Mi amante, el príncipe de jade.

El día de la caza

Está era la tercera vez que una bruja se postraba ante mí, Berea era la tercera hechicera que me reconocía como su reina, sin embargo, su acción me ha conmovido más que las reverencias de la general y Calipso, con la incredulidad del rey hacía mi identidad, había empezado a dudar de mi misma, cuestionándome si realmente era yo la bruja de la mente o si la general se habría equivocado conmigo cuando me declaró el todo, a Berea no tuve que demostrarle nada, le bastó un solo toque de mis manos para saber quién era, ella me ha devuelto la fe en mi misma, sé que a pesar de los obstáculos y las constantes pruebas a las que pueda someterme el emperador, yo soy la reina de todas las brujas.

A partir de aquel encuentro, Gia y Berea se acompañarían en esa gran aventura, La escriba había encontrado un tesoro mucho más grande en Gia que toda la riqueza que el rey había prometido al individuo que le trajera la cabeza de aquella bestia que se rehusaba a ceder su territorio al servicio del emperador y la bruja de la mente había encontrado algo invaluable que se encontraba en peligro de extinción y difícilmente alguien poseía y era la lealtad, sin la necesidad de un contrato ella había encontrado a una aliada fiel, por eso, pasara lo que pasara en el camino, ellas ya habían ganado.

Por otro lado, en el imperio vampírico seguían celebrando el cumpleaños del príncipe heredero y su compromiso con la princesa Isabela, en el segundo día de la fiesta se celebraba el día de la caza, era el momento ideal para que las parejas que se habían formado durante el baile reformarán su interés y llevaran aquel enamoramiento al segundo paso “un compromiso” era el evento perfecto para salir con marido o mujer.

Las palabras que el rey le había dicho a sus hijos los había dejado nerviosos y pensativos, especialmente a Minerva, quién no entendía por que su padre le había ordenado a todo un séquito de damas que la prepararan embelleciéndola lo más posible para este día.

—La princesa se ve de muy mal humor ¿y si nos mata? Dicen que un solo rose de sus dedos podría acabar con nuestras vidas en segundos.—murmuraban las criadas temblorosas.

—Ya lo sé…esta demasiado seria, pero si no hacemos nuestro trabajo el emperador tomará represalias con nuestras familias, mejor terminemos con esto rápido.

—Tienes razón, será mejor que la princesa opaque a todas las otras damas de la corte.

—¿Es incluye a la princesa heredera?

—Eso si no lo sé, pero ya es demasiado tarde…mérala, es tan hermosa que no puedo dejar de mirarla.

—Cielos…que bonita es la princesa Minerva.

Todo esto murmuraban las doncellas que la estaban enlistando y es que la belleza de Minerva era seductora y ardiente, tenía una cintura béquela y un puesto prominente al igual que sus caderas y piernas que le daban una figura de reloj de arena, le habían recogido el cabello y lo habían adornado con perlas, su vestido era color azul marino de terciopelo y ceda, esta adornada con piedras preciosas y usaba unos guantes negros muy elegantes, sus labios no pronunciaban ninguna palabra, tenía miedo de que su temor se hiciera realidad y que sus sospechas fueran ciertas.

—Por favor padre, que no sea lo que estoy pensando…—se dijo en sus adentros mientras se ponía de pie.

—Hemos terminado majestad, se ve realmente preciosa, seguro que su padre quedará complacido.—le dijo una de sus criadas con nerviosismo.

—Princesa, su padre la espera, el rey ha ordenado llevarla el mismo hasta el lugar donde partirá el evento de la caza.

Minerva se fue de largo, ni siquiera las dejó terminar de hablar, saliendo de sus aposentos a una distancia no muy larga, vio a su padre vestido con su ropa de cacería, era un traje negro y llevaba el cabello recogido en una coleta, al verla, Valeska sonrió complacido y mientras ella caminaba hacía él exclamó:

—No cabe duda que eres hija de tu madre, tu belleza no tiene precedentes, me atrevería a decir que no he visto doncella más radiante que tu.

—Tantos elogios me harán creerte.—le dijo Minerva dibujando una sonrisa en su rostro.

—Es lo que quiero, por mucho tiempo haz dejado que el miedo a tu poder te aísle del mundo, no sales de tus aposentos y si te dignas hacerlo es para los eventos a los que eres forzada a asistir, no dejé de recibir cumplidos y propuestas debido a tu belleza, los nobles importantes te encuentran interesante.

—¿De verdad? —exclamó minerva nerviosa y añadió.—bueno, supongo que el interés se esfumara de sus mentes cuando me den la mano para ir a caminar jeje.

—No lo creo, estoy muy cerca de encontrar la manera de ayudarte a dominar tus poderes.—le dijo el rey sonriente.

—No hay de que preocuparse ¿cierto? Mi padre es muy celoso, soy la niña de sus ojos, él jamás me entregaría en los brazos de ningún hombre y eso es por que a ninguno considera digno de entregarme por esposo, si…no sé en que he estado pensando jejeje, mi padre jamás me haría algo así.—se dijo minerva en sus adentros y trató de tranquilizarse y caminó junto a su padre con tranquilidad.

El día estaba especialmente nublado, había mucho viento y este era helado, las copas de los árboles se movían de un lado a otro, Minerva llevaba puesto el hechizo de protección que su madre ponía sobre ella cada mañana, cuando los guardias veían pasar al rey y a su hija, estos no podían evitar girar la cabeza, pues la princesa se veía especialmente hermosa ese día.

El día de la caza era una traición entre los nobles por que los hombres mostraban su valía, su inteligencia y su fuerza con la presa que obtenían, entre más grande y feroz fuera su víctima, más honorables se consideraban y este premio debía ser entregado a la dama de su interés en modo de cortejo, esto daba a entender que si lo elegía, nada le faltaría en su mesa y siempre la protegería a ella y a su familia, las damas de la corte y las princesas de los otros reinos esperaban pacientemente en el día de campo y la fiesta de té donde se ponían al día, no solo era una oportunidad para los varones de posicionarse como los mejores, si no que las mujeres tenían la oportunidad de ganarse el favor de la emperatriz que esta por encima de ellas, todas querían sentarse cerca de Lía para conocerla más íntimamente y pelear un lugar en la corte que la rodeaba.




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