Después de varios días navegando por el mar, una tormenta inesperada comenzó a formarse en el horizonte. Las olas se volvieron cada vez más grandes y el viento soplaba con furia, sacudiendo el velero de un lado a otro.
Santiago y yo nos aferramos uno al otro, tratando de mantener la calma en medio de la tempestad. El sonido atronador de los truenos y relámpagos nos recordaba lo frágil que era la vida y lo importante que era valorar cada momento juntos.
La tormenta parecía no tener fin, pero finalmente el viento amainó y las aguas volvieron a calmarse. Santiago y yo nos miramos a los ojos, sabiendo que habíamos superado juntos una de las pruebas más difíciles de nuestra relación.