2. Yo que tú no gritaría.
La verdad estaba bastante asustada.
No todos los días un chico te acorrala contra la pared y te dice que eres suya.
No sé que hacer, no puedo ni moverme.
—Grita idiota. —dijo mi subsconciente.
Y justo cuando iba a hacerlo, me tapó la boca.
Supongo que se dió cuenta.
¿Tan obvia era?
Había perdido la única oportunidad que tenía para que me soltara.
—Yo que tú no gritaría —dijo mirándome a los ojos— no querrás despertar a los vecinos ¿verdad? — dijo con una sonrisa de lado para después guiñarme un ojo.
Yo rodé los ojos.
Escuché algo detrás de mí, y al parecer el también lo escuchó, ya que apartó su mano de mi boca.
Miré hacia la puerta.
—¿Hija?, ¿Qué haces aquí a estas horas? ¿Y sola? —dijo mi padre una vez que la abrió.
Funcí el ceño, me giré y, efectivamente, estaba sola, el chico había desaparecido.
Confundida y mirándo a los alrededores entré a mi casa.
Llegué a mi cama y después de desvestirme y ponerme el pijama, me tiré en plancha a la cama, lista para dormir.
Y me dormí al poco rato.
A la mañana siguiente me levanté y me dirigí a la ducha, una vez que había cogido mi ropa interior.
Después de enjabonarme, aclararme y secarme tanto la cabeza como el cuerpo, me vestí para luego dirigirme a mi cama con un cepillo en mi mano derecha.
Una vez en la cama comencé a desenredarme mi cabello castaño.
Me fijé en la ventana, y me dí cuenta de que estaba entreabierta.
Fruncí el ceño, juraría que estaba cerrada la noche anterior.
Me levanté para cerrarla y, después, bajé las escaleras para reunirme con mis padres y mi hermano mellizo para desayunar.
—Buenos días. —dije una vez sentada en la mesa al lado de Christian, mi mellizo, mi madre y mi padre.
Una vez que terminé de desayunar, me levanté de la mesa y me dirigí al salón, donde me tumbé en el sofá.
—¿Qué vas a hacer esta tarde? —me preguntó dejandose caer a mi lado.
—Ni idea, supongo que iré a dar una vuelta por el bosque o por el pueblo —dije encojiéndome de hombros. —¿Y tú?
Aparté mi mirada de la pantalla apagada de la tele para dirigirla a Christian.
—Hoy hay fiesta cerca de la discoteca de la otra vez, y creo que voy a ir, ¿Te vienes?
—Esta bien, —dije levantándome y dirigiendome a la entrada— me voy a dar una vuelta.
—No llegues tarde. —gritó para que lo escuchara.
Hice caso omiso y me dirigí al bosque, uno de los lugares que más me gustaban, ya que era donde más relajada podía estar.