmediato, con su particular sentido del humor y con esas sonrisas coquetas. Es un buen amigo y nos lo demuestra a diario.
Gire la mirada hacia la puerta principal, los susurros y murmullos se escucharon en la clase apenas él puso un pie dentro del salón, siempre era así. Él era el centro de atención, aunque creo que no le gusta serlo. Dylan se veía más atractivo que nunca, sus ojos almendrados mantenían ese toque nostálgico que solía acompañarlo, su mirada triste y sin vida. No lograba entender como alguien que prácticamente lo tenía todo podía verse así de triste. Nuestros ojos se encontraron por un segundo, de forma indiscreta veía los detalles de su rostro, sus lunares que por cierto eran bastantes, la forma de sus labios, su mentón y sus pestañas. Nos quedamos viendo por un momento más y podía jurar que una sonrisa se formó en sus labios, misma que se desvaneció fugazmente al tener a la loca de Samantha encima. Sentía algo de lastima por él, estar con una persona así de psicótica debe ser demasiado agotador, creo que ahora entiendo porque hay tanta tristeza en sus ojos, ser tratado como un objeto y estar sin amor, no imagino lo difícil que debe ser.
El maestro Wilson comenzó a dar una larga y muy aburrida catedra de todo lo que esperaba este año para su clase y con la típica frase “Las matemáticas son la base de todo” era algo que nos había estado repitiendo desde siempre. Cada año la decía al inicio y al finalizar el año escolar. Me gusta su clase, era un profesor agradable para tener ya cincuenta años, pero en ocasiones se volvía un tanto insoportable, quejumbroso y bueno solo eso. La verdad no tengo muchas cosas negativas que decir de su persona. Después de todo siempre hace lo posible para que todos aprendamos lo suficiente y aprobemos cada examen, aunque algunos se esmeren en hacerlo mal, no hace falta decir de quien hablo. Mientras él hablaba tomaba algunas notas, pequeños apuntes que me ayudarían a recordar sus palabras y sus frases motivacionales y claro la larga lista de deberes y libros para el primer semestre. Todas las actividades que estaban planeadas, el baile, las ferias para reunir fondos para la escuela, los juegos de basquetbol del equipo escolar y un montón de cosas más.
Apenas el timbre sonó para dar fin a la clase comencé a guardar mis cosas, estaba dispuesta a levantarme, para salir. Claire y Asher me detuvieron de inmediato. Las cosas dentro de la sala estaban por ponerse algo tensas. La cabeza de Samantha estaba humeando y sus mejillas estaban tan rojas como el labial en sus labios. Era una imagen exageradamente cómica de ver, ella lucia como una de esas caricaturas a la que estaba a punto de explotarle la cabeza, era una versión rosa de la reina roja, pero más tonta y algo descerebrada.