Ante los recientes actos vi imposible dormir, desarrollé un temor que me asechaba cada que cerraba los ojos, en el que Daniela volvía a la habitación para terminar el trabajo. No sé si fue el alcohol, mala química, o algo más, pero no le encontraba una explicación lógica a su comportar.
Salí de la habitación cuando supe que el pasillo estaba despejado. Me había vestido con lo primero que encontré y caminé a la calle en busca de algún distractor. Terminé caminando en dirección al trabajo, sabiendo que faltaban más de medio día para que iniciara mi turno.
No había un alma en las calles, no había grillos, no había mosquitos. El mundo conspiraba para brindarme soledad. Llegue a aquel parque calle arriba del café, tomé asiento en uno de los columpios y deje que el aire me moviera.
No quería ni parpadear, incluso en esos momentos le veía. Como es que puedo ser alguien con mortalidad indefinida y asustarme por alguien que no representaba un reto físico para mí. Pero incluso eso no tenía sentido, parecía que estaba en trance cuando me atacó, guiada por su instinto, un sistema de defensa que le permitió sobrepasar sus límites.
Me froté la cara con las manos. —¿Realmente debería estar aquí? —Me pregunté en voz alta.
—Suena a que tienes un problema, hijo.
Cuando abrí los ojos pude ver un fulgor anaranjado acercarse, de primeras me resulto familiar, casi decía que era Brandon, pero era demasiado alto, cuando la luz de la luna lo ilumino pude notar que era una especie de pastor de iglesia, con su vestimenta color negro y un alzacuellos, pensé que se trataría de aquel que me tope hace unos meses, pero era diferente, su cabello iba de negro a gris, su nariz era picuda, sus uñas largas y sus dientes, más afilados y desordenados que en una persona común.
—Problema se queda corto. —Respondí.
—Reconozco los problemas en la cama cuando los veo, muchacho. —Le vi incrédulo, los pastores no son conocidos por su extravagante vida sexual. —He tenido mi dosis de damas con el paso de los años. Que no te dejen engañar las prendas, es lo primero que encontré por ahí.
—¿Entonces no es un sacerdote? —Casi se ríe con la pregunta.
—Los de mi clase se queman al poner un pie en la iglesia. Aunque es bien sabido que Dios no está ahí. —Aquellas palabras sonaron perturbadoras. —¿Así que problemas con una mujer?
No sé porque le estaba contando la verdad, era algo en su imagen que me obligaba a ser honesto. —Intento ahorcarme.
Se rio como si fuera uno de mis amigos de toda la vida. —Eso es especial, no todas las mujeres están interesadas en ese tipo de tratos.
—No creo que ella supiera que estaba haciendo eso. —Alzó una ceja invitándome a elabora mi respuesta. —Una de sus amigas, dijo que ella estaba actuando como si no hubiera pasado nada.
Fumo de su cigarrillo. —A veces nuestra mente suprime nuestras memorias, aquellas de eventos traumáticos, es un sistema de defensa, podría ser, o podría ser que ella te quisiera matar, ¿la engañaste con otra mujer?
Realmente sabía lo que decía, quien era este sujeto desconocido. —Invite a una chica al baile, no lo tomó de la mejor forma. —Me acomode el cabello. —Tuve que salir de la casa, cada que cierro los ojos puedo verle, ver sus ojos llenos de ira.
El hombre se rio a carcajadas. —Creo que todo ha sido un malentendido, si te quisiera muerto ya lo estarías, creo que debes crecerte un par y volver a casa, no debes dormir donde quieres esconderte, no permitas que te despoje de tu propia comodidad. —Lanzo la colilla de su cigarro a la arena del parque, me quedé observando como las ascuas consumían lo poco que quedaba del cigarrillo. —Lo has estado haciendo bien, Raymond, pronto nos volveremos a ver.
Le escuché caminar, pero no volteé, estaba fascinado con las llamas. Cuando estas se apagaron, me di cuenta de que aquel extraño no estaba por ningún lado, pero no era todo, aquel extraño, me había llamado por mi nombre.
•••
No dormí nada aquella noche, decidí faltar a clase y durante el trabajo estuve cabeceando lo suficiente como para que Brandon me llamase la atención. No había hablado con nadie en la casa desde la fiesta, aunque principalmente se debió a que no volví a casa, lo cual me genero problemas en el trabajo cuando llegue sin el uniforme.
Para cuando mi turno había terminado me encontraba exhausto, me detuve en un restaurante de comida china camino a casa, ordené pollo a la naranja y arroz frito. Supongo que los viejos hábitos nunca mueren.
Seguía paranoico cuando llegué a casi así que decidí entrar por la puerta trasera, con lo que no contaba era que no era el único que se sentía incómodo. Daniela utilizo la puerta trasera para salir a una de sus prácticas. Me frene y me hice a un lado para que ella pudiera pasar. Se mostró reacia a mi petición, aunque conforme pasaba el tiempo y no se movía la tensión y la incomodidad aumentaba, lo que le llevo a decir. —No sé qué me paso anoche, no fue mi intención hacer nada de lo que hice, quiero pedirte una disculpa.
No era una disculpa lo que necesitaba, sino una explicación de porque hizo lo que hizo. —Dani, ¿qué sucedió anoche?
—Puedo explicarlo, pero necesito tiempo, ¿entiendes? —Por la forma en que reacciono, supuse que no había quedado conforme con su elección de palabras. Pero no dijo más, asentí y ella lo tomó como un alivio, lo que le permitió continuar con su rutina.