Mentiras y Traición

Capítulo 60

Capítulo 60
 
La batalla final
 
Todo estaba preparado. Los hombres del pueblo, los guerreros fieles a Gael que no se habían vendido a Jarlath y habían escapado antes de ser masacrados por los mercenarios del mago negro, los hados y todos los aliados de los reinos vecinos avanzaban firmemente quedando a cientos de metros del castillo. Delante, Gael,
imponente, con la fuerza de un rey que no se había dejado vencer por las circunstancias de la vida. El único que no se veía en el frente era Declan. Aodhan tampoco se divisaba. Donovan fiel al lado de su soberano.
Fue dura la imagen que los que pelearían divisaron en la lejanía. Una muchacha colgada de sogas que sangraba a plena vista. Gael aguzó la mirada sobresaltado, pero no era la figura de su hija la que se reflejaba.
El ambiente estaba silencioso. No se observaba nada. De pronto, por sorpresa formando una especie de herradura miles y miles de soldados del mago negro, se asomaban. Los hombres que habían quedado vivos, sobrevivientes a la época del derrocamiento de Gael, sintieron escalofríos al recordar lo sucedido veinte años atrás. En realidad, lo que esperaban los del bando negro, era que sus adversarios atacaran primero. Algo entre manos se percibía en el aire. El cielo se veía rojo. Gael sabía que Jarlath de seguro había activado el cristal negro con la sangre de la
muchacha que veía colgada en las terrazas del palacio y que el portal del infierno estaba próximo a abrirse. Era importante atacar rápido porque lo que terminaría de abrir la salida de los demonios sería la sangre de Sirsha.
El rey trató de no pensar en qué le estaría pasando a su hija porque no podría pelear adecuadamente. Los hombres estaban armados con arcos y flechas, espadas y escudos enormes confeccionados para evitar que las flechas de los enemigos los penetraran en batalla. Gael pronunció unas palabras de aliento.
Gael: Hombres de honor que hoy están en este campo de batalla. Es hora de recuperar nuestra libertad. Sé que los he dejado mucho tiempo solos, pero es hora de reclamar lo que nos pertenece. Como ustedes, he perdido todo.
Peleemos para recuperar la dignidad de tener la tierra, de amar, de soñar por un futuro mejor y que nos dejen de una vez por todas soñar y vivir en paz. No se dejen atemorizar por las figuras oscuras que nos acechan. Rowan está con nosotros y no nos dejará sucumbir porque somos sus hijos. Lo que ha pasado fue una dura
prueba de la que hemos de salir airosos. Soy uno de ustedes y aún tengo algo para perder, pero no voy a dejar que me arrebaten nada más. (Gritando con todo el coraje de su corazón) ¿Están conmigo?
Los hombres gritaron afirmativamente al unísono.
Y al grito de afirmación, los arqueros comenzaron a disparar saetas envenenadas contra los enemigos  que estaban a caballo.
La batalla había comenzado. La primer hilera de hombres disparaba para amedrentar a los enemigos, mientras la segunda hilera, junto
con los hados avanzaban para ganar terreno y llegar al castillo. Los mercenarios
que se apostaban en lo alto del reino eran los encargados de disparar contra los enemigos que estaban en tierra. Así duró un tiempo el combate, hasta que el campo de batalla era una mezcla de hombres contra hombres. Hermanos
contra hermanos.
Gael peleaba como si aún fuera joven. A pesar de su vejez, los adversarios le temían porque su nombre en el pasado había significado fuerza y valentía. A pesar de su edad, lo movilizaba el sentimiento de justicia que lo dejó por décadas
con un sentimiento de sed que deseaba ser apagado.
La escena de la  matanza era atroz, pero ya no se podía seguir viviendo así y la historia tenía que cambiar.
En lo alto del castillo, una figura oscura observaba el desarrollo de los acontecimientos.
Se le heló la sangre al ver a Gael y a Donovan, ya que, a pesar de ser un mago que creía saber todo, la sobrevida del rey y de su antiguo capitán lo tomó por sorpresa.
El valor de los hombres peleando por la oportunidad de poder vivir y amar libremente era digna de admiración.
No se rendían a pesar de las bajas. En un momento de la pelea, los guerreros de Jarlath vieron como retrocedían Gael y sus hombres y comenzaron los gritos de victoria. Jarlath que seguía observando se sintió por un momento ganador y ordenó que persiguieran al rey cobarde y a sus lacayos y les dieran muerte. Lo que no sabía era que cuando los guerreros tuvieron a tiro a todos, aparecieron en
el horizonte todas las fuerzas enviadas por los reyes de las comarcas vecinas. Ahora ellos formaban una herradura contra los enemigos.
El bando negro comenzó a caer. Un hombre tras otro.
Jarlath, conservando la tranquilidad desató a Mebh y a Sirsha con ayuda de Engel y le ordenó a esta última que llevara a su hermana, ya que, la debilidad por la pérdida de sangre era mayor.
