SIEMPRE HE SIDO YO
Siempre he sido yo. No puedo excusarme de ello, por más que me refiera a mí mismo en tercera persona. He querido pensar que soy una simple marioneta, y hay algo tirando de mis hilos, pero no es así, siempre he sido yo.
No me detuve porque aquello que hacía estuviera mal. Me detuve porque no pude soportarlo más. Un intenso dolor en mi pecho. Seguido de la liberación de bilis en forma de vómito. Me detuve porque no ya no podía seguir guardándome aquello.
Había lanzado por la borda muchas cosas, mi trabajo, mis amigos, mi relación. Estuve autosaboteándome para sentir dolor, poderme sentir mal, quería sentirme mal, porque era lo que me merecía. Yo he sido el causante de cada tragedia a mi alrededor. Yo ataqué a Albert hasta que terminó en el hospital, yo había intentado comerme a mi propio hermano, lastimé mi pareja porque era la única forma en la que sentía que me responsabilizaba por mis acciones.
No se trata de una entidad malévola que me obligue a hacer cosas, no se trata de un instinto. Se trata de mi incapacidad para lidiar con las emociones, afrontar las consecuencias de mis actos. Lidiar con la horrible realidad de que el que está vivo soy yo no el conductor de aquel auto.
No pude entrar a la casa. No me sentía orgulloso de mi comportar. De la forma en la que me había comportado.
La puerta se abrió y de ella salió Daniela. Llevaba un pijama de pantalón, una camiseta de tirantes negra y se le podía ver preocupada. No pude verla a los ojos. Odiaba la forma en la que le había estado mintiendo cuando ella solo se preocupaba por mí. Pensé que juzgaría por mi apariencia, por la esencia derrotada que emanaba de mis ojos. En cambio, ella solamente me abrazo. Me encerró entre sus brazos. Y no pude volver a guardar algo, sentía el dolor de solo pensarlo.
Terminé por abrazarla, aferrarme a ella. Supongo que pudo sentir lo acelerado que se encontraba mi corazón. Llevó una mano a mí nunca y comenzó a acariciar mi cabello. —Ya no está. Ben ya no está. —Lloré aquellas palabras.
No me soltó, continuó acariciando mi nuca, remolineando sus dedos en mi cabello. —Lo sé.
—No estoy bien. —No sé porque batallaba para respirar, terminé tosiendo entre palabra y palabra. —Hace días que no estoy bien.