Caminé con William a mi lado por unos instantes, el hombre pelirrojo daba dos pasos y yo necesitaba dar cuatro para emparejarlo.
Realmente caminaba rápido, literalmente corría detrás de él, William trotaba tranquilo unos pasos atrás de mi mirando el lindo paisaje verde completamente desinteresado.
Después de correr suspiré sosteniendo mis manos en las rodillas, ya no podía. El pasillo jamás acabaría.
El hombre me miró con la ceja enmarcada, chasqueó la lengua en el paladar y procedió a cargarme. Solté un pequeño grito asustado al sentir sus manos en las pantorrillas y espalda, me pregunté qué clase de costumbre tenían estas personas. Me encontraba en clara desventaja por dónde quisiera verlo, yo era la presa aquí.
En reiteradas ocasiones consideré la posibilidad de huir o intentar oponerme a ellos, pero, qué sucedería con los gemelos. No me encontraba solo en este lugar, esos dos peluches son mi responsabilidad.
Me detuve de cometer estupideces.
Simplemente me dejé hacer por ellos tanto quisieran, incluso si eso involucra pisotear mi orgullo.
¿Qué está haciendo Charlie y mamá?
Hacerme esa pregunta me entristeció. Por estos lares nadie me dirigía la palabra sino era estrictamente para darme órdenes u indicaciones. Se suponía que iría a ver al príncipe y todavía no sé dónde carajos estamos. Los paisajes, los comportamientos y costumbres de los hombres y mujeres con listón azul son de carácter sumiso, pues resultaron ser criados domésticos o algo por el estilo, y obviamente el hombre que me está cagando disponía de un puesto más importante.
¿Cómo lo deduje?
Simple. Las ropas.
El personal que bañó a William y Claude eran hombres vestidos de batas sencillas y pulcras, y la mujer que abusó de mi inocencia también usaba ropas ligeras más no reveladoras. Pero todo cambiaba al compararlos con el pelirrojo invasor de espacio personal: él vestía de pantalones negro, camisa holgada pero igualmente fajada a la cinturilla del pantalón, sin destacar que usaba un emblema muy bonito en el pecho de dónde nacía el agarre a su pequeña capa de pelaje.
Demasiada diferencia entre servidumbre y altos rangos. ¿Qué soy yo aquí?
Minutos más tarde llegamos nuevamente a una puerta negra abierta de par en par. Dentro se encontraba una mesa de madera sumamente alta y grande, en los bordes de la misma fueron ordenadas un par de sillas. ¡Comida!
Mi tripa rugió hambrienta, tenía muchísimas hambre. No recuerdo cuándo fue la última vez que comí desde el encuentro debajo del risco, creo que ese día tampoco desayuné debido a los nervios.
William pasó desinteresado al lado del pelirrojo. Se subió de un brinquito a la silla y se sentó como un perro bien educado. Me miró con desdén diciendo "apúrate, tengo hambre".
Óyeme descarado, aquí yo soy el mayor.
Le devolví la mirada.
—Han llegado.
El hombre se levantó de su asiento en la cabecera de la mesa, la silla se recorrió tras su espalda y bueno ahí estaba el causante de todo, formal y elegante.
Al igual que el pelirrojo él también vestía pantalones ceñidos, una camiseta seguramente dos tallas más grandes que él mismo y por último utilizaba unas botas largas con dos hilitos colgando por los laterales. Vaya.
No me moví ni un centímetro. Era de esperarse pero aún así me sorprendió la gran estatura del príncipe: por conjetura propia este tipo se podría considerar un titán.
Mierda.
—Por favor tomen asiento, deben de tener hambre, coman sin pena. —dijo cordial, hizo una leve seña a los sirvientes quienes observaban con cautela desde las esquinas del lujoso lugar y se apresuraron a obedecer y —de nuevo—me arrastraron a mi asiento.
—Mi nombre es Yurial del reino Neosol, soy el primer príncipe —Se presentó así mismo con una pequeña introducción, sonrío en corto y señaló al pelirrojo—. Él es mi primer general de escuadrón, dirige diligentemente a mis guerreros.
Sus grandes manos levantaban sin esfuerzo la hermosa copa de vidrio pero yo me encontraba casi seguro que eso no era vidrio sino un pedazo de hierro fundido, ni siquiera se movió un poquito al intentar levantar mi copa de vino. ¿Seguros que me están invitando a cenar y no hacer gimnasio?
Tremendo peso.
—Seguramente tienes mucha preguntas.
Lo miré incrédulo. Por supuesto que tengo dudas— Las tengo, sí.
—Hazlas con libertad, las responderé.
Lo pensé con cuidado antes de abrir de nuevo la boca, si me permitía hacer preguntas empezaría por las típicas y necesarias.
—¿Dónde estamos?
Perfecto.
Él arqueó una ceja— Una pregunta muy válida pero también básica. Estamos en Neosol, segundo líder del continente y poseedor de las minas de arcilla y metales preciosos más grandes del mundo.
Muy preciso… e incierto— ¿De qué… mundo estás hablando? Que yo sepa no existe tal cosa en un continente con clasificación de "líder".
—Uhm… Es cierto, debí empezar desde ahí —dijo risueño—. Estás en Caliope, un sistema solar distinto al tuyo
Otro sistema solar. Sí claro. Me reí a carcajada suelta hasta que las lágrimas salieron solas.
—Imposible. —dije sosteniendo mi estómago, negando con diversión— No existe tecnología siquiera para visitar un planeta del sistema solar, tan siquiera nos cuesta salir de un país a otro, esto no es posible en todo aspecto. —Me levanté agresivo de la silla, clavé las manos en la mesa, lo miré iracundo.
—No estoy mintiendo. Si aún no me crees puedes revisar el cielo, no encontrarás a lo que ustedes llaman luna o sol. En cambio encontrarás dos planetas y una luna media, la fuente de luz de nuestro planeta.