DAVE
El gran día ha llegado, pronto conoceré a mi pequeña hija, me siento inquieto y emocionado. La espera ha llegado a su fin, me convertiré en padre y la sensación es realmente extraordinaria. Es dificil comprender los misterios de la vida y es fascinante sentir que eres parte de ese proceso.
Anoche toqué el vientre de Carol y no pude evitar agradecerle por el regalo que me ha dado, deseé abrazarla, besarla y decirle que la amaba con toda el alma, que no habrá lugar en el mundo en el que quiero estar más que a su lado y al lado de mi familia; porque aunque ella no lo crea, su familia ahora es la mía, la familia con la que quiero vivir buenos y malos momentos, porque núnca en la vida me había querido sentir tan parte de algo como ahora; quiero ver crecer a los niños, tomar importantes decisiones en familia y al final de nuestros días recordar nuestra vida juntos.
Durante este tiempo he respetado mi palabra y me he mantenido a distancia; ha sido una de las cosas más dificiles que he hecho en mi vida, pero, la amo y haría cualquier cosa por ella; aunque eso signifique mantenerme a distancia para que ella se sienta bien.
Hemos llegado al hospital, un enfermero acerca una silla de ruedas para facilitarle a Carol su ingreso, camino a su lado y me atrevo a tomarla de la mano, consciente de que en cualquier momento puedo ser rechazado, sin embargo eso no sucede -¿Estás bien?- Carol me observa y sonríe timidamente. -Sí, lo estoy, gracias-. -Verás que todo saldrá bien Carol-. -Lo sé-. Su mirada es tan vulnerable y eso me conmueve profundamente. -¿Estás segura que estás bien?- Ella sonríe nuevamente. -Si lo estoy, solo pensaba en los niños-. -No te preocupes, te prometo que yo iré por ellos; en cuanto finalice la operación y el médico te permita visitas, podrás verlos-. Su mirada se vuelve más relajada. Entiendo su preocupación, someterse a una operación implica un cierto nivel de riesgo para cualquier persona, y, ella siente que debe estar bien por sus hijos, su nivel de auto-exigencia por ser madre soltera es muy alto y no hay nada que me gustaría más que ayudarle y disminuir su preocupación.
He sido preparado con la indumentaria médica para la operación; realizo ejercicios de respiración, porque, ahora mismo estoy realmente nervioso, estoy sometido a un nivel alto de presión y sino logro controlarme dificilmente me permitirán presenciar el nacimiento de mi hija. La enfermera me conduce hasta la sala de operaciones, en la que se encuentra Carol y los médicos. Me acerco a ella y la tomo de la mano, la operación inicia y yo estoy cada vez más nervioso, Carol me observa y deseo poder leer su mirada; nos observamos por un largo rato y nos olvidamos de las personas que se encuentran a nuestro alrededor. De repente se escucha un grito y mi piel se eriza; observo al médico que sostiene en sus manos un pequeño cuerpecito; me acerco lentamente y no puedo dejar de mirarla, la sensación es inexplicable y sollozo como un niño, estoy feliz, realmente feliz. No puedo explicar cuanto tiempo ha transcurrido, sigo con la mirada los movimientos de la enfermera, que finalmente pone a mi hija en mis brazos, tengo claro que en mi vida jamás había sido realmente dichoso como hasta ahora; nada se compara con este momento.....
La niña y la madre están realmente deslumbrantes; me acerco a Carol y pongo a la niña en sus brazos. Las palabras sobran para demostrar tanta felicidad; ella sonríe triunfante y yo imito sus movimientos. Si antes estabamos conectados, hoy estoy completamente seguro que no hay nada ni nadie que puede romper este lazo, esta fuerza que nos une.
El médico y las enfermeras se llevan a mi hija y a Carol, pronto iré a verlos a otra habitación, estoy sentado aún con la indumentaria medica en el pasillo del hospital, estoy tan conmocionado con todo que necesito recuperar mis energias. -Hijo mio-, levanto la mirada y mis padres están junto a mí. Mi padre me abraza con alegría y añade -Felicidades papá-. Le sonrío y lo abrazo de nuevo; ahora comprendo muchas cosas, jamás entenderás a tus padres hasta que no te conviertes en uno. Mi madre detrás de nosotros nos observa timidamente. Finalmente suelto del abrazo a papá y mi madre camina lentamente hacía mí. -Felicidades hijo-. Comprendo la incomidad de mamá por todo lo acontecido -gracias mamá-. -¿Quieren conocer a su nieta?- Sus mirada se iluminan y ante el gesto de aceptación de ellos nos dirigimos hacía la sala en la que se encuentran los recien nacidos. Frente al vidrio que divide la habitación de la sala, observo a mi pequeña hija, vestida con ropa rosa, durmiendo placidamente en la cuna. Mi corazón se agita y en ese momento comprendo cuán grande puede ser el amor a un hijo.
Luego de observar a mi pequeña por un rato, nos dirigimos a la habitación en la que se encuentra Carol. Ella está dormida, entramos sigilosamente y de repente abre los ojos. Cuando observa a mi padre sonríe. Él la imita y se acerca a su cama. -Felicidades, tienes una niña bellísima, tanto como su mamá-. Ella con voz débil le agradece el comentario. Mi padre la abraza emocionado y yo me siento muy satisfecho por el gesto de papá. Finalmente se separan y Carol observa a mi madre, en su mirada no hay enojo y eso me da tranquilidad. -Gracias señora por venir-. Mi madre se acerca lentamente a ella y añade. -Gracias a tí, por regalarnos a nuestra nieta-.
Editado: 24.04.2019