Mentiras, una y más mentiras....

La maldita perra.

ALESSANDRO

En estos jodidos momentos mi cabeza estaba a mil por hora, creando conexiones. Nadie sabía que la había encontrado en una cabaña a las afueras de la ciudad, tan solo mis hombres de mi absoluta confianza sabían que había sucedido ese día. Aun no encontraba una conexión que uniera a esa perra con la desaparición de mi mujer, pero haría hablar a esa perra por las buenas o por las malas, pero preferiría que fuera por las malas ya que ella se metió con mi mujer y eso se paga caro. Justo en estos momentos estoy yendo con esa puta, no fue fácil convencer a Sarah de quedarse en la casa, aparte de tranquilizarla, lo único bueno es que mi nana se quedó con ella y me prometió cuidarla.

Justo en estos momentos estoy dirigiéndome a la bodega en donde Carlo ya se hiso cargo de la puta esa, está colgada y llena de moretones, aunque no me guste golpear mujeres, ella se metió con mi mujer y como ya había dicho nadie se mete con lo mío.

- Veo que ya te dieron un trato especial, mientras no estaba. – contesto un poco burlón.

- Por favor Alessandro, no me hagas nada. – me mira suplicante.

- Primero que nada, tu no estas para exigir cosas y en segundo quiero que me vuelvas a repetir la mierda que le gritaste a mi mujer en su casa. – realmente quería su respuesta, quería el nombre del traidor.

- No dije nada, solo fue la rabia consumiéndome, entiéndeme yo soy el amor de tu vida, soy tu mujer y esa es mi casa por derecho. – Esta completamente loca de remate si cree que, por haber tenido nuestros asuntos, ya es el amor de mi vida.

- Sabes que eso no es verdad, mi padre no tiene ningún derecho en mis decisiones, sabes cómo era la relación entre nosotros. – contesto más que enojado ese era un tema sensible para mí.

- Tus padres me lo prometieron y recuerda que está estipulado en un negocio que hicieron nuestros padres. – puras idioteces salían de su estúpida boca, quería hacerla callar.

- Esos negocios son del pasado, recuerda que había clausulas, que en definitiva se rompieron y no esta en mi poder el arreglarlos. – ella estaba empezando a joderme y yo no era bueno en cuanto se trata de paciencia. – y no me cambies el tema, ya dime como carajo sabes lo que paso con Sarah en aquella cabaña.

- Alessandro, no sabía que iba a suceder, solo sé que un día de repente me llego un mensaje junto con una foto en donde ya tenían a Sarah en esa cabaña, te juro que no pensé y no te lo mostré por miedo, yo te amo, daría mi vida por ti y lo sabes muy bien. Pero me alegro que esa perra pagara por quitarme lo que es mío por derecho.

Sus ojos pedían clemencia, pero al mismo tiempo demostraban que no tenían ningún tipo de remordimiento con respecto a lo que le había pasado a mi mujer, justo en esos momentos no pensaba con claridad, ella sabía en donde había estado Sarah, ella sabía que la estaban torturando, pero no hiso absolutamente nada y eso me pone mal. Quería su sangre, quería torturarla para que ella sintiera lo que a mi mujer le hicieron, lo quería tan malditamente mal, que rápidamente fui por un cuchillo, el más filoso que encontré e inmediatamente fui hasta ella, la mire con la mirada más fría que encontré.

- Alessandro que es lo que vas a hacer con ese cuchillo? – pregunto con el terror en sus ojos.

- Lo que le hicieron a mi mujer, lo vas a sentir tú. – hace mucho que no estaba en este estado, mis demonios hace bastante que no pedían sangre y lo iba a disfrutar tan malditamente mal.

- Alessandro, por favor, no cometas una locura. – había terror incluso en sus palabras.

- Claro que no, solo necesito que me des información. – estaba tan decidido a sacarle información.

Eso fue lo último que le dije, mientras me disponía a hacerle un corte en una de sus piernas, pero no tan profundo como para que se desangrara y con eso llego el primer grito de agonía, pero no hice caso. Ya que sus gritos fueron como música para mis oídos, quería que ella descubriera porque me han dado esos apodos. Quería que ella supiera que con lo mío nadie se mete.

Y seguí con lo mío, corte tras corte. Nadie se atrevió a interrumpirme, solo se quedaron esperando a que diera una orden.

SARAH

Ya habían pasado demasiadas horas y Alessandro no daba señales de vida, estaba tan preocupada por otro lado, la señora María o bueno la nana de Alessandro estaba tranquila, como si ya estuviera acostumbrada a este tipo de situaciones y al principio trato de tranquilizarme un poco con una pequeña charla, pero por más que trataba de prestarle atención no lo lograba, siempre regresaba a mi mente lo ocurrido momentos atrás, y justo ahora estoy en el patio de la casa o bueno la mansión, ya que esta es enorme.

Estaba admirando las flores, respirando profundo para tranquilizarme, cuando lo vi, su camisa estaba cubierta de sangre, su cara estaba demasiado seria y me empecé a preocuparme de nuevo por él. ¿Qué demonios sucedió cuando se fue? De inmediato corrí con él, lo rodé en un abrazo después de verificar que estuviera bien, pero me di cuenta de que esa sangre no era suya, era de otra persona.

- ¿De quién es esa sangre? –estaba temerosa por su respuesta.

- Eso no es importante, ahora quiero saber varias cosas. – demando.




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