La carencia de amor fue la raíz de sus males;
un encuentro fortuito con un Judas errante.
Mentiras que tejieron la red de afecto que anhelaba,
dueñas de un bálsamo anestésico impregnado de falsedad.
Sucumbió al espejismo en medio de la sed del desierto;
cayó en el oasis que se mantuvo vivo gracias a su engaño.
Dejó que su hambre se saciara sin carencia de escrúpulos,
comiendo la carne envenenada con su amarga toxicidad.
El tiempo revela lo oculto, y la mentira brotó sin piedad.
Una estocada al corazón con la palabra traición,
fue la misiva que desató la tormenta en medio del caos.
Era el desenlace esperado para todo lo que comenzó mal.
No importaba el resultado final que ella buscara,
él solo deseaba acabar con la flor que nació por error.
No importaba lo que ella al final anhelara,
él solo quería abortar la falla que con frivolidad gestó.
Fortuito y desesperado sentimiento de soledad;
el castillo de ilusiones se desmoronó con un suspiro.
Alejada por la espesa bruma de lo irracional,
buscó deshacerse del pequeño Koi que sentía frío.
Piel y huesos que todavía no se habían formado;
una pesadilla teñida en rojo fue su salvación.
Inclemente fue la realidad que golpeó su mente,
gritando con fuerza el error a punto de ejecución.
Una decisiva postura fue el desenlace en la oración.
Y ella, carente de afecto, dio la bienvenida a otro amor.
Un brillo nuevo en medio de la oscuridad apareció,
y el Koi, nadando hacia sus brazos,
le dio la suerte que siempre buscó.
O ese sería el final feliz que cualquiera deseó…
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Editado: 12.09.2024