Mentiras Peligrosas

#74 Del pináculo al abismo

Cuando descubrimos que había monstruos aquí abajo, nunca pensamos que hubiese algo más aterrador que los engendros, pero estábamos equivocados. Desconocía si era la falta de oxígeno, la presencia de un ser superior o el mismísimo infierno, pero aquel subterráneo tenía una extensión indefinida, jugaba con tu mente, te hacía pensar que ibas en círculos, y si llegabas a la sección equivocada, observarías los muros de carne, era como si las paredes estuvieran tapizadas de piel, los charcos habían sido remplazados por fluidos corporales o sangre. No había forma de confiar en el instinto para salir de ahí, ya que se encontraba en un estado de alerta perpetua.

Íbamos espalda con espalda, pendientes a cualquier movimiento o sonido extraño. Traté de aligerar el ambiente con una broma. —Apuesto a que ahora estarías deseando no haber venido.

—Ahora es muy tarde, porque no intentas hace horas. —Tuve una risa nerviosa.

—¿Ves algo? —Necesitaba alguna dirección que seguir, de lo contrario solamente nos perderíamos en este laberinto subterráneo, en el que a cada momento nuestra linterna se debilitaba un poco más.

—Es imposible dejar de ver, cuando tienes decenas de ojos viéndote en las paredes.

—Bien, eso significa que no estoy alucinando. Perfecto. —Aquel pasillo sin fin nos había llevado de vuelta hacia la cámara principal por la que habíamos ingresado al pabellón de celdas. —Demonios, recuerdo este lugar. —Ciertamente era un punto por el que habíamos transitado, pero estaba acomodado diferente a como lo recordaba.

¿Qué diablos son estas cosas? —Exclamé con disgusto, mientras examinaba el quiste a la altura del cuello del cadáver.

Daniela se acercó y examinó cuidadosamente palpando el quiste, se veía altamente irritado, probablemente la victima trató de quitárselo. Levantó su mano y la examinó, tenía rastros de sangre seca entre las uñas. —No sé lo que es, pero parece que estaba enfrascado en quitárselo.

—Pero el quiste se ve intacto, la sangre no es de aquí.

Daniela se quedó observando un cuerpo petrificado donde la luz del sol penetraba a través de las rejillas de alcantarilla. —Levántale la camiseta. —Me indicó, por lo que extendí la mano la cual se notaba temblorosa, no quería que una de esas cosas me fuese a pegar un mordisco, pero conforme me acercaba el miedo se fue desvaneciendo, procedí a levantar la camiseta, apenas la moví un poco, se escaparon unos mosquitos, que se fueron zumbando rápidamente. Lo siguiente fue retirarle la camiseta y cientos de mosquitos escaparon zumbando entre los túneles. —Le hicieron un desastre en el estómago. —Había agujeros del tamaño de manzanas en su pecho y estómago, le habían dejado seco y hecho trizas. —Esto no es algo normal, tanta agresividad no es normal en insectos. —Examinó el cadáver un poco más. —Estoy segura de que no lleva más de dos días desaparecido, esto no es posible en tan poco tiempo.

—¿Cuándo te volviste una experta en ciencia forense? —Pregunté para calmar los ánimos, sin embargo, mi comentario no fue bien recibido.

—¿Alguna vez habías visto un cadáver así?, imbécil. —Mencionó molesta.

Ciertamente hace unas horas que habíamos pasado la zona en la que nos sentíamos cómodos el uno con el otro, había cosas sin discutir y mentiras de por medio. Probablemente ante sus ojos no era más que un mentiroso o un desconocido.

—Sabes. —Tragué saliva. —Yo no mentí sobre cómo me sentía.

—¿Solo sobre todo lo demás? —Me miró directamente. —Dime, Ray, nunca te atravesó por la cabeza decirme sobre ello.

—No es tan sencillo, no lo comprenderías. Tal vez incluso no me creas.

—¡Pues hazlo sencillo!, Ray, como he de confiar en la persona que amo si no le conozco, si me miente a la cara y no tiene intenciones de explicarme la verdad. —Quedé sin aliento, aquellas palabras dolían como un puñal al corazón. Y fue en aquel momento que me dijo por primera vez que me amaba. —Todos hemos hecho cosas Ray. Y tuvimos nuestras razones. Que lo entienda o no, no te concierne a ti, a fin de cuentas, yo soy la que decide quedarse contigo.

—Yo solo necesitaba tiempo. —Aun lo necesitó, pensé. —Te juro que lo hablaremos, pero primero hay que salir de aquí.

—No sé si quiera escucharlo. —Suspiró. —Anda vámonos de aquí.

Seguimos los túneles a tientas, tratando de recrear nuestros pasos y con suerte encontrar a Gipsy, estos estaban más húmedos, por lo que tenían refuerzo estructural. Cada cierto tramo del túnel colgaba bombillas apagadas, pero seguían conectadas al circuito principal. Al caminar podía sentir que mis pisadas se hundían, definitivamente la tierra era más húmeda.

—En estos momentos desearía estar en la sala, con Millie, Gipsy y Be…—Su cara cambio drásticamente, el estar aquí resolvía el misterio. —Preferiría no estar aquí.

—Tampoco eran mis planes estar siguiendo mosquitos, pero esto es más grande que eso. Si hubiese estado ahí para el esto no habría pasado.

—Mierda. —Maldijo Daniela, mientras examinaba las opciones. Había dos entradas a dos segmentos diferentes del túnel. Debimos haber cometido algún error siguiendo el camino equivocado en algún punto. —¿Qué hacemos?

Examiné los túneles apuntándoles con la linterna, esta no alcanzaba a terminar el trayecto, por lo que obviamente aún faltaba bastante para llegar al otro lado. —Probablemente Ben sabría qué hacer, haría una prueba de ruido, analizaría la humedad en el lodo.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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