Año 1600 d.c, océano Atlántico
Solium
El mensaje llega a mi demasiado tarde, se han vuelto en su contra. Después de tanto por fin ha pasado y el hombre ha caído en la avaricia.
Su ansia de poder y dominio los ha poseído, haciéndolos atacar a quien les dio su primera seña de civilidad.
Leata viene a mi mente en cuanto me apresuró a bajar por la corriente, la imagen de su pelo color sol manchado por su dorada sangre me hacen nadar mas rápido.
Los guardias me reciben rápidamente abriendo las puertas del palacio, el agua a mi alrededor se mantiene constante para lo rápido de mi avanzar. Solo una muestra de lo adentrados que estamos en el abismo.
Mis ojos buscan al hombre que puede ponerle fin a todo esto. Lo encuentro admirando nuevamente la superficie donde se alcanza a percibir un halo luz.
—Lambrea está bajo ataque señor— informó con pesar.
Lo veo sorprenderse brevemente y luego quitar su vista de arriba para comenzar a nadar en ninguna dirección.
El rey se mueve indeciso por los muros del palacio sin notar lo inquisitiva de mi mirada.
—El ejercito Meriem puede ayudar— la desesperación vuelven a mi voz hilos de torrentes que jalan esperando su respuesta.
—El poema no ha sido recitado, no expondré a mi gente por un reino que decidió aliarse con los Darihal— revuelve las palabras, rememorando quizás las atrocidades de la raza.
—Caerá— le recrimino saliendo de mi ciega obediencia por primera vez en siglos.
—Ese no es nuestro problema Solium, los reinos se han separado ya hace muchas lunas . No le debemos nada a nuestros hermanos del fuego—
La decepción me toma por sorpresa, siempre vi al rey como un ser de honor. Frente a mi no esta el protector de océanos y gobernador de mares, frente a mi se encuentra un tritón asustado y temeroso.
Un ser incapaz de seguir gobernando a mi gente, no podemos tener un rey débil ni de carácter ni de moral.
—No reconozco al rey de Merea en su decisión señor—
Mis palabras parecen dolerle sólo un momento, me mira y pareciera arrepentirse pero ambos sabemos que su palabra es inquebrantable.
—No te impediré salir en la defensa de ella— pronuncia con evidente descaro, haciéndome saber que esta enterado de nuestra relación — Si tu deseo es morir, hazlo solo. Merea ya ha perdido a suficientes— finiquita.
Me doblega el hecho de que lo sepa y no haya arremetido contra ella. Pero entonces comprendo que si no interfiere en su caída es porque quizás él contaba con ella.
—¡Usted no es digno de seguir portando la piedra! ¡Hoy dejó de ser mi rey! — despotrico contra él y contra todo lo que significa.
El aumento de mi voz alerta a los guardias que entran y me toman preso.
—Puedo ya no ser tu rey, pero sigo siendo tu padre Solium — sus ojos destellan desprecio —Guardias llevense al príncipe de mi vista—
—¡Morirá! ¡La dejara morir y yo jamás se lo perdonaré! — protesto mientras me arrastran fuera del palacio —¡El día llegara que los Darihal vengan y destruyan Merea también, si no peleamos ahora nunca habrá otra oportunidad! ¡No nos puede esconder por siempre! —
El brusco agarre de los guardias cambia cuando salimos y yo los empujó logrando que se desorienten.
Ellos intentan cortarme las aletas mientras yo los golpeó.
La estructura del salón no resistiría si implementó mi poder así que me abstengo.
Vuelvo a confundirlos aprovechando que soy dos veces más rápido que ellos y me escondo en una columna, nadando lo más rápido que puedo a las cavernas donde ya me espera Zaht.
La veo observar maravillada a los tiburones que pasan por un lado . Su instinto es tal que aún en esa oscuridad sabe que he llegado.
—El rey se negó ¿verdad? —
Yo no contesto pues la furia es tal que temo arrremer contra ella.
—Su silencio grita lo que a su corazón le duele— sentencia con fluidez —¿Ira a la superficie? —
—Le debo su vida Zaht, pues ella me regresó la mia— confieso.
—No sobrevivira su alteza, una Darha no vale la pena—
—¡No vuelvas a llamarla así! — exploto sin poder contenerme al escuchar ese vulgar nombre.
—Es lo que es, ha traicionado a los 5 reinos y lo hizo porque se enamoro de uno de ellos— sus palabras calan en mi pues es la segunda vez que las escucho con ese propósito —No lo merece a usted— sus manos aprovechan mi distracción y mi furia para plasmarse en mi cara.
—No me toques otra vez Zaht, o le daré de comer a la anguila tus manos— declaró con evidente asco.
—Entiendo señor— se retira con la cabeza baja.
Me enderezó nadando hacia las rocas que esconden la salida de Merea.
—Ya debe estar muerta, no tiene caso que suba— menciona con aparente amargura.
—Tengo que verlo por mi mismo —
—El rey enfurecera —
—Claro que lo hará, los Darihal fueron su enfermedad y ahora serán su perdición, no me quedaré a presenciarlo— le doy la razón —
—¿Si esta muerta que hará? — cuestiona.
Veo el miedo en sus ojos tormenta y tiene razón en sentirlo. Soy un estruendo que estaba siendo contenido por su calor.
Sin ella mi cordura escasa y mi vida oscurece.