Capítulo 34
El mundo subterráneo
La víspera del quinto día indicaba que debían apurarse. Estaban muy cerca de llegar a Faelen, pero Declan necesitaba la espada de Cian y debían bajar al mundo de Priscob y convencerlo de que les fabricara una espada.
Sirsha: (a Aodhan) ¿Podremos hacer a tiempo? Perdimos un día con el Roble de la Verdad.
Aodhan: No se preocupen por ello. En el mundo de Priscob dos días equivalen a uno de aquí. Allí, el tiempo pasa más rápidamente. Tienen dos días subterráneos para salir de allí. Si para ese entonces no lograron su cometido salgan urgente.
Declan: ¿Cómo saldremos?
Aodhan: Por el mismo lugar por el que entrarán si mis cálculos son correctos. Yo los estaré esperando aquí.
Sirsha miró el agua y comenzó a inspirar hondo.
Declan: (mirándola) ¿Estás lista?
Sirsha: (tratando de sentirse superada luego de saber el por qué de su temor al agua) Sí.
Declan: ¿Y por qué no te quitaste las ropas?
Sirsha: ¿Cómo dijiste?
Declan: (quitándose las partes de arriba de las vestiduras) Con ese vestido no llegarás lejos. Necesitas estar ligera de ropa para nadar más rápido. Es mucha distancia y poco el aire.
Sirsha: ¡No me quitaré el vestido!
Declan: Te faltará el aire, te retrasarás y te ahogarás.
Sirsha: Lo haré porque no deseo ahogarme, pero si me observas...
Declan: Ya te vi una vez y me porté como un caballero.
La princesa se quitó el vestido con incomodidad, Declan bajó la vista en señal de respeto, pero debió levantarla para darle indicaciones. Parecía un ángel con las ropas de abajo del vestido.
Declan: (aclarando la garganta y mirando de nuevo hacia abajo) Te tomaré de la mano y respiraremos tres veces. A la tercera nos sumergimos.
Sirsha sintió una sensación rara en el cuerpo cuando Declan le tomó la mano. En unos segundos se olvidó de lo que debía hacer, aunque su miedo al agua la devolvió a la realidad. Contaron hasta tres y saltaron. El corazón de la princesa latía con fuerza. En menos de lo que podía tuvo que procesar miles de miedos.
Nadaron la mitad del camino cuando las piedras de los fondos comenzaron a interponerse en su camino. Estaba empezando a acabarse el aire de sus pulmones. Declan lo advirtió y comenzó a arrastrar a Sirsha que se estaba cansando. Lo
que faltaba de camino fue mágico a pesar de la desesperación. El fondo, que al principio era azul, se tornó verde esmeralda. Hermosas plantas subterráneas de todos los colores decoraban los lechos. El recorrido se achicaba. Eso provocaba
los nervios de Sirsha y el apuro de Declan. Ésta comenzó a quedarse sin aire y apretó la mano de su compañero. Él sabía que no podrían completar lo que faltaba si no hacía algo. Ya era tarde para volver. O encontraban la entrada o se ahogaban.
Fue entonces cuando Declan paró la marcha observó a la princesa y le pasó de su aire.
El tiempo se detuvo para ambos. Por unos momentos olvidaron dónde se encontraban y por qué. El resto fue nadar a toda prisa hasta encontrar por designio del destino el vacío que llevaba al mundo del gnomo.
Un remolino los atrapó y los arrastró a una especie de túnel acuífero que los arrojó hacía una cascada en la que cayeron unos metros a un segundo lago subterráneo. Habían llegado. La caída los llevó a parte del otro fondo y salieron a la superficie dando grandes bocanadas de aire.
Una vez fuera del agua, Declan fue testigo del primer ataque de nervios de su acompañante.
Sirsha: (gritando a los cuatro vientos) ¡Estoy harta!
Declan: (saliendo del agua y hablando bajo) No grites. No sabemos lo que nos vamos a encontrar.
Sirsha: (subiendo más la voz) Me importa un bledo. No. Miento. Me importa infinitos bledos lo que nos vamos a encontrar. Maldito Priscob, maldito Aodhan y malditos todos los que quieran unirse a mis improperios.
Declan: Aodhan dijo que no seamos violentos.
Sirsha: ¡Pues me cansé...
Antes que la princesa pudiera seguir hablando, una soga hecha de hierbas que no habían visto en el piso atrapó a Declan por los pies y súbitamente lo dejó suspendido en el aire. Sirsha se quedó muda de golpe.
Declan: ¡Busca algo para bajarme ya!
Sirsha no encontró nada, hasta que buscando se asustó con la aparición repentina de unas cabezas pequeñas que la observaban atrás de unas piedras. El cabecilla de la banda hizo su presentación:
- ¿Cómo llegaron aquí?
La princesa seguía muda. Nunca había visto gnomos en persona. Pensaba que eran parte del folklore de su país.
El gnomo volvió a hablar enojado:
- Niña habla de una vez. Por lo que he oído tienes una garganta poderosa. ¿Dime ya de dónde conoces a Aodhan?
Sirsha: (hablando como si fuera una niña asustada) Aodhan es quién nos mandó aquí.
- ¿Para qué?
Sirsha: Necesitamos una de las espadas de Cian para salvar mi reino.
El gnomo se quedó callado un largo rato. Los murmullos de los otros de su especie
crecieron. Todos se quedaron mirando entre sí. Nadie sabía qué hacer ni que decir hasta que el gnomo que no se había presentado sacó un cuchillo de golpe y cortó las hierbas que suspendían a Declan en el aire. Éste cayó como una bolsa de patatas.
Sirsha: (acercándose a Declan) ¿Estás bien?
Declan: (incorporándose) Sí.
- Síganme.
Sirsha: En mi mundo nos presentamos cuando no nos conocemos.
Declan: (por lo bajo a Sirsha) No estás siendo muy cortés.
Gnomo: (observando a la princesa fijamente)
Tienes muchos bríos niña. Soy Priscob... el jefe de aquí. ¿Van a seguirme o vamos a seguir perdiendo el tiempo?
A los lejos, Sirsha pudo distinguir la figura humana de alguien que se alejaba de entre la multitud.
Editado: 16.09.2020