Al escuchar que Valeska le decía ratoncita a Lía, Eira hizo un gesto de asco y le dio la espalda a su enemigo para correr y abrazar a su querida reina, pero con su poder, Valeska hizo que se tropezara, frustrando su efusiva reacción.
—¡Eira! ¿te encuentras bien? —le preguntó Lía preocupada.
Eira le lanzó una mirada fiera al rey de todo y después se inclinó hacia Lía para besarle la mano.
—Ahora que la veo me siento más tranquilo.
Este gesto hizo que Valeska abriera los ojos de golpe y se acercó a Lía empujando a Eira con el hombro y tomó su mano y se la limpió con un pañuelo que le quitó a Igorif de su bolsillo.
—Que desagradable debe ser tener la saliva de un cuervo. —le dijo Valeska mientras la limpiaba.
De pronto, Eira sujetó la otra mano de Lía quedando ella en el medio, la tención estaba apunto de estallar y Lía se sentía entre la espada y la pared, pero Leonardo por fin rompió el silencio y caminó hacia ella y la agarró de la cintura y la puso junto a él, estaba cansado de ver a tantos hombres revolotear a su alrededor.
—Yo caminaré con mi hija si no les molesta. —Leonardo tenía un rostro sombrío y su voz reflejaba molestia, pero nunca dejó de ser cortes.
—Me parece una gran idea señor Leonardo, así ambos reyes podrán conocerse mejor jeje. —externó Igorif con los nervios de punta y añadió. —¿Qué les parece si cambiamos de parejas? Nuestro rey puede ir con la reina Medea y el rey del inframundo con el príncipe Emir.
—Valeska volteó el rostro con disgusto y superioridad, mientras que Eira no quería estar con nadie que no fuera su ama.
—Que inmaduros…—se dijo Emir a si mismo liberando un suspiro de resignación.
Medea estiró su mano para acompañar al rey y este la vio de arriba abajo y al ver que Lía lo miraba con intensidad, sonrió y aceptó llevar a Medea del brazo para ver si su ratoncita se ponía celosa.
Lía hizo un puchero y luego recargó su cabeza en el hombro de Leonardo, el recorrido continuo más tranquilo desde ahora.
—¿Recuerdas las cosas que decías cuando eras un aniña? —le preguntó Leonardo con nostalgia.
—¿Qué cosas? —Lía no estaba segura de su pregunta.
—Cuando tu madre te preguntaba, que querías ser cuando fueras grande, tu siempre decías que te convertirías en la guardiana de los dioses gemelos, yo después te preguntaba si algún día pensabas casarte… —Leonardo sonrió ligeramente y añadió. —tu decías que nunca lo harías, que solo amarías a tu madre y a mí, incluso decías que te casarías conmigo cuando cumplieras la mayoría de edad jaja, eras muy graciosa.
—Ya me acordé, jaja tendría unos siete años en ese entonces. —exclamó Lía con una sonrisa.
—Hubo un momento en el que pensé que seriamos solo nosotros tres para toda la vida, cunado te fuiste a tu entrenamiento, eras una niña, por mi cabeza no pasó la idea de que la próxima vez que te vería serias una mujer adulta, por eso cuando te vi, me quedé petrificado, me llene de alegría, emoción, nostalgia y angustia, pensé, ella ya no es una niña y eso me dolió aun más, pero sabia que eras hermosa y muy joven y que probablemente olvidarías todo lo que antes habías dicho.
Leonardo y Lía iban detrás de todos y se detuvieron un momento para charlar.
—La verdad es… creo que no estoy listo para dejarte ir una vez más, se que no soy tu padre biológico, pero te amo como si tuviéramos la misma sangre, para mí, tu eres mi niñita, creí que no me afectaría tanto verte rodeada de pretendientes, pero, no quiero compartirte con ninguno de ellos.
—Leonardo… —Lía se conmovió profundamente al ver que sus ojos se ponían llorosos.
—Ninguno de ellos me cae tan bien como para entregarles a uno de mis tesoros ¿no puedes esperar cien años más para conocer algún chico? Alguien que no te comprometa al sufrimiento ni al sacrifico…si es mucho pedir, quisiera al mejor hombre para la mejor mujer.
—No existirá ningún otro hombre que ocupe el lugar que te pertenece, tu eres mi papá, mi mejor amigo y aunque me enamore, tú serás siempre el hombre más importante de mi vida. —Lía le dio un beso en la mejilla y lo abrazó con ternura y añadió. —estoy enamorada del rey y se que él también me ama, por favor no llores, estaré bien.
—Él es demasiado malo para ti. —le dijo Leonardo con pesar.
—Valeska no es el monstruo que todos creen, conmigo es tierno y dulce, además me hace muy feliz, alégrate conmigo y se parte de mi felicidad, es todo lo que te pido.
Lía se aferró a Leonardo y este enmudeció dirigiendo sus ojos hacia Valeska.
—¿Cómo puedes pedirme que deje a la bestia a cargo de mi hija? Sus colmillos solo saben desgarrar, sus ojos son dagas envenenadas, espadas que degollan el alma, sus manos están manchadas de sangre y tu eres tan pura y buena ¿Qué armonía puede haber entre ustedes? —se dijo Leonardo así mismo mientras la tenía en sus brazos.
Lía y Leonardo siguieron caminando del brazo, Valeska y Medea iban a la cabeza.
—Su reino es impresionante, demuestra su gran poder y su buen gusto por la arquitectura, tiene un toque siniestro y gótico, me gusta, me hace sentir en casa. —expresó Medea con elegancia.
—Esta es la fachada, el interior es aun más exquisito, presiento que te gustará el diseño. —le dijo el rey con seriedad.
Es muy hermoso, debe ser muy popular con las mujeres, después de todo es un dios, su arrogancia es normal, aun así, ha sido cortes en todo momento, es alto y soberbio, se nota que tiene buen cuerpo y que les da buen uso a sus atributos, los presentes que le he traído deberán gustarle mucho. —dijo Medea en sus adentros.
—Le hemos traído unos presentes, espero le sean de utilidad. —exclamó Medea con voz suabe.
En este punto, ya iban muy adelantados a los demás y los habían perdido de vista, así que Valeska empezó amostrar su verdadero yo.
—No era necesario que trajeran nada, al venir sin invitación no esperaba ningún tipo de atención, pero si una disculpa por el atrevimiento, híncate delante de mí y pasaré por alto su ofensa.
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Editado: 11.03.2024