Había un sentimiento que Eira y Lía compartían muy bien, esa sensación abismal en sus pechos, la terrible realidad de saber que el hogar que ellos conocían ya no existía, ambos regresaron a su mundo transformado por el tiempo, sintiéndose unos extranjeros, extraños en su propia tierra y con su propia gente, no era el fuego ni los escombros lo que hizo que Eira se sintiera desolado, fue el hecho de la traición que en nombre del amor Pandora cometió, el hecho de no poder salvarla porque ella misma marcó su propio destino con una muerte inevitable.
Ver como su rostro ahora tenía una belleza apagada, su vientre vacío y ultrajado por el traidor de Sakdras, Pandora, aquella mujer de sus pesadillas, aquella que su inconsciente se negaba a olvidar, la mujer que alguna vez amó con el alma, había desaparecido en sus brazos, dejó de existir dejando a su paso una herida incurable que solo el tiempo sabría cicatrizar.
Los gritos de jubilo por la victoria y el regreso del legitimo rey sacudieron el castillo, las puertas infernales fueron abiertas para recibir a Eira, quien caminaba con la mirada apagada tratando de convencerse a sí mismo de que todo estaría bien, el hermoso rey era aclamado y ovacionado por sus súbditos fieles que habían anhelado su regreso como una profecía, él simbolizaba la esperanza y la prosperidad para todo el inframundo.
Medea caminaba a su derecha con la cabeza en alto, había esperado este momento durante mucho tiempo, el día en el que el rey regresara para establecer el orden y reinar los niveles del infierno había llegado.
El trono se encontraba esperándolo, así que una vez que estuvo frente a el, se sentó y Medea le puso la corona y a voz en cuello declaró.
—¡El verdadero rey a regresado! ¡ha vencido a Sakdras el traidor! ¡viva el rey del inframundo! ¡larga vida al rey!
—¡Larga vida al rey!
Todos gritaban llenos de alegría inclinándose y jurándole nuevamente su lealtad al soberano del infierno.
Lía miraba a Eira con pesar, sabía como se sentía, podía verlo en sus ojos, esos ojos azules que parecían zafiros palpitantes y apagados con una tristeza inmensa en el corazón.
Eira levantó la mirada y frunció el ceño, con voz potente habló silenciándolos a todos.
—¡He recuperado mi trono! ¡los traidores han sido castigados con la muerte! ¡yo soy su único y verdadero gobernante! Nadie volverá a invadir el castillo.
—¡Mi señor! ¡aun queda con vida el hijo que los traidores concibieron! ¿Qué es lo que desea hacer con él? —le preguntaron sus consejeros esperando su respuesta.
—¿Un hijo?
—Si, el príncipe sin honor que dio a luz la princesa Pandora, hay guardias protegiéndolo afirman que fue por orden de la princesa heredera.
—Es verdad, yo ordené que no se le matara, es aun muy pequeño considero que no es una amenaza para el reino. —Dijo Medea con seriedad.
—Pero lo será algún día ¿Qué pasará cuando crezca y su ambición se desarrolle en su corazón?
—Al final es hijo de unos traidores ¿Qué lo hace diferente?
—Sugerimos que sea asesinado al igual que sus padres. —dijeron los nobles argumentando que era un peligro para el reino.
Medea los fulminó con la mirada diciendo.
—Si vive o muere es una decisión del rey, si su majestad decide perdonarle la vida, yo me comprometo a criar al niño como si fuera hijo de mi propia sangre, lo formaré para ser un guerrero, un príncipe que, de honor a su imperio, yo responderé por él y asumiré cualquier castigo en su nombre, pero si su majestad decide castigarlo, entonces no me opondré. —exclamó Medea guardando la compostura.
—¿Cuál es su voluntad majestad? —le preguntaron todos esperando su respuesta.
—Que viva, un bebé no puede ser culpable por los crímenes de sus padres, él no pidió nacer, acepto el sacrificio de crianza de la princesa Medea, no habrá mejor tutora que ella.
Medea sintió un alivio en el corazón, era una mujer honorable que cumpliría con su palabra, a pesar de haber odiado a Pandora y a Sakdras, había prometido cuidar a ese bebé a como diera lugar y descansó su alma al saber que estaba absuelto de toda culpa.
—Como ordene señor.
Con la ayuda de Lía y los brujos demonio, el castillo se restauró y parecía que ninguna catástrofe lo había tocado, Lía pensaba todas las formas posibles de liberar a Eira, sentía que había sido un error volverlo su familiar, después de saber todo el caos que había sucedido en su ausencia, la llenaba de culpa pensar en todo lo que pasaría si ella lo poseía.
—¿por qué no funciona? He intentado liberarlo y me es imposible ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? Espero que no se de cuenta…no puedo seguirlo tratando como un familiar sabiendo que es un rey, esto es realmente incomodo. —se decía Lía mientras se llenaba de frustración al fracasar en la liberación.
Habían pasado varios días y aunque Lía se llenaba de impaciencia para ir en busca de Beel y Emm sabía que antes de irse Eira debía dejar bien resguardado el imperio, su corazón se angustiaba cada vez que pensaba en sus familiares, extrañaba a cada uno de ellos, pero sentía vergüenza de invocarlos, pero de repente, Lilith apareció de golpe dejando a Lía sin palabras.
Una luz brillante apareció delante de ella y su loba blanca estaba furiosa.
—Lilith…
—Princesa…¿se puede saber porque se ha rehusado a invocarnos? Todos estamos a la espera de que diga alguno de nuestros nombres ¿acaso nos está evitando? —le preguntó Lilith mirándola fijamente y al instante, Vinland también se manifestó, dejando a Lía perpleja.
—Perdone el atrevimiento princesa, pero la hermosa Lilith se presentó frente a usted a pesar de que todos le dijimos que no lo hiciera yo aceptaré la culpa de todo.
—¿Vinland?
—Te dije que no me siguieras. —refunfuñó Lilith mirándolo con enojo.
Ella y Vinland se habían vuelto algo cercanos pues eran demonios similares y ambos tenían forma de lobos, además de que Vinland pensaba que Lilith era muy bella, pero ella tenía un mal carácter y se enojaba cada vez que él quería pasar tiempo con ella afirmando que ya eran familia.
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Editado: 11.03.2024