Mi Ángel

Una promesa

N o e l

Veo la sombra del ángel alejarse luego de ver que nadie ha salido a la superficie, salgo y me aseguro de no verlo en los alrededores y me preocupo en el momento en el que noto que algo falta.

O alguien.

No veo ninguna cabellera rubia a mi alrededor, vuelvo a hundirme bajo el agua y logro visualizarla hundiéndose poco a poco, su cuerpo no se mueve, no lucha por salir o por respirar.

Me acerco lo más rápido que me deja el agua y llego hasta ella.

Con la poca practica que tiene de vuelo y saber que de seguro desde antes ya tenía trabajo para volar con ellas por el peso que le implicaban... bajo el agua debió de sentirse sofocante para ella.

Maldigo internamente al no haber pensado en eso.

Siempre me enseñaron que las decisiones apresuradas nunca llevarían a algo bueno, y aun así, armé este plan en menos de 24 horas, y apenas tuve el visto bueno de Maite lo di por comenzado.

Idiota.

La rodeo de la cintura con un solo brazo y comienzo a impulsarnos hacia afuera. Tomo una gran bocanada de aire ya en la superficie y observo la gran montaña que se alza frente a mí, Maite se encuentra en la cima, escurriendo su cabello. Al vernos baja y me ayuda a llevar a Clarissa hasta allí.

Una vez tocando suelo, coloco mi oído sobre su pecho.

Pocos latidos, pero los hay.

Sus labios están pálidos al igual que su piel.

—Adelante, galán—Maite levanta sus cejas, incitándome a darle respiración boca a boca—, tu gran momento.

Niego con la cabeza y comienzo a realizarle reanimación cardiovascular.

Si ya estaba reacia a mi contacto no quiero imaginar cómo se reaccionaria si se llegase a enterar que si quiera roce sus labios con los míos, no deseo ver el odio con el que me recibió luego de 6 años.

Fingir que no había dolido ya fue bastante complicado.

C l a r i s s a

Cierro mis ojos con fuerza e intento toser, unas manos me colocan de lado dejando que el agua salga de mi cuerpo y pueda volver a llenar mis pulmones de aire. Mi estomago duele al terminar de expulsar el agua.

Abro mis ojos una vez me recupero, no logro visualizar nada por las lágrimas, solo sé que hay dos figuras frente a mí; mi respiración es agitada y mi corazón le hace competencia, vuelvo a recostarme sobre el césped, parpadeo aclarando mi visión, el cielo y varios árboles cubriéndome de la luz del sol son lo que veo.

—Bien, está viva—reconozco la voz de Maite. Cierro mis ojos recordando lo sucedido.

Que tormento.

—¿Por qué?—susurro aun con mis ojos cerrados, mi cabeza duele y solo los abro al sentir movimiento a mi lado.

Me separo rápidamente al ver a Noel sentándose a mi lado, me arrastro lejos de él. No me siento con fuerzas para huir, pero tengo muchas preguntas que pueden responder mientras mis fuerzas vuelven.

Suspira y cierra sus ojos, masajeando sus sienes.

—Porque hay cosas que debes saber.

Frunzo mi ceño.

—¿Y no era más fácil decirme que son esas cosas que debo saber?—me exalto, gritando ligeramente.

Niega con su cabeza e intenta acercarse un poco.

—Si tan solo te lo dijera me tacharías de todo lo peor del mundo—niega con su cabeza, y veo como ligeramente la comisura de su boca se alza—. Es cuestión de mostrártelo.

—Pues hazlo—exijo—, enséñame lo que tengas que enseñarme y luego me iré.

Maite me observa y suelta una pequeña risa.

—Te estas adelantando mucho, cariño—se pone de pie, y me tiende su mano para yo hacerlo.

Algo en mi interior se calienta al escucharlo decirme así. Miro unos segundos su palma antes de ponerme de pie sujetando su mano. Es mucho más grande en comparación a la mía, pero se siente... extrañamente bien.

—Todo lleva su tiempo—susurra la voz de Maite a mis espaldas, me giro rápidamente al ni siquiera haberla escuchado moverse.

Los observo intercaladamente.

—No comprendo lo que quieren decir...

Él se posa frente a mí y me observa directamente a los ojos.

—Clarissa, ¿Confías en mí?

No recuerdo si alguna vez había escuchado su voz diciendo mi nombre, pero me gustaría que volviese a suceder si me dicen que seguirá sonando así de bien.

Sin embargo, niego con la cabeza respondiendo a su pregunta.

El asiente, y pone una mano sobre su pecho.

—Solo por esta vez, confía en mí, y si te fallo en lo más mínimo, puedes elegir y hacer de mi lo que te plazca—entiendo sus palabras y la acción de posar su mano sobre su pecho.

Una promesa.

A diferencia de los mortales, promesas cómo estas no se rompen y si fuese así, la condición que se imponga será cumplida al pie de la letra.

—Puedes hacer que me destierren, convertirme en un ángel, entregarme a los arcángeles... lo que se te venga a la mente—alza la comisura de su boca—. Estaré a tu merced si llego a ganarme tu desconfianza nuevamente.

Me quedo en silencio observándolo, suelta una pequeña risa como si en su cabeza se acabase de dar cuenta de algo, y finalmente toma mi mano y besa el dorso de la misma.

Mis mejillas arden al momento.

—Es una promesa.



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En el texto hay: demonios, romance, demonios angeles

Editado: 06.02.2023

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