La vida es algo banal, una cuerda roída.
Sinfonía que se torna asimétrica y audaz;
un campo de mil peonias totalmente muerto.
Simpleza que, al final, se volverá complicada;
espectro que perturba las noches de fría calma.
La marca quemada sobre la piel del esclavo,
cuyo suplicio aún hoy en día debe cargar.
El oscuro vacío que acecha lleno de frío;
como un violinista que en las tumbas va a tocar,
aquel sonido que a los muertos hace llorar.
La libertad llega al abrazar su irrealidad;
el instinto y lo monstruoso siempre van de la mano.
La anarquía se escuda como idea racional,
con la máscara de alegría y tristeza en su drama.
El bien y el mal, matizados en color blanco y negro.
Donde las feas cicatrices darán un mayor honor;
igual que las partituras que el músico ejecuta.
Siendo despojos de una generación inferior,
donde la mano de Dios hace mucho se ha acortado.
Sufriendo insomnio profundo y tenebrosa ansiedad;
carentes de empatía hacia el cuerpo que habitamos.
No busco alguna explicación en el pozo que habito;
ni una mano amiga que me ayude a reflexionar.
Solo quiero exhalar este tenebroso suspiro;
un aliento etéreo que me hace meditar.
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Editado: 12.09.2024