Capítulo 6
La tensión
Al día siguiente, todo continuó como siempre en el castillo. El rey ocupado en sus asuntos, Aoife destilando miseria, Jarlath esperando ansioso los acontecimientos realizando conjuros, Declan entrenando más de lo acostumbrado y Sirsha más extraña que de costumbre.
Ignorando todo lo que le sucedería, había decidido escaparse del castillo para siempre y vivir una vida en otra latitud donde no la conocieran y dejar de una vez por todas esa vida que no la satisfacía. Tal vez, en el anonimato podría hacer la diferencia ayudando a la gente que padecía miseria.
Mientras tanto, pensó que sería dudoso que se comportara de una manera fuera de lo habitual. Mantuvo su cara de fastidio acostumbrada y a pesar de la negación de su tío de practicar “actividades masculinas”, esa tarde se concentró en la práctica del arco y flecha. Ese día su puntería estaba herrada. Raro en ella, puesto que era magnífica en esta disciplina. A pesar de las ironías que le propinaba su prima Aoife, al decirle que la “plebeya” estaba fallando, la realidad era que Sirsha estaba repasando los caminos de salida del castillo para la huida. Razón por la que erraba los tiros.
A lo lejos, Declan la observaba y presintió muy dentro de sí que algo pasaba.
Se había enterado de la decisión de su tío de casarla por la fuerza y sabía que Sirsha no lo toleraría. Estaba seguro que algo tramaba y supo que era necesario generar confianza en ella. No la toleraba, pero hizo un esfuerzo y se acercó. Aún estaba molesto por la conversación de la noche anterior.
Declan: Veo que hoy estás fallando.
Sirsha: (sin mirarlo) No estamos exentos de cosas desagradables. Por ejemplo, tú estás aquí ahora.
Declan hubiera deseado contestarle como de costumbre, ya que él no se callaba ante sus dichos y le devolvía los improperios, pero respiró hondo.
Declan: Apuesto a que fallas nuevamente.
Mientras Sirsha tensaba el arco, él se le acercó por detrás, tanto que su pecho tocó la espalda de la princesa. Nunca se había acercado de esa manera.
Sirsha se puso nerviosa y erró el tiro.
Declan: ¡Te dije!
Sirsha: (alejándose de Declan) ¡Hiciste trampa!
Declan: (acercándose nuevamente) Un guerrero no acepta distracciones por más perturbadoras que resulten.
Sirsha: (incómoda pero firme) Estoy de acuerdo. Eres perturbador, pero lejos de ser una distracción.
Declan: (sonriendo) ¿Nerviosa por conocer a tu futuro esposo quizás?
Sirsha: (devolviéndole la sonrisa y la ironía) Tal vez. Quién te dice que con tal de no verte más acepte y me vaya lejos.
A Declan le molestó el comentario, pero debía averiguar si Sirsha planeaba alguna de sus locuras.
Declan: Necesito hablar contigo esta noche. Te pido que me aguardes en las caballerizas a la medianoche.
Sirsha pensó que su tío había mandado a Declan a vigilarla hasta que llegara el pretendiente y le contestó:
Sirsha: (sonriendo) Sí, seguro. El día que se congele el infierno.
Declan: (tomándola del brazo con suavidad) Lamento como te traté ayer. Reconozco no soportarte, pero es importante que me oigas. Tal vez tengas razón y sea la última oportunidad de que hablemos antes de que te lleve el afortunado idiota para siempre.
Este comentario fue el fin de la discusión y la princesa se fue hecha una furia.
Durante todo este juego de palabras, nadie advirtió que Mebh tenía una tristeza que rozaba la desesperación sentada en uno de los sillones de piedra del jardín y que retorcía su pañuelo con fuerza mientras varias lágrimas se escapaban de sus ojos.
Editado: 16.09.2020