La parte más aterradora de poder hacer lo que hago, es no saber cómo dejar de hacerlo. Nadie me dio instrucciones, nadie me dijo como vivir la vida, no hay un switch que simplemente pueda apagar para dejar de herir a los demás.
Estaba cansado, llevaba todo el día montando guardia cerca de la casa, a donde sea que fuera la presencia de Pascal me perseguía, era como si su aura se hubiese impregnado en mi ser. Glassdrop comenzaba a mostrarse como la ciudad siniestra que realmente es. Mi cerebro ya no encontraba excusas para excluirme de los demás.
Llegué a la casa entrada la noche. Pareció que mi teléfono estaba sincronizado con la posición de la casa, ya que cuando estaba en la puerta recibí un mensaje de Millie; “trata de hacer contacto con él, está hecho un asco”. Desde que abrí la puerta supe que algo andaba mal. Escuché como la puerta golpeó una botella de vidrio al abrirse. Desparramado sobre el sofá se encontraba Logan, el pobre tenía lágrimas en los ojos, sus ropas estaban llenas de vomito, y la baba le escurría por un costado de la boca. Era un desastre y estaba ebrio.
Me acerqué hacia él, su mirada me seguía a través de la habitación. Transmitía lastima y un aura de tristeza. —¿Estas bien? —Pregunté conforme me iba acerando.
Trató de berrear una palabra, en su lugar termino por escupir un poco de vomito. Incluso desde mi lugar podía oler las distintas bebidas que había mezclado. Había toques de Gin, Vodka, Tequila y bastante ron. Me detuve frente a él. Iba tratar de levantarlo cuando este colocó su mano sobre mi hombro y me fulminó con la mirada. Aquel contacto visual me provoco una jaqueca, era como tratar de sintonizar estática a través de una bocina de diez mil watts. Caí rendido al suelo, rápidamente me llevé las manos a los oídos tratando de aislarme del ruido. Cerré los ojos.
Lentamente esa estática se convirtió en sonidos y esos sonidos en gritos. Abrí los ojos solo para ver que nuevamente lo había hecho, había hecho una conexión con alguien. Estaba observando mis manos, pero no eran mis manos. Estaban ensangrentadas. Estaba en una especie de cuarto pintado a rayas color marrón. Daba vuelta mis manos para ver las palmas y tenía un gran corte en ambas. En escalofrió recorrió mi cuerpo llenándolo de temor. Alcé la mirada, había alguien, un adulto frente a mí, su cara estaba cubierta, borrosa, claramente estaba aterrado de esa persona. “Eres un cobarde, nunca serás nada. ¡Debería darte vergüenza llevar mi nombre!” Gritaba aquella persona. Un tercero entró a la habitación, su rostro estaba cubierto también, era una mujer de cabellos rubios. “¡Logan deja al niño en paz, no es su culpa!” Entonaba entre llantos la mujer. “¡Él sabe que no debe tocar mis cosas, tenía que aprender de una forma!” respondió el hombre, la mujer se interpuso entre mí y el hombre. Traté de cerrar las manos, pero el ardor era intenso.
Observé mis dedos de la mano izquierda y uno estaba roto, dicho dedo había quedado como una ele. ¿Por qué hace esto? Pensé. “Entiendo que no debió tocar, pero no puedes simplemente romperle una botella de cerveza de una patada. ¡A caso estas demente!” Masculló la mujer.
El hombre se había visto insultado, por lo que respondió con una bofetada hacia la mujer. Después la tomó de la cintura contra su voluntad. La mujer luchaba por soltarse, golpeaba y bofeteaba al hombre. Este simplemente la tomó y fijo contra el ropero, de una patada le separo las piernas. La mujer gritaba con fuerza y horror. El hombre le levantó el vestido. La mujer gritó con todas sus fuerzas “¡Logan! ¡Sal de aquí!”. Me levanté y salí corriendo de la habitación aun escuchando los gritos de horror de la mujer.
Se sintió como si me aventasen a una piscina llena de agua helada, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Estaba de rodillas, frente a Logan, ambos estábamos con lágrimas en los ojos. Me alejé inmediatamente de él, retrocediendo a rastras, choque contra la mesa, y me puse de pie, decidí subir las escaleras.
•••
Daniela me estuvo esperando en la puerta de mi habitación, pensé que estaría molesta por haberme desaparecido por todo un día, por no darle explicaciones, por haberla engañado. En cambio, lo primero que hizo al verme fue abrazarme, no dejarme ir. No podía dejarla ir, no podía dejarla entrar a mi mundo. Terminé haciendo las cosas por miedo, terminé mintiéndole en la cara cuando me preguntó si estaba bien, cuando me cuestiono sobre donde había estado. No quería traerla conmigo, no quería hacerla pasar por lo que yo he pasado.
Me llevó de la mano a dar un paseo por el parque que estaba cerca de la cafetería, me invitó a montarme en un columpio, ella hizo lo mismo, columpiándose con gran velocidad, por otra parte, yo permanecí con los pies en la tierra pensando, en como todo lo que había hecho pudo haber salido mal. Que Ben seguía allá afuera, solo, indefenso, exponiéndonos a ambos.
Daniela se lanzó del columpio aterrizando de pie en la arena, se acercó a mí y me encaró. —Ray, ¿Qué es lo que está pasando? Sé que algo sucedió, lo veo en tu cara.
Quisiera poder decirle, contarle todo, pero temía que era más de lo que ella podría soportar, o creer. Quería decirle sobre las voces en mi cabeza, las alucinaciones. Quería decirle sobre mí, pero comprendí una cosa. Estaba atrapado en una enorme telaraña de mentiras, mentiras que yo mismo le había dicho para mantenerla a salvo.
Todos los que me creen conocer se encuentran con estas mentiras peligrosas, porque nadie quiere ser amigo del monstruo, el asesino, el pervertido, el mirón. Soy la representación de las mil y un banderas rojas en una persona. Aun así, estaba cansado de estar solo, porque había encontrado algo a lo que aferrarme, había encontrado personas que me aceptaban, que se preocupaban por mí. Supongo es egoísta de mi parte impedirles conocer la verdad. Lo que más me preocupaba sobre todo esto, era la facilidad con la que podía mentir, lo rápido que me despreocupaba por haber mentido, las pocas emociones que me provocaba hacerlo.