No era sorpresa que el gobierno hubiese colocado puntos de revisión en la ciudad luego de que la ola de desapariciones se diera a la alza nuevamente. —Carajo. Otro punto de revisión. —Golpeó el volante, mientras se echaba hacia atrás para dar vuelta en la calle.
Eran casi las tres de la mañana, el sol no tardaría en salir, y no quería jugarme la suerte sobre cuanto resistirían las amarras que detienen a Isabelle.
Gipsy se echó a andar por la principal hacia la salida de Saint Anthonys. Las calles estaban vacías, no había una sola alma recorriendo las calles de la ciudad. En el ambiente se podía apreciar un sabor terroso, una sensación húmeda. Pronto iba comenzar a llover.
Hacía unos treinta minutos que salimos de la casa, habíamos lanzado a Isabelle en la cajuela, esta se revoloteaba en la cajuela, sin embargo, apenas eran audibles sus movimientos dentro.
Nos habíamos contactado con el Dr. Mikkelsen, el cual nos sugirió que lleváramos a Isabelle lo más rápido posible hacia su laboratorio. Pensamos que la tarea sería fácil, tan solo era viajar a Saint Fatima, no obstante, la situación en Glassdrop era un caos.
En el Mustang no había música, queríamos enfocar nuestra atención en salir de la ciudad.
—¿A caso es posible convertir a una persona? —Preguntó Gipsy.
—Este sujeto, Pascal, dijo que la plaga podía convertir a las personas, Logan debió infectarla días atrás, tal vez cuando se fueron, luego de la biblioteca.
Gipsy llegó a una luz roja, donde se dio el tiempo suficiente para observarme. —¿Cómo va tu ojo?
Me retiré los lentes. No era una cara fácil de mirar. He de admitir que comenzaba a notar como se afianzaba mi carne nuevamente, todo volvía a su estado original. —No lo sé. Creo que está haciendo efecto.
Apenas se mostró luz verde, el auto volvió a moverse. Gipsy tomó la salida hacia Saint Anthonys. Según teníamos entendido era la última que nos faltaba comprobar por un bloqueo policial.
Luego de estar conduciendo por uno minutos en silencio, finalmente comentó. —Eso no fue normal, ¿verdad? —Se le escuchaba preocupada. Le miré molesto, no es como si por ser un monstruo tuviera todas las respuestas del mundo. —Ella te venció con facilidad, probablemente estarías muerto si no llegaba a tiempo.
Espete volviendo la mirada hacia la ventana. —¿Si yo?
—No lo entiendo Ray. Ben, Ben me contó que eras imparable, que tu fuerza era sin igual, dijo que has recibido disparos y has salido ileso en cuestión de minutos.
Me sentí atacado, como si me estuviese llamando débil. Sabía que no era su intención, pero aun así sus comentarios dolían. —Pues parece que no lo soy. —Sentí una punzada en el ojo.
—¿Sabes que es lo que creo?
—No, pero estoy seguro de que me lo harás saber.
—Estabas asustado. Te bloqueaste porque nunca habías estado en una situación en la que tuvieses que enfrentarte cara a cara con alguien que quieres. —Mantuve el silencio. —Solo lo diré una vez porque no eres un niño. Si vamos a ir contra Logan, no debe existir ni la más mínima duda de que él es el enemigo. No puede salirse con la suya, no después de lo que le acaba de hacer a Isa.
No respondí. Permanecí en silencio observando por la ventana, solo para divisar a la distancia, un bloqueo policial, esos cabrones habían sellado cada punto de salida, y sin auto no lograríamos llegar a ningún lado. —Gipsy. —Señalé a la distancia.
—Mierda. No queda de otra tendremos que ir por ahí.
Volví a ponerme los lentes y me preparé mentalmente para las preguntas que podrían hacernos los oficiales. Rogaba porque Isabelle se mantuviera en silencio allá atrás, y que no necesitara abrir la cajuela.
Al llegar al bloqueo, un oficial gordo nos hizo señales para que detuviéramos el vehículo frente a él, por el lado del conductor se acercó un segundo oficial, este llevaba su uniforme a todos camello y un sombrero. Nos iluminó con su linterna a través del vidrio. Por medio de señas pidió que bajáramos la ventana.
—Hacia donde se dirige señorita. —El oficial mostró una sonrisa, probablemente intentaría coquetear con Gipsy.
—Vamos de camino a Saint Anthonys, iré a reunirme con mis padres.
El oficial, agachó la cabeza para asomarse al vehículo, ahí pudo verme en el asiento del copiloto con las gafas de sol puestas. —Y su novio señorita, ¿A dónde se dirige joven?
Volteé a ver al oficial tratando de no verme sospechoso. —Es nuestro viaje de pareja.
—Hijo, quédate ahí donde estas. —El oficial comenzó a rodear el auto hasta que llegó a mi ventana, entonces me pidió que bajase la ventana. —Voy a pedirte que te quites las gafas.
Mi mano se estremeció al escuchar la orden, si decidía detenernos estábamos fritos. Me llevó las manos a las gafas y las retiró de mi rostro.
El oficial me vio con disgusto. —¿Es contagioso? —Preguntó al ver mi herida en el ojo. Terminé por asentir para ver si colaba la idea. —No te preocupes hijo, todos hemos estado ahí.
El policía se apartó e hizo volar su brazo, dándonos el visto bueno para pasar la barricada.