Gretchen
Negro.
Es todo lo que percibo a mi alrededor y me pregunto si al fin acabo todo, si ya llego mi momento, el que tanto deseo, el único escape que he encontrado de lo que sucede. Morir.
Mas cuando percibo movimiento a mi alrededor me doy cuenta, aun no acaba, no permiten que acabe, al menos ya no duele, quizá ya me acostumbre a el malestar, al dolor o ya estoy en mis últimos respiros, como en las series que vi con mis amigos, con Luck, con mi pequeño Legolas, mi perrito, que será de ellos.
Espero ya me hayan dejado ir o quizá no les importo nunca, solo era la chica molesta, quien parecía tenerlo todo, pero en realidad no tenía nada y lo peor, la persona que por tanto tiempo cada día se encargaba de contarme lo despreciable que le era, no logro recordarlo, tengo las palabras grabadas en mi mente, no logran irse, cargando con ellas un inmenso sentimiento de vacío, traición y tristeza.
Por más que lo intento no puedo ver de quien se trató esas largas horas de tortura tanto psicológica como física, es como una sombra negra con una voz distorsionada, susurros acosándome y me frustra no recordar de quien se trataba, soy como un juguete nuevo para esta gente y todas esas tardes o quizá noches funcionaron, me manejaron a su antojo, manipulando mis recuerdos.
Y si alguna vez salgo, no seré capaz de alejarme de esa persona que me hizo daño con tanto gozo, como confiare ahora en cualquiera si ya no se quien finge ser mi amigo de frente y en cuanto doy la vuelta me apuñala por la espalda.
¿Me merezco esto?
Siento como un par de lágrimas traicioneras se escapan de mis ojos pero esta vez una mano las retira de mis mejillas. Quiero abrir los ojos, lo intento una y otra vez pero no puedo hacer nada, con el pasar del tiempo mis sentidos van mejorando, siento una mano sosteniendo la mía y otra en mi cabello acariciándolo, deseo saber quién está a mi lado pero no puedo y el temor me embarga.
Las voces comienzan a hacerse susurros distorsionados, pero es como si estuvieran gritando para mí, me duele la cabeza como la mierda –por dios cállense– pienso mas no logro pronunciarlo.
Por dios que fastidio, ahora que está sucediendo, no pueden dejarme un momento en paz, sola, no me han dañado ya suficiente todo este tiempo.
Pasan horas donde de nuevo soy solo yo en mi oscuridad, ya no hay voces, ni toques, estoy sola.
…
Siento una luz azotar mis ojos cegándome al momento de querer abrirlos confundiéndome, ¿luz?
Pongo mi mano sobre mis ojos tapando mi vista de donde proviene esa luz cegadora, ¿acaso morí? Bueno debo aceptar que la idea de ir a la luz no pensé fuera real, porque vamos, es una vieja historia de películas, mas caigo en la realidad, aun no sabré si es un mito o no, la máquina que pita molesta marcando el ritmo de mi corazón me lo aclara, pero ahora mi pregunta es ¿Qué sucede?
Luego de unos minutos logro acostumbrarme a la luz y pongo atención a mi alrededor, es obvio que es un hospital, el detestable olor de medicina y lágrimas impregna el aire, como odio este lugar, pero si estoy aquí eso significa que…
Mis ojos se empañan de lágrimas al darme cuenta que ya no estoy en ese asqueroso lugar, ¿pero cómo?
Intento recordar que ha pasado pero me duele la cabeza, quien lo diría pensar duele, sonrió por mi propio chiste, bueno aún tengo humor, algo roto pero ya era así.
Decido solo quedarme acostada donde estoy esperando que alguien venga y poder atacarlo de preguntas, pero pasa el tiempo, nadie llega y yo me desespero, necesito respuestas y por supuesto las tendré. Termino por desesperarme aún más y busco el estúpido botón para que venga un enfermero o enfermera, podría estar muriendo mientras ellos están haciendo dios sabrá que, pero no, no hay un jodido botón rojo como el de películas para que te atiendan.
Pésimo servicio.
Y es cuando la mejor idea para tener a alguien en mi cuarto pronto surge, soy un genio.
–A menos que me desangre claro –murmuro para mí después de sacar de golpe las agujas que me conectan a las cosas a mí alrededor, pero no contaba que sangraría y no se detenerlo, excelente.
Intento levantarme por papel pero más cables me detienen, me hice un robot mientras dormía o que carajos, no tardó en darme cuenta que son los cables que debía sacar para que el monitor no recibiera más un registro de que siguiera con vida, bien por mí, ahora me desangro sin razón.
–No debí saltarme las clases de primeros auxilios en la secundaria –me regaño en murmuras como si pudiera devolver el tiempo.
Lo bueno la sangre no me da asco o ya estaría desmayada, aunque quizá por la pérdida termine por hacerlo o quizá estoy exagerando.
Jalo los cables que están pegados a mi pecho logrando que el monitor pite esta vez en un constante himno de muerte, sí, me está empezando a faltar toda esa sangre, ya no pienso bien, pero que clase de agujas eran, parece que me metieron un succionador de sangre y ahora que lo saque se desperdicia.
Quizá no estoy bien y en verdad esa estúpida organización que aún no descubro en que tengo que ver vaya a terminar de drenarme y luego me venderán en el mercado negro, solo digo, tiene sentido.
No pasan más de cinco minutos cuando al fin unos pasos apresurados se escuchan en el corredor, enserio podría en verdad estar muriendo o ya muerta y se dan el tiempo del mundo, si muero en verdad me encargare de joder como un buen fantasma.
Y al fin la puerta de mi habitación se abre de golpe ingresando una mujer de bata, una enfermera y un enfermero, no sabía que se necesitaba tanta gente para revivir a alguien.
–Buen día –saludo con una sonrisa de lo más falsa.
No le daré una de verdad a gente culpable de mi falsa muerte para llamar la atención debido a su pésimo servicio libre de botones rojos para pedir ayuda.