Mentiras En Tus Verdades

Capítulo Treinta y Seis.

—Me voy— Dije sin pensarlo dos veces.

Mi cuerpo empezó a tembrar mientras me levantaba de mi silla, estaba dispuesta a escapar en cuanto escuché la voz de mi madre. El miedo que una vez ella me hizo sentir salió a flote, los recuerdos de sus gritos...

—¡Te odio! ¡Nunca debiste haber existido! ¡Nunca te perdonare lo que me hiciste!—Gritaba mientras alzaba la regleta una vez más y lo golpeaba contra mi espalda.

—¡Por favor basta!... ¡Por favor! ¡Mamá!

Ya no podía más, mi espalda y brazos dolían, ardían, ese rincón me dejaba sin salida, sentía mi labios partido. Lo malo es que no me desmayaba nunca, permanecía consciente hasta que ella se cansara, el dolor era palpitante, una y otra vez, hasta que partiera otra regleta y se encerrara en su cuarto. Entonces los moretones pesaban en cada parte, aún sin la regleta, mi carne dolía recordandolo.

Yo permanecía un poco más ahí, llorando.

Después como podía llegaba a mi habitación, la parte que me llenaba de tristeza era revisar mi cuerpo, gimoteaba en cuanto me quitaba el  vestido, los moretones salían a flote, me miraba al espejo de mano, me daba vergüenza yo misma por dar lastima, mi cara estaba casi intacta, sólo mi mejilla izquierda estaba roja y el labio estaba partido. El nudo de mi garganta no podía ser más asfixiante en esos momentos.

—Papá ¿Dónde estás?—Me pregunté mientras caía al suelo y sacaba toda la pena de mi ser.

Casi todos los días era así, tenía que tener en cuenta que esta semana debía cuidarme la cara, después de todo el día domingo llegaba mi padre. Seguro los moretones sanarian un poco, pero los vestidos con mangas tendría que utilizarlas más seguidos.

Mi inocencia quería hacer que mi padre no se preocupara por verme. Era demasiado ingenua.

Era algo que no quería entender, pero sabía que padre sabía todo lo que ocurría... Y nunca hizo nada. Tenía que ser ciego si no sospechaba los moretones que no podía tapar. Al principio en mi ingenuidad quería creer en él como mi héroe me iba a proteger, pero después de todo solo fue un espectador más. Esos recuerdos se aglomeraban y por eso quería escapar.

Estaba lista para correr lejos, ya los sentía cerca, aceptaba que estaba siendo cobarde, pero todos tenemos un miedo no superado. Pero antes de dar un paso a la izquierda, Thiago me agarró de la mano apoyada en la mesa.

—Tú quédate—Me ordenó y me empujó a sentarme en mi silla otra vez, intente soltarme de su agarre, pero era inútil, después él le habló a Frank— Esto no es lo que te ordene.

—Te aseguro su majestad, que esto es aún mejor...

—No hubieras elegido un lugar mejor ¿No?—Refunfuño mi padre cuando llegó a estar frente a Frank.

Estaban aquí.

—Tendrán lo que pidieron, pero ahora tomen asiento— Ordenó Frank aún más feliz.

Yo agache la cabeza hasta el punto que mi cabello tapara parte de mi rostro, también alce mi mano tapando el lado de mi cara hacia la dirección donde estaban. No quería ser reconocida, no sabría como reaccionarian.

—¿Y quién es está bella dama?—Se emocionó mi madre y más que yo conocía ese tono interesado— Me presento como lady Meredith Belwood.

Yo asenti con la cabeza mirando hacia la dirección contraria, ahí estaba Thiago, aun agarrando mi mano, así que me solté de su agarre. Tenía que pensar un modo de escapar.

—Bien, supongo que usted es el cliente que quiso una cita para ver mis relojes—Habló mi padre, poniendo un maletín sobre la mesa, dirigiéndose a Thiago.

—Así es, él es un amigo mio—Señaló Frank a Thiago.

—Bien, aquí tengo unos bañados de oro, plata y otros con diseños excepcionales ¿Cuál prefiere señor? También tengo unos relojes de bolsillo.

Ellos aún no me reconocían, tenía la cara tapada. Por un segundo creía que podía permanecer hasta que ellos se fueran, no estaba lista para enfrentarlos, pero mi idea se fue en cuanto mi madre a mi lado me empezó a hablar.

—Usted señorita veo que tiene ropa muy fina, seguro que le va bien en los negocios ¿No le interesa unos pañuelos bordados?—Saco una bolsa y me quiso mostrar—Vealos, están hechas a mano.

—Si... son muy bonitos, pero no me interesan—Quise dejar de hablarle, haciendo mi voz más aguda.

—No sea grosera, es un hecho que tenga buena ropa y joyas, pero no es que tuviera un título—Se quejó ofendida.

Me mordi los labios por no llorar, no me faltaba la fuerza de voluntad para correr.

—Señor Belwood ¿No le molesta que le haga unas cuantas preguntas?—Le pregunto Thiago a mi padre mientras se pobraba más relojes que le ofrecía.

—No hay problema, usted es un cliente excepcional después de todo ¿Llevará estos tres verdad?

—Frank me contó que usted perdió a una hija ¿Eso es cierto?

Mi padre un poco melancólico contestó:—Si, era una hermosa niña, pero desapareció un día cuando fue al bosque...

—Si, si, fue muy lamentable, unos dicen que tal vez se calló de un risco—Se apresuró mi madre de repente—.Mi esposo es un poco sensible a eso, por favor no le pregunté a mi esposo de ese tema.

Eso estrujo mi corazón, eso quería decir que tal vez mi padre me daba por muerta realmente o era la mentira que habían acordado entre ellos dos. Cualquiera me daba rabia, por qué si era la primera mi madre llegó con sus mentiras demasiado lejos, pero pensar en la segunda me dolía.

—Perdón por recordarle eso—Se disculpó Thiago, pero se puso hacer preguntas más sigilosamente—.La muerte no es algo se puede evitar, pero cuénteme ¿Cómo se sintió cuando se enteró que iba a ser padre?

De pronto mi progenitor se puso nervioso, extrajo sus brazos fuera de la mesa.

—Meredith y yo nos alegramos mucho cuando eso paso, mientras llevaba su embarazo mi esposa junto a mi, no podía evitar sonreír...

—Esperé un momento, es que es normal llevar el estar en cinta en otro país más soleado ¿Supongo que su esposa llevo su embarazo con un pariente en otro lugar?




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