Al despertarse de nuevo tarde por ser día festivo, sentía que la cabeza le daba vueltas, se sentía mareada, confundida y cansada, como si viera un infinito de posibilidades, pero ninguna que lograra ayudar a visualizar lo mejor posible aquella sombra que había visto. No había sido un sueno y tampoco una ilusión producto de su imaginación, de eso estaba mas que segura, porque jamás le habían fallado sus ojos y además, al otro día amaneció con ese pensamiento de que la noche había sido muy pesada, oscura e invadida por algo o alguien diferente que había alterado la normalidad del sueño de las noches anteriores.
Algo era seguro, alguien la estaba vigilando. Pero quién y por qué. Tenía sospechas de varias personas, podía ser Ender por varias razones, por ignorarlo y no aceptar sus sentimientos o Christa, por no haber creído en ella y haberle dicho que estaba mal acusar a alguien sin pruebas o Isabella, quien también la miraba siempre tan fríamente y con ganas de averiguar algo, además que terminó resultando que robaba, eso era grave. Pero después borró a todos ellos de su mente, eran sus amigos, les quería mucho, siempre habían estado a su lado, no podía ser posible.
—Mercy, despierta.—era la tía de nuevo, primero tocó en la puerta como tres veces y luego ingresó, de seguro para anunciar un nuevo evento, por eso cerró sus ojos y se ocultó entre las sábanas para no dejarse ver.
—¿Qué pasa?.—preguntó con angustia al ingresar a la habitación, de inmediato se acercó a las ventanas y corrió las cortinas, había un completo desorden que ella tuvo que esquivar para llegar al punto preciso de la cama para quitar las sábanas rojas.
De repente la luz del sol penetró en la cara de los niños, ambos se voltearon y movieron su cuerpo, pero no tuvieron otra opción que dejar de quejarse y quitarse las sabanas para encontrarse con una tía con pantalones anchos negros y camisa verdes esmeralda, la cual combinaba con su peinado recogido con un gancho de mariposa verdoso.
—Tú pastel cariño, sopla.—con el sol en su cara y los ojos medio abiertos, se levantó y con mal genio sacó una sonrisita con mucha confusión.
—¡Oh sí!.—se había olvidado que estaba cumpliendo años. Que emoción y a la vez que tragedia tener que ir a la escuela.
—¿Segura que quieres ir a la escuela? .—que locura estaba viviendo, ya que no podía creer que la tía Kate le estaba proponiendo no ir, que mal, una de dos, o estaba sonando, en otra dimensión o definitivamente la tía se estaba enloqueciendo. Apenas pudo colocarse las pantuflas de conejo rosado y enrollar sus brazos en los bolsillos de su pijama con flores.
—Eh, sí... creo que tengo ganas de pasarla con mis compañeras.—ese día iba a salir de toda duda. Era el momento, además, todos sus cumpleaños los había pasado con ellas por esa razón, siempre habían estado para apoyarla, por esa razón siempre las había querido mucho.
Mientras Carol servía la torta y el desayuno, pensaba en todo lo que había pasado esos últimos días. Habían ocurrido cosas tan raras, pero tan raras, que la hacían preguntarse muchas veces ¿Qué era lo que estaba pasando en su vida?. Michael le hablaba, pero casi no estaba atenta a las señas. Solo podía observar a su tía y a su abuela cuchicheando entre ellas. Su tía estaba a punto de llorar y su abuela solo le hablaba con seriedad, manteniendo la cabeza erguida y sus brazos en los hombros de Kate.
—¿Qué pasa? .—les pregunto de inmediato mientras que se acercaban, algo que observaba en el cambio de las miradas y actitudes la hacía sospechar.
—Mi niña.—su abuela se acercó con emoción, casi con intención de disimular que nada estaba pasando.—No prestes atención hija mía, tú tía está emocionada.
—¿Qué?.—la verdad, sentía que le estaban ocultando algo. En trece años su tía nunca había llorado en su cumpleaños, antes solo se le acercaba para felicitarla y eso era todo.
—Si Mercy, soy una sentimental, mejor vamos a comer.—decía mientras que se pasaba un pañuelo negro por la cara y con sus manos señalaba para que siguieran a la mesa, aunque ya parecía que la hinchazón y rojez habían llegado.
Durante todo el desayuno, no se dijo ni una palabra, era como estar en un espacio vacío en medio de tanto y a la vez tan poco. Esta vez fue un gran buffet, y por supuesto con un delicioso pedazo de su pastel favorito de chocolate. El día era perfecto para no ir a la escuela, pero debía ir, además, no le gustaba la idea de faltar, ya que había que presentar el trabajo y evitar que Christa hablara de más si era necesario. El día no estaba muy favorable, desde la ventana se observaban como caían en pequeñas cantidades las lágrimas del cielo. Estaban a punto de caer a acantilados las gotitas que con el tiempo iban creciendo hasta tocar delicadamente la piel del mundo. Mientras que se alistaba, intento no pensar en nada más que en sus estudios, libros, tareas, compromisos, lecturas y evaluaciones, a penas y notaba que se colocaba al rever las medias y los zapatos.—Si sigo asi, definitivamente voy a terminar perdiendo la cabeza.—luego guiñó un ojo y se peino su enredado cabello.
—Todavía sigue lloviendo.—no podía ser que la tía Kate estaba bien, luego con prontitud colocó una mano en su hombro izquierdo.—Pequeña Mercy.—eso bastó para hacerla temblar, puesto que según recordaba, hace años que no le decía así.
—Si todavía.—afirmó para que no notara que se había alterado.
—¿Michael no va a ir al colegio?.—preguntó al notar que la tía la miraba demasiado y que el tiempo corría más rápido que un correcaminos.
—¿Qué?... pero... ¿por qué?.—decía mientras se acercaba con algo de preocupación hacia el comienzo de la escalera.
—Cariño es la misma gripe que le da cuando llueve.—tuvo que decirle para que dejara el tema y se fuera.
—Voy a verlo.—de verdad le preocupaba, frecuentemente los virus estaban invadiendo el continente entero. Uno de esos fue el principal causante de muchas migraciones y conflictos sociales violentos que los obligó a irse a otras tierras con más protección.