Metamorfos

Capítulo 21

Dorian

Apenas alcanzó a detenerse cuando el cuerpo de Demian se desplomó frente a él. Instantáneamente soltó el arco al que se había aferrado durante los últimos minutos y se lanzó de rodillas a su lado.

-¿Estás bien? –le preguntó a Demian sin molestarse por ocultar el miedo de su voz.

-Corre –gimió con un hilo de voz. Dorian podía ver como las venas sobresalían en la piel de su cuello y rostro.

-No puedo dejarte aquí –espetó Dorian. No era una opción para él abandonarlo ahí.

-¡Corre maldita sea! –gritó furioso, y su voz pareció llegar a cada rincón del bosque. Sus dedos se contrajeron y formaron un puño sobre la tierra. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué lo estaba lastimando? Dorian miró en todas direcciones, buscando algún ser que lo estuviera lastimando a la distancia con algún tipo de magia extraña. Nada. Sólo estaban ellos dos-. Huye, Dorian, por favor.

No pudo decir nada cuando vio lágrimas derramarse de sus ojos. Pequeñas perlas que caían con suavidad y desaparecían en la tierra junto a sus manos. Dorian se levantó, tomó el arco y corrió lo más rápido que pudo. No podía dejar atrás la imagen del rostro de Demian, se había alojado en una parte de sí que tiraba de él para que no lo abandonara a merced de aquello que los perseguía.

Siguió corriendo pero la velocidad con la que lo hacía no se comparaba con la que llevaba hace unos instantes; la idea de dejar atrás a Demian le destrozaba el corazón. Él lo había salvado cuando aquel monstruoso Lobo lo atacó, se había transformado y luchó contra una bestia tres veces más grande y fuerte, lo hizo sin pensar que podría haber perdido la vida.  Si Demian podía arriesgarse para salvar su vida, él también podía hacerlo. Ajustó la flecha sobre el arco una vez más y caminó en sentido contrario, dispuesto a encontrarse con el Metamorfo que los asechaba y clavársela en medio de los ojos.

Caminó sigilosamente al escuchar una especie de gruñidos y el batir de unas alas. Trató de relajarse y disminuir los latidos de su corazón, si esos metamorfos alcanzaban a escucharlo u olerlo, estaba muerto. Los restos de un sol agonizante atravesaban el follaje de los árboles y alumbraban débilmente la pequeña parte de tierra donde se encontraba el cuerpo de Demian. Aún estaba de rodillas, exactamente en la misma posición en la que se había quedado cuando él había corrido…

Faltó poco para que la flecha se le resbalara entre los dedos al ver la monstruosa ave que lo observaba desde un árbol cercano. Era imposiblemente grande, sus huesudas garras rodeaban con facilidad la rama, que sin exagerar, era el doble de gruesa que un cuerpo humano promedio. Sus ojos, tan negros que parecían absorber la poca luz que quedaba, oscilaban entre el cuerpo de Demian y el suyo, quizá, calculando cuantas milésimas de segundo serían necesarias para devorarlos a ambos. Se armó de valor y caminó sin bajar el arco (que creía sería inútil contra algo de ese tamaño) hasta donde estaba Demian. Este lo miró de soslayo y le dedicó un gesto que no supo descifrar. Podría haber sido una queja. O tal vez, una advertencia de la dolorosa muerte que les esperaba.

Enfrentaría cualquiera de esas cosas por salvar a su amigo.

Se puso de rodillas a su lado y al instante notó que tenía un aspecto deplorable. Demian no podría pelear mientras estuviera en ese estado. Tratando de ganar tiempo y de medir la fuerza de aquella bestia que los asechaba, soltó la flecha. Salió disparada a toda velocidad, rugiendo y cortando el viento directo a donde se supone tenía que estar el corazón de aquel ser. En menos de un parpadeo y antes de que la flecha llegara a su objetivo, aquella espantosa ave se elevó hacia el cielo y se perdió entre las sombras de los árboles, soltando un agudo graznido que le hizo vibrar los huesos. Rápidamente y con la experiencia de un cazador colocó otra flecha en el arco.

-Te dije que corrieras –susurró Demian, esforzándose para ponerse de pie.

-También dijiste que estabas dispuesto a continuar con todo esto –respondió sin dejar de buscar en las copas de los árboles. Movía el arco en todas direcciones siguiendo cualquier movimiento que sus ojos humanos detectaban-. ¿Estás herido?

-No –le respondió hasta que pudo ponerse de pie-. Es el bosque. Estamos cerca. Creo que no estaba del todo equivocado cuando te… te dije que lo sentiríamos en el corazón. ¿Tú no sientes nada?

Dorian negó con la cabeza y sin dejar de buscar entre los árboles.

Como si fuera posible, su preocupación alcanzó niveles inimaginables; el aspecto de Demian empeoraba con cada minuto, como si la vida  se le escapara entre cada suspiro. Dejó de apuntar con el arco, consciente del peligro que corrían y se pasó el brazo de Demian detrás del cuello para poder alejarse de ahí. Quizá, el Metamorfo que los había encontrado no quería hacerles daño y por eso los había dejado vivir…



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En el texto hay: bestias, gay, sobrenatural

Editado: 02.01.2023

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