En el reino del sur se encontraba la flor del imperio, la princesa heredera Isabela de Romani, tan bella y luminosa como los pétalos de una rosa amarilla, le había llegado la noticia de que el príncipe Aspen había regresado al reino del norte y eso la llenó de entusiasmo.
—Por fin regresaste…te esperé pacientemente ¿que reacción pondrás al verme? ¿Sonreirás al ver que me he convertido en la prometida perfecta? ¿Te enamorarás enseguida? Los rumores dicen que eres un príncipe misterioso, que usas una mascara de hierro para ocultar tus múltiples cicatrices, incluso te han llamado el príncipe feo, pero yo digo que es mentira, aun tengo los vividos recuerdos de nuestra niñez, cada que creía olvidarte cerraba mis ojos y esos ojos verdes inundaban mi mente y mis sentidos, palpitantes como dos estrellas, semejantes a la luz que emiten las luciérnagas después de la lluvia ¿me amarás en cuanto me veas? ¿Será tan mágico como lo imaginé?
Isabela agarró el mensaje entre su pecho y soltó un suspiro donde dejó ir toda su ilusión, ella era la mujer más bella de su imperio, su belleza se había hecho famosa hasta que todos los reinos lo escucharon “Isabela de Romani es la mujer más bella sobre la faz de al tierra” ese era un dicho famoso.
Ella era consciente de su hermosura, sabía que era un tesoro y que ningún hombre la rechazaría al ser tan invaluable, estaba confiada en el que príncipe se enamoraría con solo verla, pues era común que dejara sin aliento a toda criatura que la miraba, no tenía duda de que en esta historia ella era la protagonista.
—¿Majestad? Su madre la manda llamar, parece que tiene visitas.—le dijo una de sus sirvientas detrás de la puerta, nadie se atrevía a estar sin su permiso, decían que la princesa tenía muy mal carácter y que era soberbia al saberse tan bella.
—¿Mi madre? ¿Quien será? Debe ser algún amigo suyo o de la familia.
Isabela se puso de pie, estaba sentada frente a su tocador, el cual tenía un enorme espejo donde se apreciaba y dejó el recado en el buró.
—Pueden abrir la puerta, voy a salir.—exclamó ella con la espalda recta y sus manos posadas debajo de su ombligo y salió rumbo al salón de té.
Las miradas estaban sobre ella, los guardias no podían ser disimulados, ella era realmente preciosa, Magnolia se encontraba con Babani tomando el té, ellas eran muy unidas junto con Lucia, solo que ella ahora se encontraba ocupada en su trabajo como cazadora.
—Hace mucho que no veo a Isabela, debe ser toda una señorita, las veces que los visitaba ella se encontraba estudiando, debe ser muy culta.—exclamó Babani mientras le daba un trago a su bebida.
—Si, ha sido una joven muy devota en su formación como princesa heredera, habla varios idiomas, incluyendo los de los cinco reinos, además de que es recatada y refinada, sabe bordar, toca el arpa, canta, pinta, recita poemas, además los escribe —dijo Magnolia con orgullo.
—Ay suena demasiado femenina y talentosa jeje, quizá debería enseñarle algo de modales a Gaia, esa niña parece un orangután se la pasa explorando los bosques y coleccionando todo tipo de cosas aras, hongos, cráneos, insectos, siempre esta llena de tierra y me trae gatos a la casa y todo lo que se encuentre y le de compasión, el otro día me trajo un duende peludo, era un bebé, sus padres nos maldijeron una semana, tuve que ir a asustarlos para que nos dejaran en paz.—externó Babani con dolor de cabeza.
—¿Aun sigue sin familiar?
—Si, es un tema delicado para ella, en la escuela de hechicería todas sus compañeras ya adquirieron uno, pero aun no ha llegado su momento, debe ser por que se la pasa enfocada en sumergirse en los bosques.
—Es toda una aventurera jaja, pero de seguro encontrará a su familiar perfecto pronto, dile que no se presione, Gaia es igual a ti, cuando te conocimos ni siquiera te bañabas.—le dijo magnolia entre risas.
—Mas respeto majestad que soy como tu madre o tu hermana mayor, lo que te de mas respeto.
—Awww aun extraño tu versión de abuelita, eras tan tierna….
—Yo no extraño la artritis créeme, ya empezaba a tener incontinencia.—expresó Babani con escalofríos.
—Tienes razón, Lucia aun tiene pesadillas con la vez en la que tu…—Babani le tapó la boca avergonzada.
—Ya no me lo recuerdes….
De pronto, el vocero anunció que la princesa Isabela había llegado y Magnolia ordenó que abrieran las puertas y la dejaran entrar.
—Adelante hija, Babani vino a visitarnos, te trajo un regalo.
—Es un placer volver a verte Isabela, estas tan hermosa como te recuerdo.—le dijo Babani con una sonrisa brillante y la abrazó efusivamente mientras le daba su regalo, era un brazalete que estaba protegido con magia pura para alejarla del peligro.
—Ah…—Isabela estaba muy incomoda con la confianza que Babani le tenía a ella y su familia, no les hablaba de usted y se tomaba muchas libertades como esta, ella tenía bien en claro las diferencias entre realeza y gente común como ella.
—¿Fui muy brusca? Lo siento, te ves tan delicada, ojalá no te haga ningún moretón, te vez tan linda con esta clase de vestidos, pareces toda una princesa.—le dijo Babani mientras tocaba su vestido.
Las caras de desagrado de Isabela llamaron la atención de su madre, pues vio que no le había correspondido el abrazo y la miró fijamente para disciplinarla.
—Le agradezco su amabilidad, pero, no estoy acostumbrada a estas muestras de afecto tan repentinas.—le dijo Isabela mientras se alejaba de ella y sacudió su vestido para acomodarse al tela, detestando la idea de que estuviera arrugada.
—Tienes razón, lo lamento, me emocioné y no pensé si iba a incomodarte.—exclamó Babani apenada.
—No te disculpes amiga, tu eres como de la familia, Isabela ya lo sabe ¿verdad hija?—le preguntó Magnolia mirándola con seriedad.
—¿que la trae al imperio del sur señora Babani? Además de su inesperado detalle.