Mi bella niñera

Tulipanes

La fiesta de cumpleaños del señor Alexander era fabulosa, este año me encargué de que él sí supiera de nuestros planes y que así no nos dejara a todos nuestros regalos y comida votados como hace un año.

Aunque solo iba a ser una pequeña reunión con las niñas, Andrés y Paula. (Paula no estaba invitada pero el señor Alexander se le escapó hablar de esto).

Yo me levanté muy temprano y junto con Andrés nos fuimos a comprar todo lo requerido para la comida, esta vez Andrés se negó rotundamente a adornar. Así que solo pondremos las flores favoritas del señor Alexander en el jarrón de la entrada, que por cierto. Mi regalo es el jarrón para las flores, ya que yo misma he roto todos y cada uno de los jarrones que ponen en el recibidor.

Y también pondremos en la mesa del comedor, estaba listo una gran reunión con un maratón de películas que previamente Andrés y yo escogimos, entre ellas está la película donde una villana que todos creían muerta vuelve a la vida.

Después de eso podremos cantar en el karaoke que he programado para esta noche, a Paula le tocaran todas las de Paquita la del barrio.

— Hola. — Saludé a Paco, el chico de la florería.

Andrés se había adelantado a la casa porque ya era muy tarde y la comida no estaría lista para lo programado, así que él iría a preparar todo y yo a quemar un poco el tiempo para no hacer nada en la casa.

—Hola, Val ¿Vienes por rosas? — Me preguntó, las rosas son mis favoritas y la casa de los Maldonado siempre estaba llena de ellas.

—No, Paco. Hoy vengo por tulipanes naranjas. — Le sonreí. —¿Dónde puedo elegirlos? ¿En el refrigerador? — Ellos contaban con un refrigerador para las flores, eso las mantiene frescas y vivas.

—Están en esa orilla, en el refrigerador ya no hay. — Me sonrió y señalaba el rincón donde se encontraban.

—Gracias.

Me dirigí hacia las flores, un hombre muy atractivo llamó mi atención. Llevaba unas rosas blancas, me acerqué a él para investigarlo.

—Hola. — Saludé insinuante.

—Hola. — Me sonrió.

—Esas flores son hermosas ¿Son para tu novia? — Seguía en tono extremadamente coqueto.

—No. — Mis ojos se iluminaron. — Son para mi prometida, nos casaremos en unas semanas, es una mujer tan…

—No me interesa. — Interrumpí su discurso cursi.

Ahora sí fui por los tulipanes y justamente había dos docenas, las que necesitaba. Las tomé y caminé hacia Paco para que me cobrara.

—Disculpa, yo había elegido esos tulipanes. — Una señora estirada me miró con superioridad mientras apuntaba las dos docenas que tenía en mis brazos.

—Pues yo había elegido a Matt Bomer para interpretar a Christian Grey, pero no fue así. — La ignoré y pasé de largo, me tomó del brazo.

—¿Por qué no mejor te compras unas flores de plástico? — Me preguntó arrebatandome los tulipanes, estaba colmando mi paciencia. — Creo que para esas sí te alcanzaría.

—¿Ah sí? — Contesté. — ¿Mucho dinero usted? ¿Por qué no mejor se compra a alguien que le aguante sus groserías? — Le arrebaté los tulipanes. — Y si lo considera y paga bien, yo podría hacerme cargo del puesto. —  Ofrecí.

—¡Ya basta! — Me los quiso arrebatar pero no los solté. —Te pagaré el doble por ellos.

—¡No! — Le grité mientras forcejeabamos los tulipanes.

—¡Por favor, hoy es el cumpleaños de mi hijo! — Los solté.

—¡Está bien! ¡Quédeselos! — La asesiné con la mirada.

—Gracias. — Rió victoriosa.

—Yo no discutiré por unos tulipanes marchitos, yo sí tengo clase. No me cuesta nada ir al refrigerador por unos tulipanes frescos. — Caminé hacia el refrigerador y abrí la puerta.

— ¡Está bien! — Me aventó los tulipanes. — Quédate con los marchitos. — La señora estirada entró al refrigerador, yo cerré la puerta y puse el seguro.

La señora al darse cuenta de la situación comenzó a golpear el vidrio.

 

~~~
 


Después de recibir una llamada del señor Alexander alarmado, tuve que regresar a casa más temprano de lo que tenía planeado.
Al llegar, el señor Alexander me explicó que había recibido una llamada de su madre que obviamente no atendió porque odia hablar con ella o con alguien de su familia.

Pero su madre le dejó un mensaje avisando que estaba viajando para acá, el señor Alexander estaba muy nervioso, era de vital importancia que él contara con la aprobación de ella.

Le dije que no se preocupara, que cualquier madre estaría muy contenta de ver a su hijo manejar la empresa de la familia y triunfar en eso.

Después subí rápidamente a cambiarme, ni siquiera podría darme un baño, la plática con el señor Alexander duró más de lo que debería. Aunque tenía toallitas húmedas y esas eran como cosas milagrosas cuando yo no quería ducharme.

Bajé para que alguien me diera el visto bueno ¿Qué se supone que debo usar para conocer a mi suegra?

¡Madre de mi jefe! ¡Quise decir, madre de mi jefe!

—Andrés, cuando llegue la señora Maldonado ¿Debo hacer algún tipo de reverencia? Porque si es así creo que con esta falda se me vería todo el continente. — Le mostraba mi falda color amarillo.

—No lo sé, creo que estas exagerando.— Me dió un vistazo mientras acomodaba las flores en el jarrón. —¿Por qué no ensayas algunas reverencias para mí? — Me sonrió travieso.

—¡Mayordomo sucio! — Le di un golpe en su hombro, él solamente soltó una carcajada. — ¿Crees que le agrade a la señora Maldonado?

—No lo sé, es una persona muy antipática. No se lleva bien ni con sus propios hijos.

—Que mal. — Lo pensé un segundo. — Creo que será divertido conocer algo más del señor Alexander, sus primeras palabras por ejemplo.

—Sí yo hubiera trabajado para él en ese entonces, no dudes que sus primeras palabras hubieran sido ¡ANDRES! — Lo imitó.

—Tienes razón. — Nos reímos. — Pues no me importa — Regresé al tema principal — Es mi manera de vestir y solo me importa mi opinión. —Le sonreí a Andrés. — No me cambiaré.




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