Luego de varias horas como centinela fue que caí exhausto en la cama, dispuesto a encontrarme con Morfeo en el mundo onírico. Pensé que me encontraba inmerso en un sueño. La puerta se entreabrió emitiendo un fulgor rojo, a través de ella entro una silueta que fui incapaz de distinguir, cada que abría los ojos para escapar del trance dicha silueta se encontraba más cerca de mí. Pude sentir el calor de su cuerpo contagiar el mío, su canto de sirena me reconforto, meciéndome de vuelta al sueño.
Probablemente así se sintió Leonard aquella noche. Isabelle me había arrancado un pedazo de carne del hombro de un mordisco. Sentía como si me hubiese colocado un metal ardiente contra la piel, el dolor existía, pero no de la forma habitual, era una sensación asfixiante que tensaba todos mis músculos.
Le tenía apartada de mi con mis brazos, trataba de evitar recibir un tajo por parte de sus uñas. Soltaba zarpazos como un animal feroz. Sus ojos habían sido remplazados por dos manchas grises. Su boca ensangrentada era mi principal preocupación. Claramente había adquirido la fuerza necesaria para hacerme frente. Había aprovechado a que me durmiera para atacarme por sorpresa.
Al ver que sus zarpazos eran inútiles, clavó sus uñas en mis brazos, los cortes eran tan profundos que sus manos se mancharon del líquido escarlata. Sus alaridos eran inhumanos, como los de un banshee anunciando la muerte.
Ahora incorporado a la realidad, mi sexto sentido se disparó por completo. Con toda la fuerza que tenía logre lanzarla hacia la pared, esta cayó de espaldas contra el suelo. Con movimientos violentos se dio la vuelta y se puso de pie, traté de hacer lo mismo. Su postura ignoraba todo aquello que un humano representa, se mostraba encorvada, con la cabeza al frente lista para pegar un mordisco.
Estaba asustado, aquello que estaba ahí no podía ser Isabelle, ella no podría ser la que estaba tras la máscara.
Me mostraba incrédulo ante los hechos, no quería admitir que Isabelle era realmente esto, porque si lo hacía, significaba que todo lo que habíamos pasado juntos había sido una mentira. Los exámenes, las estadías, las borracheras. Esto no podía ser verdad, no quería que fuera verdad.
Sin pensarlo dos veces, Isabelle se abalanzó sobre mí con un zarpazo hacia abajo. Logré detener su ataque agachándome y empujándola, esta vez hacia el armario.
Le vi luchar contra las ropas que se interponían en su camino. Aproveché para correr hacia la puerta del armario y cerrarla. Logró escabullir sus brazos entre el camino de la puerta. Continué empujando con todas mis fuerzas para cerrar la puerta, mientras que su mano trataba de clavarle las uñas a lo que se posara enfrente de ella.
Todo el sobresalto de despertar a una pelea me había dejado sin palabras, hasta ese momento en el que grite a todo pulmón. —¡Alisha!
No contaba con que la fuerza bruta de Isabelle pudiera superar la mía, esta terminó rompiendo la puerta corrediza del closet, sacándola del carril provocando que cayera encima de mí.
Su ferocidad había remplazado todo rastro de ingenio que existía en la Isabelle que creía conocer. Esta comenzó a arañar la puerta que estaba sobre mí, en lugar de quitármela de encima para atacarme. Realmente era como ser atacado por una animal salvaje.
No sabía cómo actuar ante la situación. No podía ponerme a su nivel, Isabelle era mi amiga, y actuar en su contra iba en contra de todas las promesas que me había hecho. No sabía cómo tratarla, claramente no la veía como mi enemiga, pero no me dejaba muchas alternativas.
—¡Isabelle! —Grité. —No tienes por qué hacer esto. —Sus alaridos inhumanos fueron su respuesta. —¡Isabelle! No me obligues a hacerlo. Por favor no me obligues a hacerlo.
Sus arañazos y golpes contra la puerta terminaron por crear un agujero lo suficientemente grande como para que su brazo pasara, el cual utilizó para hacerme tajos en el pecho. El dolor se intensificó, era como si mi fuerza se estuviera desvaneciendo, de este comenzó a chorrear sangre, lo supe porque la camiseta se me humedeció.
Golpeé el brazo que estaba atrapado en el agujero. Esperaba que si lo lastimaba lo suficiente ella dejaría de atacarme. Le asestaba golpes con el codo, su piel se clavaba contra las astillas de la madera, haciéndole cortes circundantes a este, de los cuales comenzó a emanar sangre.
En su arrebato de furia, terminó por sacar el brazo del agujero e hizo lo que debió haber hecho desde el principio. Quitó aquello que se interponía entre nosotros. Y se abalanzó sobre mí.
Mi fuerza continuaba disminuyendo, al igual que la distancia entre nosotros. Abrió su boca mostrando sus ensangrentados dientes y la acercó hacia mi cara. Su fuerza terminó por superar a la mía, eliminando la distancia suficiente para clavarme sus dientes superiores en la frente.
Mi visión se vio influenciada por una capa roja. Sangre había comenzado a caer de mi frente y se deslizaba hacia mis ojos. Era como recibir un ataque de arena. No solo estaba perdiendo en fuerza, me había cegado con sus ataques.
Sentía el fin, no tardaría en comenzar a devorarme tal y como yo lo había hecho con otros. Su boca comenzaba a cerrarse sobre mi frente, cortando gran parte de mi ceja en el proceso.
Un grito recorrió la habitación. Pude percibir una sombra acercarse a gran velocidad. Esta terminó por golpear a Isabelle, quitándomela de encima. El golpe había resonado como si le hubiesen pegado con una placa de metal. Me llevé las manos a los ojos y comencé a tallarlos para quitarme aquella película de sangre que había formado en ellos.