Capítulo 7.- Segundo encuentro

Absorta escribiendo y buscando información que le aportara a su proyecto, Alejandra no se percató del avance de las horas y la entrada de la noche, atrapada en su deseo de conseguir la perfección en su creación. No había ingerido alimentos desde que comiera un emparedado de atún hacían más de siete horas. Empezó a sentir una molestia estomacal que en minutos fue incrementando hasta convertirse en un fuerte cólico que la inmovilizó. Se dobló agarrando su estómago y rogando porque se le pasará para irse a su residencia. Necesitaba tomar un analgésico y consumir alimentos lo más rápido posible. Tratando de levantarse estaba cuando su jefe entró al salón recién bañado en ropa deportiva. Se sorprendió al verla a esas horas y en ese estado. Se dirigió a su lado y la tomo del brazo.

-Te ocurre algo?. Necesitas un médico?. Puedes caminar?. Te duele mucho?. Hablaba sin parar. Esas situaciones lo ponían nervioso.

-Suele ocurrir que cuando salto alguna comida tenga problemas con mi gastritis. Pero ya me iba. Me entretuve trabajando. Acotó con voz débil.

-Vamos a solucionarlo. Acompañarme a mi apartamento, estaba cocinando. Bajé a buscar un documento que necesitaba leer esta noche. Mi apartamento está en este edificio. Tengo medicamentos para casos de emergencia  revisa de no servirte ninguno lo pedimos por delivery.

Alejandra asintió porque no se encontraba en condiciones de discutir.

El la ayudó a levantarse y subieron por el ascensor hasta su apartamento. Muy amplio de espacios abiertos con puertas dobles hacia un gran balcón. De decoración masculina pero con toques femeninos y delicados. Agradable, lujoso y confortable. Un inmenso sofá de cuero con cojines en el medio de la sala,  una mesa de madera baja, tipo ratona, sobre la cual habían pequeñas esculturas de acero. Incluyendo un León y dos lámparas de piso  a los lados. En la pared un televisor plasma que más bien parecía un cuadro. En el mismo ambiente estaba la cocina con una inmensa barra de metal y butacas altas de hierro y madera. Artefactos de acero inoxidable. Todo reluciente. Olía a dinero, mucho dinero.

-Te voy a acercar mi caja de primeras auxilios para que tomes lo necesario. Tengo jugo de zanahoria. Bebelo con la medicina. Esperamos te haga efecto y luego comes el salmón con vegetales  que tenía preparado. De nuevo hablaba rápido y se desplazaba de forma acelerada.

-Te dejé sin cena. Le expresó con pena Alejandra.

-Tranquila. Puedo pedir o comprar cuando te lleve a tu casa. 

-No es necesario. Puedo pedir un taxi.

-Acostumbro a completar mi labor de rescate de doncellas, así que te dejaré sana y salva en tu cama.

Ella se sintió turbada. A medida que el analgésico hacia efecto se daba cuenta del peligro que corría al estar sola en el apartamento de un hombre soltero. Quería salir de ahí lo más pronto posible.

Leonardo se le acercó para tomar la caja de las medicinas y notó que ella se echó para atrás pensando su intención era tocarla. Tomó la caja y sin saber por qué le provocó jugar con ella. 

-Entonces, me consideras un lobo hambriento. Sin embargo, aceptaste venir sola a mi apartamento. Estas en mis manos o debería decir en mis garras.

-Lo siento. Tiene razón. Voy a llamar a una amiga para que venga a buscarme. No debo estar aquí. Agarró su teléfono móvil pero se había quedado sin batería. Ahora si estaba nerviosa. Leonardo se arrepintió de su pequeña travesura al verla tan frágil e indefensa. 

-Señorita, creo hoy es un día de muchas lecciones de vida. Voy a aclararle. En primer lugar no ando en busca de mujeres. Ellas vienen a mi. Segundo. Procure estar más atenta a las alarmas de su organismo y en tercer lugar no acepte invitaciones de parte de desconocidos. Aunque creo yo no entro en esa categoría. Soy su jefe y su tutor.