Las arrastró al salón del trono en el que había preparado un altar con cortinajes negros. Colocó en el altar a Mebh mientras con un puñal apuntaba a su corazón.
Jarlath: (Fuera de sí temiendo que los enemigos ganasen terreno e invadieran de un momento a otro) ¿¡Dónde está el cristal!?
Sirsha: (atrapada en las manos de Engel) ¡No te lo diré!
Jarlath: Habla o la mataré.
Sirsha: ¡No te lo diré!
Jarlath: ¡Te doy una última oportunidad de que me lo digas!
Sirsha permaneció callada.
Jarlath: (decidido) ¡Te lo dije!
Y haciendo acto fiel de sus palabras, apuñaló a Mebh en el brazo. El grito de su hermana hizo dudar a Sirsha.
Jarlath: La próxima será en su corazón. ¡Dime dónde está el cristal!
Sirsha esperó a que Jarlath se cansara. Cuando éste estuvo a punto de matar a Mebh, gritó:
Sirsha: ¡Nunca lo encontré...!  ¡¿Está bien?! Nunca lo encontré. (Llorando) No logramos hallarlo en tan poco tiempo.
Jarlath: (enajenado de la realidad y sin poder analizar la información que recibía) No te creo. Llegaron a Faelen.
Sirsha: ¿Y por qué supones que ellas lo tenían? Ni ellas, ni mi padre lo supieron nunca. Sólo sé de la leyenda de un cristal producto de un folklore. Me has revisado y no lo hallaste. La idea era hacerte creer que lo había escondido o que lo tenía otra persona. Y no es así. Por favor, deja a Mebh.
Jarlath apretando más el puñal le hirió el otro brazo.
Sirsha: (Gritando) ¡Déjala ya!
Jarlath: Si quieres que la deje dame tu sangre. Te juro que el corazón de tu hermana será lo próximo que sentirá el puñal.
Engel trató de llevar a Sirsha por la fuerza al lado del mago, pero ella se acercó sola y se inclinó frente a su hermana.
Sirsha: (mostrando las heridas de su espalda) ¡Aquí la tienes!
Jarlath: (sacando el cristal negro) No es ese el lugar del que necesito tu sangre.
Mebh: (Moribunda) No lo hagas hermana.
Sirsha: ¿Qué debo hacer?
Jarlath: Dame tu brazo izquierdo. Necesito la sangre que proviene directo de tu corazón.
Sirsha le cedió su brazo y el mago le cortó las venas de su muñeca. La princesa no sabía que era más doloroso. O las heridas de su espalda o las que provenían del mismo lugar que había elegido su hermana días atrás cuando intentó quitarse la vida.
Sirsha: No estés tan seguro de que has ganado.
Jarlath: (haciendo fluir la sangre de Sirsha a un recipiente cerca del cristal negro) ¿Eso crees? Una vez que entre en comunicación con las
tinieblas esto acabará pronto.
Declan: (apareciendo por un pasadizo que llegaba al salón del trono blandiendo la espada de Cian) ¡Déjalas en paz!
Sirsha: ¡Declan!
Jarlath: (en el umbral de la locura) ¡Pero si ha llegado el niño mimado! ¡Y con la famosa espada de Cian! ¿Crees que con tu valentía y tu espada podrás vencerme?
Declan tenía el panorama difícil. Mebh moribunda, Sirsha herida gravemente. Los
refuerzos peleando afuera ... Estaba solo frente al mago y a Engel que le apuntaba con un puñal.
Declan: (sacando el cristal de Rowan) ¿Esto es lo que buscabas desesperadamente?
Jarlath se puso pálido. Desquiciado por las mentiras de Sirsha y aunque suponía que ella podría habérselo dado a Declan todo el control que creía tener de la situación perdía fuerza.
Jarlath: (a Sirsha con desprecio) ¡Ramera! Se lo entregaste a él. Lo encontraste y me engañaste. Eres tan sucia como tu madre. (A Declan) Aunque la estúpida de Sirsha te haya confiado el cristal no sabes usarlo. El cristal reaccionará ante
el elegido. Y esa persona es tu amada compañera.
Declan: (tratando de engañar a Jarlath para ganar tiempo) Oonagh me enseñó las palabras. No es cuestión de un elegido. Es cuestión de fe. Cosa que a ti te falta y a mí me sobra.
Jarlath: ¿Te sobra? Eres el hijo de un borracho asesino y de una madre prostituta. El títere de esta miserable (señalando a Sirsha) y la basura de tu rey.
Declan trató de contenerse. Las princesas estaban en peligro y no quería perder elcontrol.
 Declan: ¡Déjalas libres!
Jarlath: (a los gritos) ¡Nunca!
Declan: ¡Te daré el cristal!
Jarlath: No me engañes. Si me lo das se acaba todo. No lucharon tanto para rendirse tan fácil. (Llamando desesperado) ¡Eoghan! Ven. Es hora de que te vengues de este miserable.
Eoghan apareció parándose a metros de Declan. El mago miró por los ventanales. La Luna Nueva estaba naciendo en el horizonte.
Jarlath No puedo perder más tiempo. Después de la medianoche se acabará la oportunidad por mil años.
Mientras el mago era distraído por el paisaje de la Luna y por Declan, Aodhan se escabulló por debajo del altar negro y comenzó a desatar a las mujeres.
Lo que Jarlath no sabía era que Aodhan no estaba en batalla con Gael, sino que se había vuelto pequeño con su magia para entrar con el capitán y salvar a las princesas. Sirsha sonrió cuando vio al mago tan pequeñito escabulléndose como un enano. En ese momento, recordó a Priscob.



#14829 en Fantasía
#20297 en Otros
#2608 en Aventura

En el texto hay: acción escape amor, traicion, intriga

Editado: 16.09.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.