Con el tiempo me di cuenta de que Elizabeth tenía razón, en Glassdrop no existen los días lluviosos, en Glassdrop existen los días soleados. Al menos eso es lo que dice el alumnado y facultad de Highshrine, algunos de los cuales han pasado tanto tiempo en este pantano que les han crecido agallas en el cuello, o era papada, siempre se me olvidan esas cosas.
Los días lluviosos eran días de flojera, había que llevar un impermeable a la escuela, los lugares a la intemperie estaban vacíos, y los centros comerciales quedaban atestados de gente.
Finalmente había llegado el día, seria nuestra primera cita formal. La preocupación aún estaba ahí. No por ser una cita. No hacía mucho que había notado comportamiento extraño, cosas inusuales sobre Daniela, no le conocía y cada vez que pensaba en ello, recordaba la sudadera que había visto en el perchero, aquel desconocido que estuvo en la misma escena del crimen que yo, sin mencionar cuando Ben y yo le seguimos hasta el almacén.
Aun así, había decidido seguir adelante con la cita.
Dani y yo vivimos juntos. Era normal que tarde o temprano nos fuéramos conociendo. Cuando la conocí por primera vez pensé que se trataba de una chica totalmente distinta a la versión que conozco. Por su actitud supuse que no era una chica muy cálida, nada abierta de cierta manera era difícil estar con ella. Parecíamos más diferentes. No obstante, creo que eso fue la chispa que disparó mi atracción. La hazaña que representaba estar con ella.
Como con cualquier otra persona, luego de un tiempo logras ver más allá de la máscara que llevan todos los días.
Aprendí que Daniela había movido cielo y tierra para llegar a la universidad. Tiene una beca deportiva que le fue otorgada desde la preparatoria, un cazatalentos la fichó para el equipo de Soccer. Ha construido una reputación en el equipo y entrena más duro que cualquiera.
Es creativa, atenta, curiosa. Tuve mis reservas antes de decidir salir con ella, no sabía si estaba listo para lanzarme de nuevo a ese mundo, mucho menos si quería liarme con una persona que tendré que ver todos los días por el resto del semestre. A pesar de todo, he encontrado muy placentera su compañía.
Había planeado a detalle la tarde, pensé que me ayudaría a lidiar con los nervios, de cierta forma lo hizo, claro que recupere los nervios cuando le vi. Llevaba el cabello recogido en una coleta, varios mechones se escapaban por su frente, pero iba más con su actitud y apariencia. Vestía una camiseta color rojo, de aquellas lisas que tienen elástico en el cuello y las mangas. Una falda negra lisa y unas converse. Llamó mi atención que se había puesto labial, un tono no tan llamativo, pero tampoco lo suficiente como para no notarlo.
Llevaba una chamarra en el brazo, pude verla acomodarse un mechón de su copete cuando me buscaba en el estacionamiento.
Agradecí al cielo haberme decidido salir de la rutina con mi vestimenta, llevaba una sudadera negra con capucha, que ironía, unos jeans y las conversé rojas. Incluso deje que Isa me convenciera para que fuera a cortarme el cabello. Aún tenía mis dudas, sentí que era demasiado corto.
Su mirada me atrapó espiándola. Hice un gesto para saludarla. Al acercarse a mi tuve el instinto de saludarla con un beso en la mejilla, lo cual era raro ya que nos veíamos todos los días, incluso nos habíamos visto esa misma mañana.
Fui el primero en romper el hielo. —Te ves hermosa. —Ella sonrió.
—Me gusta tu cabello. Ya no pareces tan emo.
—Gracias, eso es justo lo que le pedí al barbero. Ya no quiero verme como un cantante de pop punk.
—¿Cuál es el plan? —Trató de sonar casual, pero le noté un poco impaciente, tal vez nerviosa. —No planeas llevarme al quiosco del centró, ¿o sí? Ya he tenido muchas citas ahí.
Sabía que bromeaba, pero no pude pensar en el hecho de que probablemente si haya salido con otros chicos, digo es hermosa, capitana del equipo de soccer, ¿qué más se podría pedir?
—De hecho, era mi primera opción. —Traté de bromear, pero no me salió natural, había pensado demasiado en los otros. —La segunda era el minigolf, pero en vista de que está lloviendo, y parece que seguirá lloviendo, tuve que recurrir a mi tercera idea, algo a puerta cerrada, te lo diré una vez que subamos al auto.
—¿Auto? —Me miró como si estuviera impactada. —No sabía que tenías licencia, o que sabias conducir.
—Descuida, nadie se ha muerto cuando he manejado.
—Aun.
Me apresuré a abrirle la puerta para que subiera al auto. Subí por el lado del conductor, encendí el motor y saqué el auto hacia las calles.
—Entonces, ¿Cuál es este lugar misterioso al que planeas que vayamos?
Sonreí. —Bueno, tu dijiste que la condición para que saliéramos era que hubiese comida de por medio.
—Era una broma. Cualquier cosa hubiera estado bien.
—¿Has ido a Crazy-Rogers? —Pregunté sabiendo que no.
—¿Qué no ese es el lugar de las maquinitas?, digo, el arcade.
—Si. —Asentí.
Rio un poco. —A menudo dicen que los chicos solo piensan en videojuegos.